domingo, 25 de marzo de 2012

Benedicto XVI: entre el neocastrismo y la democracia

Visita Papal

Benedicto XVI: entre el neocastrismo y la democracia
Antonio G. Rodiles
La Habana 25-03-2012 - 9:00 am.

El objetivo del régimen con la visita del Papa es recabar legitimidad,
gestionar tiempo y financiación económica para trasmutar.

Hace unos meses, cuando el ex presidente James Carter visitó la isla,
fue entrevistado por una periodista de la televisión cubana. La
entrevista resultó demasiado forzada, con preguntas que lo inducían todo
el tiempo: Carter terminó reclamando directamente la liberación de los
cinco cubanos condenados por espionaje y recriminando las sanciones
impuestas por el gobierno norteamericano. El resultado fue
contraproducente, nadie podría tomar muy en serio a un mediador o
emisario que se mostró parcializado.

Aunque los medios de prensa oficiales han rechazado "teóricamente" todo
intento de politización de la visita de Benedicto XVI, la realidad es
otra. El periódico Granma del día 21 de marzo lanzó un mensaje
tendencioso a pocos días del arribo del Papa, delatando el objetivo
principal que persigue el gobierno con esta visita. La primera plana
contiene una franja izquierda que cubre casi toda la hoja y que se
titula Bloqueo contra nuestra patria. La franja derecha viene encabezada
por el título de un artículo que luego aparece en la página central y
cuyo título es Otro capítulo de irrespeto y falsedades; el tema, las
supuestas calumnias y falsedades que levantan aquellos que intentan
destruir a la revolución y mostrar una distorsionada imagen del país.
Por supuesto no pueden faltar los insultos a todo aquel que no comparta
la visión oficial, algo que sigue mostrando la poca fuerza moral y baja
estatura política de un sistema inmerso en una profunda crisis.

Resulta evidente que el principal objetivo del gobierno con la visita
del Sumo Pontífice no es eliminar todas las prohibiciones a la iglesia
para que realice a plenitud su labor pastoral, ni hablar desde la fe de
un proceso de mayor apertura y diálogo entre todos los cubanos, sino
recabar legitimidad por parte del Vaticano y en especial lograr su apoyo
para eliminar las restricciones que el vecino país del norte tiene sobre
el gobierno actual. En otras palabras, gestionar tiempo y financiación
económica para trasmutar. El poder en Cuba se desploma ahogado en una
economía moribunda y frente a un escenario adverso, necesita con
urgencia de una tabla de salvación. Esa y no otra es su principal prioridad.

Pero no solo eso le han pedido al Papa, ya le han "sugerido" por
múltiples vías, entre las que se incluye al embajador de Cuba ante el
Vaticano, que ignore a la sociedad civil cubana, en especial a aquellos
que claman por cambios hacia una sociedad democrática donde los derechos
individuales sean el eje central. Este pedido demuestra la estrecha
visión de un gobierno descapitalizado intelectual y políticamente.
Lamentablemente el poder no está solo, los hechos han mostrado que
cuentan con el apoyo del cardenal Jaime Ortega, quien desde su
jerarquía está dañando fuertemente la credibilidad de la iglesia no solo
ante sus fieles, sino también ante la sociedad civil. La jerarquía
eclesiástica cubana debería tomar nota de actuaciones como la del
arzobispo anglicano Desmond Tutu, un hombre de fe, que con su fuerza
moral marcó un hito en un proceso de reconciliación nacional.

La legitimidad en Cuba no está en un gobierno que desprecia los derechos
de sus ciudadanos, sino en todos aquellos que claman por un sistema
democrático donde el respeto pleno a los derechos y libertades
individuales dicten la dinámica social. Quien se opone a este principio
básico, usando cualquier pretexto, se convierte en parte de lo
retrógrado y reaccionario.

Nuestro país necesita actores políticos maduros y sagaces, que
visualicen la transición a la democracia como un paso impostergable e
insustituible. Actuemos pues, en cada momento, conscientes de que ya
estamos viviendo ese proceso. La democracia en Cuba la estamos creando hoy.

http://www.diariodecuba.com/opinion/10282-benedicto-xvi-entre-el-neocastrismo-y-la-democracia

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