viernes, 2 de marzo de 2012

Abrirse a la diáspora

Opinión

Abrirse a la diáspora
Dimas Castellanos
La Habana 02-03-2012 - 9:28 am.

Si no se respetan los derechos de la diáspora, el I Encuentro Nacional
de Cubanos Residentes en los Estados Unidos será excluyente y, por
tanto, contrario a los intereses de la nación.

La Oficina de Intereses de Cuba en Washington convocó para el próximo 28
de abril el I Encuentro Nacional de Cubanos Residentes en los Estados
Unidos de América, en el que participará una representación de cubanos
que se "vinculan con su país de manera respetuosa", conscientes de la
urgencia de defender su soberanía e identidad nacional. Esta cita, según
reza en la convocatoria, se inscribe dentro del proceso de normalización
de las relaciones de la emigración con la patria.

Es bueno recordar que a lo largo de la historia de Cuba, desde los
primeros habitantes que arribaron a través del arco de las Antillas,
hasta las decenas de miles europeos, asiáticos y antillanos que entraron
en la primera mitad de siglo XX, existió un flujo inmigratorio que,
debido a la pérdida de los derechos cívicos y políticos, a la
insuficiencia de los salarios respecto al costo de la vida y al
diferendo con Estados Unidos, se transformó en diáspora a partir de 1959.

Migración masiva, efectos negativos

Esa emigración, que comenzó con la salida de personas vinculadas al
régimen derrocado —a diferencia de las emigraciones masivas que
responden a crisis temporales constituye un proceso sostenido en el
tiempo— fue seguida de unos 14.000 niños con la Operación Peter Pan y de
huidas en avionetas y lanchas, hasta que la falta de libertades y el
empeoramiento de la economía provocó la primera salida masiva por el
puerto de Camarioca en 1965 y los llamados "vuelos de la libertad",
mediante los cuales unos 260 mil cubanos abandonaron el país.

En abril de 1980 se produjo la segunda estampida masiva cuando miles de
cubanos irrumpieron en la sede diplomática del Perú en La Habana para
solicitar refugio, acción que culminó con la salida de otros 125 mil
ciudadanos por el puerto de Mariel. En el verano de 1994, después que se
asaltaron las residencias del embajador de Bélgica, Alemania y el
consulado de Chile, y de una protesta masiva en La Habana, otras decenas
de miles escaparon.

Esa migración masiva ha tenido varios efectos negativos para el país,
entre otros, el decrecimiento poblacional, que ha convertido a Cuba en
la única nación de América con una población decreciente y cuyo ritmo de
salida en los próximos 24 años apunta hacia una disminución crítica,
particularmente de jóvenes, lo que está convirtiendo a la Isla en un
país de ancianos; y en la descapitalización de profesionales debido a
las decenas de miles de médicos, ingenieros, licenciados, técnicos
medios y obreros calificados que buscan su realización en otros lugares.

Regreso a las políticas inclusivas

Hasta ahora, el gobierno ha considerado que la presencia de los cubanos
de la diáspora en el país pone en peligro a la revolución, la patria y
el socialismo, lo que explica los mecanismos establecidos para el
control de los que decidían marcharse. El permiso de salida y de
entrada, la regulación del tiempo de estancia en el extranjero, la
incautación de sus muebles e inmuebles y la exclusión de la nación,
están entre las medidas excluyentes y violatorias de los derechos
humanos. Sin embargo, los resultados obtenidos en el exterior por parte
de los cubanos, los conocimientos adquiridos en materia administrativa y
los recursos financieros y de otro tipo con que cuentan, unido a los
lazos familiares y a la añoranza por su país, han convertido a la
diáspora en parte de las soluciones que Cuba necesita.

La historia enseña que la violencia ha sido la salida más socorrida ante
los conflictos, pero también demuestra que los conflictos realmente no
terminan hasta que llegan al diálogo y la negociación. El gobierno de
Cuba, como dicen la socióloga Peggy Levitt y la antropóloga Nina Glick,
"trata a sus emigrados como si ya no pertenecieran a la patria y los
tilda a menudo de traidores". Además de no reconocerles la doble
ciudadanía ni otros derechos que les refuerce el sentido de pertenencia.

Desde una visión falsa y excluyente, el gobierno cubano invitó a cubanos
de la diáspora para el "dialogo" en 1978 y para las Conferencias "Nación
y Emigración", celebradas en La Habana, cuyo fin no fue la normalización
de las relaciones, sino la recaudación de divisas y la búsqueda de apoyo
en el diferendo con Estados Unidos. Sin embargo, hasta ahora se niega a
avanzar hacia la normalización de las relaciones.

Carlos Saladrigas, presidente del Cuba Study Group, explicaba que,
aunque los miembros del exilio histórico constituyen la mayoría de los
ciudadanos cubanoamericanos con derecho a voto y conforman el grupo
social con mayor poder adquisitivo, además de controlar los medios de
comunicación del sur de Florida, ha ocurrido un largo proceso de cambio
en algunos exiliados, que los ha llevado a abandonar la actitud de
confrontación permanente.

En fin, que después de más de medio siglo de violencia física y verbal,
la exclusión de la diáspora —violatoria de 16 de los 30 artículos
constitutivos de la Declaración Universal de Derechos Humanos— debe ser
desterrada. Para ello se impone brindarle a los cubanos en el exterior
el derecho a la doble ciudadanía y poner las actuales leyes de la Isla
en correspondencia con los principios internacionalmente establecidos en
materia migratoria, de manera que los ciudadanos, con independencia del
lugar de residencia, puedan participar en los asuntos de la nación. Ello
coadyuvaría a que las reformas económicas que se están implementando
actualmente tengan mayores posibilidades de éxito.

Sin esos cambios de conducta y de políticas, la convocatoria al I
Encuentro Nacional de Cubanos Residentes en los Estados Unidos, no sería
más que un nuevo episodio del viejo intento de considerar a la diáspora
como un medio de apoyo al régimen, sin reintegrarles sus derechos como
cubanos. Sería, como las anteriores que tuvieron lugar en Cuba,
excluyente y por tanto contraria a los intereses de la nación, que está
conformada por todos los cubanos, de adentro y de afuera.

Cualquier convocatoria, para que responda a los intereses de Cuba, tiene
que basarse en un diálogo inclusivo, que permita analizar el pasado, el
presente y el futuro de las relaciones entre diáspora y nación. El
diálogo debe potenciarse como punto de partida, como principio rector y
como estrategia permanente, lo que exige, como expresara Carlos
Saladrigas, que todos cambiemos.

Cuba tiene que abrirse a su diáspora y su diáspora a Cuba. Cuba tiene
que respetar los derechos de todos sus hijos, un respeto del que adolece
la convocatoria de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington.

http://www.diariodecuba.com/cuba/9891-abrirse-la-diaspora

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