miércoles, 7 de marzo de 2012

Resistencia o reconciliación: El dilema de la Iglesia en Cuba

Publicado el 03-06-2012

"Resistencia o reconciliación: El dilema de la Iglesia en Cuba"
Por Néstor Carbonell Cortina

[Este artículo fue publicado en el Diario Las Américas poco antes del
viaje a Cuba en 1998 de Su Santidad Juan Pablo II. Catorce años después,
en vísperas de la visita del actual Papa Benedicto XVI a la isla
cautiva, el dilema planteado en este trabajo cobra de nuevo plena vigencia].

Con motivo del próximo viaje a Cuba de Su Santidad Juan Pablo II, se ha
suscitado un encrespado debate sobre el objetivo de su visita y la
posición de la Iglesia con respecto al régimen de Castro.

¿Cuál debe ser el mensaje central de Su Santidad en Cuba? ¿Un llamado
pastoral a su rebaño para la reconciliación entre todos los cubanos,
como parecen sugerir los dignatarios eclesiásticos en La Habana? ¿O una
reafirmación vigorosa de los principios cristianos, encabezada por el
derecho inalienable a la libertad, como la que lanzara el Papa en su
histórico viaje a Polonia en 1979?

Estas alternativas no son, en teoría, incompatibles, pero sí son, en la
práctica, excluyentes. Con el régimen de Castro no se puede nadar entre
dos aguas. Se está con la revolución o contra ella; por la
reconciliación bajo la tiranía o por la libertad sin ella.

Si para congraciarse con el régimen la Iglesia optase por la alternativa
de la reconciliación en las actuales circunstancias, podría quizás
obtener algunas concesiones adicionales (siempre revocables, desde
luego, por Fidel Castro). Pero esta postura equívoca desmoralizaría a la
oposición creciente en la isla y debilitaría a la propia Iglesia.

La razón es obvia. Abogar bajo un régimen tiránico por la reconciliación
y la paz, sin que haya habido por parte de los tiranos ni rectificación
ni arrepentimiento, implicaría aceptación del statu quo o sometimiento.

La otra alternativa, la de centrar la prédica en la libertad como
condición esencial de la dignidad humana, es más confrontadora y
riesgosa, pero es a la vez más noble y cristianamente religiosa. Digo
esto, porque los seguidores de Cristo no pueden condonar, por abstención
o silencio, a los que en Cuba ejercen la tiranía. Tienen que apoyar, con
todo su fervor y ejemplo, a los que en la isla impugnan la villanía.

Cuando la sola paz que reina en un país es la del terror, y la sola
quietud que existe es la del sepulcro, la única vía honrosa y piadosa
que queda es la resistencia. Y ésta, reconocida universalmente como
derecho imprescriptible del ciudadano, puede ser pasiva o activa según
las circunstancias.

Frente al atropello entronizado y la injusticia encallecida en el mundo,
un personaje latinoamericano aconsejaba lo siguiente: "Endurezcamos la
bondad, amigos pusilánimes de ojos aguados y palabras blandas…Los buenos
serán los que más pronto se liberten de esta mentira pavorosa y sepan
decir su bondad endurecida contra todo aquel que se la merezca…Bondad
que no soba ni lame, sino que desentraña y pelea porque es el arma misma
de la vida".

¿Sabéis quien dijo esas palabras duras? No un desalmado terrorista, sino
un poeta humanista: Pablo Neruda. Pero no hay que depender de luminarias
marxistas para sustentar la tesis de la resistencia adecuada. Félix
Varela, quien fuera padre beatífico de la Iglesia y uno de los
fundadores de la nacionalidad cubana, se irguió gallardo e irreductible
en el destierro el siglo pasado para luchar contra la dominación colonial.

En su apostolado sin odio, en pro de la independencia y de la libertad
de Cuba, fustigó la "indolencia insensible de algunos y la execrable
perfidia de otros", y rechazó con firmeza "la prudencia de los débiles".

