miércoles, 7 de marzo de 2012

Un sofisticado estilo militar para dirigir la cultura cubana

Ministro de Cultura, Cambios

Un sofisticado estilo militar para dirigir la cultura cubana

El nuevo ministro de Cultura es una combinación de militar, ejecutivo y
burócrata ilustrado, no un intelectual

Eugenio Yáñez, Miami | 07/03/2012 11:15 am

No causó sorpresa la noticia de la sustitución de Abel Prieto como
ministro de Cultura cubano: desde hace algún tiempo se esperaba.
Aparentemente —porque en Cuba, aunque todo se sabe más tarde o más
temprano, casi nada se sabe con certeza— la salud no le acompañaba, pero
menos aún sus propios intereses o deseos de mantenerse en un cargo que
requiere mucho más de comisario que de intelectual, y él resultaba
demasiado intelectual como comisario, y demasiado comisario como
intelectual.

Su personalidad no se acoplaba con el cargo. Hijo de un cercano
colaborador de Armando Hart en el ministerio de Educación a comienzos de
la revolución, Hart lo promovió a la presidencia de la UNEAC cuando era
ministro de Cultura, y finalmente se convirtió en Ministro él mismo al
caer en desgracia el propio Hart. En algún momento se dijo que Fidel
Castro lo había colocado en el Buró Político del Partido "por pelú", es
decir, por su melena, para sugerir un mensaje aperturista.

Prieto daba imagen de persona de mente abierta y razonable cuando se le
comparaba con Edith García Buchaca, Luis Pavón y Armando Hart, los
comisarios que le precedieron en el cargo al frente de la cultura
"revolucionaria", pero nunca dejó de ser la mano del "Gran Hermano" que
manejaba todos los hilos del sector cultural y pretendía controlar
corazones y mentes de todos los creadores y artistas del país.

Aunque algunos comentarios lo definen ahora como "tronado", la nota
oficial menciona "su experiencia y los resultados positivos obtenidos en
el ejercicio de su cargo", y que Raúl Castro lo designó "asesor del
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros", lo que no sugiere
que haya caído en desgracia. De los "liberados" que van al "plan payama"
se dice en la prensa oficial que se le asignarán otras funciones, y
nunca se les nombra asesores del Jefe de Estado y Gobierno.

No haber sido reelecto al Buró Político del Partido en el congreso del
pasado año, más que a causa de "estar en baja" ante Raúl Castro, se
debió a que en la concepción del General-Presidente su cargo no
ameritaba la membresía en el más alto eslabón del poder cubano: algo así
fue posible solamente en tiempos de Fidel Castro, quien atendía
personalmente el sector cultural, pero, aunque todavía algunos no lo
acaban de entender, ya no decide en estos asuntos.

El nuevo ministro, Rafael Bernal Alemany, no es demasiado conocido ni en
Cuba ni en el mundo: eficiente y calificado, nunca tuvo demasiado
interés en destacarse públicamente en ningún cargo, manteniéndose
generalmente con bajo perfil, pero con poder real en el ámbito que se
desempeñaba. Siendo teniente de las fuerzas armadas en los años sesenta
pasó a trabajar en el viceministerio de la enseñanza tecnológica militar
en el MINFAR y en el Ministerio de Educación, donde llegó a ser
viceministro, cargo en el que se mantuvo hasta ser nombrado viceministro
de Cultura en 1997. Es un militar que durante muchos años trabajó de
cerca con José Ramón "el gallego" Fernández.

Después de Abel Prieto, la figura "estelar" y más conocida en el
ministerio de Cultura era el viceministro Fernando Rojas, pero el
verdadero poder era Bernal. Su perfil de personalidad tiene que
simpatizar a Raúl Castro: si el ahora nuevo ministro no presidía debates
intelectuales, inauguraciones, conciertos u otros espectáculos
artísticos no era porque no tuviera mando real en el ministerio, sino
porque su labor se enfocaba más en mantener funcionando el mecanismo
gubernamental y de control que en aparecer bajo las candilejas
mediáticas: siempre fue más un ilustrado ejecutivo-burócrata que un
intelectual.

Lo cual puede darnos una indicación de lo que podría venir en el futuro
inmediato en el Ministerio de Cultura: se separan absolutamente las
funciones de dirección y control gubernamental de las de creación
artística e intelectual. El nuevo ministro no es poeta, músico, escritor
ni pintor, ni participará en demasiadas discusiones sobre un código
artístico cubano o las tendencias contemporáneas de la música popular
caribeña, pero tendrá mucho que ver con los permisos de los creadores
cubanos para residencia temporal en el exterior, el "exilio rosado", los
invitados a la Feria del Libro o a Casa de Las Américas, la
sofisticación de los mecanismos de censura, los "intercambios
culturales" con Estados Unidos, la publicación o no en editoriales
nacionales de escritores cubanos que no vivan en el país, y el
enfrentamiento a las expresiones culturales y de participación de la
sociedad civil, entre otras muchas tareas de gobierno.

Los creadores tal vez podrían sentirse un poco más cómodos con el nuevo
ministro, porque no sentirían una presión directa sobre ellos; pero
sentirse más cómodos no significa que serán ciudadanos más libres,
porque eso de seguro que no está en los planes del nuevo ministro de
Cultura, ni estaba en los de Raúl Castro cuando lo nombró.

Para todas esas tareas y muchas más, Rafael Bernal puede ser la persona
que necesita Raúl Castro: sin demasiado escándalo ni elevado perfil
mediático, será capaz de establecer políticas que el Gobierno requiere y
desea en el sector cultural, y hacerlas cumplir sin vacilación, a la vez
que evitará al máximo posible conflictos con la intelectualidad y los
artistas, sectores siempre vistos con suspicacia por la jerarquía
militar cubana.

Para Raúl Castro, el ministro Rafael Bernal es un militar que cumplirá
sus órdenes. Que esté en un cargo civil es una cuestión circunstancial,
que no cambia en lo absoluto la esencia: la orden del jefe es ley que
encarna la voluntad y el mandato de la patria, y por eso las órdenes se
cumplen y no se discuten.

De lo demás, en ese sector, que se ocupen los artistas.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/un-sofisticado-estilo-militar-para-dirigir-la-cultura-cubana-274709

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