La caída de un imperio danzario
En el centenario de Alberto Alonso, el Ballet Nacional se desmorona
Viernes, junio 2, 2017 | Alberto Lima
LA HABANA, Cuba.- Los tres Alonso que fundaron lo que el mundo danzario
llama "escuela cubana de ballet" nacieron condenados a la longevidad. En
este mayo hubiera cumplido 100 años Alberto, fallecido en 2007, a los
90. Cuando su hermano Fernando lo siguió, en 2013, no le faltaba mucho
para completar el siglo de vida. Alicia, que fuera esposa de este
último, y de quien ella recibió el apellido, cumplió ya 96 y sigue con
su proa apuntando al centenario.
Pero la compañía que crearon ellos tres, el Ballet Nacional de Cuba
(BNC), que en 2018 habrá de cumplir "solamente" 70 años, no está
envejeciendo nada bien porque, en primer lugar, vive de recordar las
glorias de su pasado, y su presente, como se hace cada vez más obvio, es
un declive incesante que, para colmo, no hay quien parezca poder
revertir o, al menos, detener.
En estos momentos, el BNC está efectuando la gira más importante de su
programa, por España, aunque incluye presentaciones en otros países
cercanos. A pesar de que se trata de una de las compañías de ballet más
importantes del mundo, a sus bailarines se les sigue pagando desde hace
años un promedio de 30 euros diarios de dieta, y no un porciento de la
recaudación de taquilla.
Trabajen mal o bien se les paga eso, que en realidad es muy poco dinero,
sobre todo comparado con hace unos años, cuando esa dieta representaba
algo más de poder adquisitivo. Ello obliga a que los bailarines, y los
otros trabajadores que van en la gira, deban arreglárselas como puedan
para ahorrar lo más posible.
Así, ya resulta normal que, en los pasillos del hotel, se sienta el olor
de la comida que preparan en sus cuartos los bailarines, aunque, por
supuesto, ello esté rigurosamente prohibido. Para ahorrar dinero, llevan
desde Cuba algunos víveres y los cocinan, casi todos al mismo tiempo,
provocando a veces apagones en la instalación hotelera. Los demás
huéspedes se quejan de los movimientos en los pasillos y de las ruidosas
conversaciones por la noche.
Y no solo es que ya nada de eso asombre, sino que los empleados se
acostumbran a ver a miembros de la célebre compañía cubana entrando al
hotel con cajas de cartón que han recogido de la basura, además de
muebles, equipos electrodomésticos y otras maravillas que se hayan
encontrado entre los desechos, y con los que cargan también, sin poder
resistir la tentación.
En esta última gira, la situación es peor porque hay muchos jóvenes
miembros que solo participan en un evento de tal nivel por falta de
mejores sustitutos, debido a la cantidad de bailarines que se han
marchado del país o han pasado a trabajar en compañías como la de Carlos
Acosta. El comportamiento de estos novatos deja mucho que desear, además
de que son técnicamente deficientes, pues, sin el menor rigor selectivo,
se está permitiendo que entren demasiados nuevos integrantes procedentes
de la Escuela Nacional de Ballet.
Para colmo, incluso cuando algunos se ausentan demasiado o son
incumplidores, resulta difícil para los maestros y especialistas
excluirlos porque no son estos ya los que deciden ese y otros aspectos
vitales de la compañía, sino personas como, por ejemplo, Pedro Simón,
esposo de Alicia Alonso y director del Museo de la Danza, o Ahmed
Piñeiro, un conocido crítico que trabaja también en el Museo.
Un consejo de dirección del BNC, actualmente, no es más que un grupo de
gente que intenta explicarle a la prima ballerina cuestiones tan
elevadas como el ahorro energético de la institución, antes de que ella
se quede dormida y haya que esperar a que despierte para repetirle los
porcentajes. No es una reunión para hablar de asuntos técnicos o
artísticos, sino que, de hecho, la Directora General ya no dirige nada.
Entre los directivos, cada cual maneja el nombre de ella o su supuesta
autorización de acuerdo con los intereses particulares de cada uno.
Naturalmente, el robo es cada vez más descarado, no importa si
relacionado con el almacén o con la cocina. Y eso parece no importarle
un comino a Enrique Escalona, el administrador, ni al incombustible
comandante Redento Morejón, director ejecutivo del BNC. Para que se
tenga una idea, hay quien se ha encontrado en la calle con alguien que
le ha dicho: "¡Mira el chorizo que me he comprado en el Ballet!".
De los Alonso, Alberto y Fernando deben removerse en su más allá,
después de una vida larga y fértil levantando una obra que creyeron
perdurable. ¿Y Alicia? Bueno, el 10 de junio debe partir hacia España
para mejorar la taquilla y ponerle un mascarón de proa a un buque que
hace aguas, aunque ella siga flotando en su brumosa autocomplacencia.
Ahora se cumplen los 100 años de Alberto Alonso y pronto se celebrarán,
de cuerpo presente o ausente, qué más da, los 100 de Alicia, y todos
esos números lo único que indican, subrayado con la tinta más
fosforescente del mundo, es la decadencia y caída del más grande imperio
que ha tenido la danza cubana.
Source: La caída de un imperio danzario CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/la-caida-de-un-imperio-danzario/
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