viernes, 16 de marzo de 2012

Mi padre también fue un mendigo

Mi padre también fue un mendigo
Jueves, 15 de Marzo de 2012 16:02
Amarilis C. Rey

Cuba actualidad, Managua, La Habana, (PD) No puedo estar de acuerdo con
un punto de vista publicado el viernes 24 de febrero en el rotativo
Granma, órgano oficial del Partido Comunista, único permitido en Cuba.
En la sección Cartas a la Dirección, y con el título "Mendigos no, vagos
y alcohólicos" se publicó una nota firmada por R. Sarduy Díaz, donde se
generaliza la conducta de muchas personas en Cuba, que según afirma:
"pretenden vivir de la caridad pública acosando a los turistas y a sus
conciudadanos por algunas monedas."

"Todo esto contrasta con el alto nivel que tiene la asistencia social en
nuestro país, y pone en duda ante los ojos de los visitantes los logros
que en este campo hemos alcanzado", asegura. Y agrega: "En nuestro país
hasta los impedidos físicos tienen sus derechos de ganarse su sustento
de una forma digna y honrada, y los que no pueden, reciben la ayuda del
Estado."

Según he escuchado afirmar en reiteradas ocasiones, para hablar de un
tema hay que conocerlo a fondo.

Por desgracia, durante una época de mi vida tuve que contemporizar con
ese mundo de la mendicidad, palpar y sufrir sus razones, porque mi padre
también fue un mendigo. Ni vago, ni alcohólico. Laboró desde que fue
casi un niño. En aquellos tiempos difíciles, según decía, de los años
republicanos, vendió dulces, trabajó como fotógrafo, vendió esculturas,
que él mismo tallaba, con el rostro de José Martí. Era "pobre, pero
honrado", uno de los preceptos ya extinguidos en la sociedad cubana actual.

Por convicción se enroló con el Movimiento "26 de julio", para el que
vendió bonos, ayudó a heridos y perseguidos, colaboró en todo lo que
pudo. Continuó activo después de enero de 1959. Fundador de las Milicias
Nacionales Revolucionarias, pasó múltiples escuelas y el batallón que
integraba fue movilizado cuando los sucesos de Playa Girón, aunque no
llegó a entrar en combate.

Durante años fue dirigente sindical, y conservó una cualidad, también
desaparecida hoy entre muchos de quienes dirigen: fue sincero.

Su pensión, tras la jubilación, de 90 pesos mensuales, que no le
alcanzaba ni para comprar los cigarrillos, lo obligó, como a muchos
otros jubilados, a buscar empleos colaterales que le proporcionaran un
poco más de ingresos.
Comenzó a padecer de una enfermedad mental con carácter progresivo, que
lo tornaba en ocasiones violento, por lo que traté de buscar ayuda en
personal calificado y en las instituciones estatales que, según
entendía, estaban para eso.

Después de escuchar la opinión de varios médicos que coincidían en que
mi padre necesitaba ser internado, pasé meses en busca de relaciones y
personas que pudieran ayudarme con su padecimiento, pero no logré nada,
salvo que me recomendaran unas tabletas que dos docenas costaban 20
dólares y podría adquirir en las farmacias que venden en divisa, si
llegaba a conseguir esa suma.

Un día se escapó de la casa y estuve algún tiempo sin saber su paradero.
Lo busqué durante días y noches en los sitios donde pernoctaban
mendigos. En aquellos momentos, pude ver como dormían, en disímiles
lugares, sobre cartones que cuidaban celosamente para que no se los robaran.

Durante mi peregrinar en su búsqueda, observaba a muchos ancianos que
tenían características similares a las de mi padre. Fui testigo de lo
que comían, que incluso a veces sacaban de los contenedores de basura.

Alarmada por todo lo que veía y mi padre sin aparecer, sin muchas
esperanzas, pedí ayuda a la policía, que nada hizo al respecto, sólo
amenazarme con que si encontraban a mi padre, y luego volvía a salir de
la casa, me iban a meter presa.

Finalmente lo encontré yo, por mis propios medios. Estaba en la calle,
con la mano extendida, muy sucio, flaco, barbudo, y en sus bolsillos
guardaba alguna cantidad de monedas.

Para no caer en la generalización, como el autor de la carta publicada
en Granma, reconozco que es cierto que siempre hay quien trata de sacar
partido hasta de una desgracia. Pero también están los muchos casos que
son marginados y abandonados a su suerte por el mismo Estado que en una
época supo aprovechar su lealtad y a cuyo servicio dedicaron sus vidas.

Para Cuba actualidad: amarilisrey@yahoo.com

http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/sociedad/3635-mi-padre-tambien-fue-un-mendigo.html

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