En mayo de 1960, cuando muchos dentro y fuera de Cuba no se percataban
del peligro comunista o no se atrevían a denunciarlo, otro insigne
prelado, Monseñor Enrique Pérez Serantes, dignificó la posición de la
Iglesia al afirmar en una de sus pastorales: "Empecemos diciendo que los
campos están ya deslindados entre la Iglesia y sus enemigos….No puede
decirse que el enemigo está en las puertas, porque en realidad está
dentro… No en vano algunos mas avisados…andaban hace ya algún
tiempo…disponiéndose a luchar contra los que tratan de imponer…el pesado
yugo de la nueva esclavitud, porque el genuino cristiano, a fuerza de
tal, no sabe ni quiere vivir sin libertad".

Han pasado ya casi cuarenta años después de la filípica de Pérez
Serantes y de la expulsión de la isla de cientos de monjas y sacerdotes.
Muchas cosas han acaecido en el mundo, pero en Cuba, a pesar de una
aparente distensión antes de la visita de Su Santidad, siguen
deslindados los campos entre la Iglesia y sus enemigos, entre las
víctimas de la tiranía y sus victimarios. ¿Qué hacer para romper el
impasse y acelerar el amanecer de libertad?

La visita del Papa pudiera servir de tónico para la lucha cívica, si el
Santo Padre reiterase su mensaje a la VII Cumbre Iberoamericana,
rechazando categóricamente toda forma "de sometimiento del hombre por el
hombre y, por tanto, de toda forma de tiranía, absolutismo o totalitarismo".

Este mensaje definitorio del Vicario de Cristo es consecuente con su
postura valiente frente a la dominación comunista en Polonia y en el
resto del bloque soviético. En su primer gran sermón después de la
investidura papal, repitió tres veces las palabras de Jesús a sus
apóstoles durante una tormenta en el Mar de Galilea: "Nolite timere-¡No
tengáis miedo!"

Y sin miedo, y con mucha fe, fue el Papa a Polonia en junio de 1979 para
esgrimir la verdad y galvanizar la resistencia interna. Consciente del
estado de sumisión enervante que se produce bajo el sistema totalitario,
les dijo a sus compatriotas: "…El futuro de Polonia depende de cuantas
personas sean lo suficientemente maduras para ser no conformistas".

Después les advirtió a los estudiantes en Lublín: "El verdadero
peligro…radica en el hombre que no toma un riesgo y encara un reto, que
no escucha sus más hondas convicciones, su verdad interior, sino que
sólo quiere acomodarse de alguna manera y flotar en el conformismo".

Y para que no hubiese ninguna duda sobre la posición de la Iglesia de
cara a la tiranía imperante, recalcó en el Palacio Belvedere en Varsovia
que sólo podría lograrse la paz sobre la base del respeto a los derechos
humanos fundamentales, que incluyen el derecho de la nación a su libertad.

Estos aldabonazos de Juan Pablo II no derribaron, por sí solos, el
comunismo en Polonia, pero sí sirvieron para infundirles fuerza a los
débiles, convicción a los tímidos y esperanza a los desamparados. Por
encima de todo, su prédica valerosa y sostenida le dio impulso al
movimiento de Solidaridad, que, con ayuda de afuera, pudo afrontar
persecuciones y ataques durante la década de los 80, y alcanzar a la
postre la ansiada libertad.

Ya se sabe que las circunstancias en Cuba son distintas; que Castro no
es Jaruzelski; que la Iglesia de Cuba no es la de Polonia; que el Papa
fatigado de hoy no es el mismo vigoroso de ayer, y que la patria sufrida
de Martí no es el terruño natal de Wojtyla. Así y todo, hay motivos
fundados para confiar. Hay en el subsuelo cubano un hervor latente que
la razón no ve, pero que la fe presiente. Y hay en el Vaticano un guía
eminente con plena conciencia de su misión urgente.

Levantemos el corazón y roguemos por que el Santo Padre, en su viaje a
Cuba, le lleve a la nación cautiva el estímulo necesario para el no
conformismo y la solidaridad alentadora para la resistencia a la
opresión. Y cuando en su predica de amor y de esperanza bendiga el
derecho natural de los cubanos a la libertad, quiera Dios que grabe en
sus conciencias las palabras de Jesús a los apóstoles en la tormenta del
Mar de Galilea:

"¡Nolite timere –No tengáis miedo!"

http://www.diariolasamericas.com/noticia/136632/resistencia-o-reconciliacion-el-dilema-de-la-iglesia-en-cuba

No hay comentarios:

Publicar un comentario