Perder el miedo a no tener miedo
2 Mayo, 2017 8:52 pm por Eduardo Martínez Rodríguez
El Cerro, La Habana, Emaro (PD) Ha pasado la fecha del primero de mayo y
en la televisión nacional han puesto gran cantidad de informaciones
sobre lo que sucedió aquí y en el resto del planeta. Por supuesto, las
moralejas que se pueden sacar es que los cubanos somos quienes estamos
bien y el resto del mundo se muere de hambre y miseria.
La noticia permanente en nuestros medios se basa en que el planeta se
sume cada vez más en una crisis económica y social, aumenta el
desempleo, los problemas financieros, e infinidad de otras cuestiones
desagradables. Visto desde la perspectiva de nuestros medios, el mundo
está al borde de un colapso de proporciones catastróficas y
probablemente nos muramos todos.
Por suerte, la mayoría no vemos la televisión más allá del juego de
pelota del Play off, un musical de reguetón, o las películas del sábado,
y así, el mensaje apocalíptico no llega.
¡Encima de la enorme cantidad de problemas que enfrenta el cubano para
subsistir un día más, le van a poner el futuro tan negro! ¡Hostias!
En mi caso, trato por todos los medios de ingerir la mayor cantidad de
información posible, no importa el sabor, el color, o de donde haya
salido. Veo toda la televisión que me permite mi tiempo, escucho toda la
radio que puedo, por todas las ondas y frecuencias, todas, así como leo
absolutamente cuanto me cae en las manos, incluyendo nuestros
paupérrimos periódicos. Hay que sacrificarse si uno desea criticar.
Es una pena que aún a estas alturas, aunque tengo una computadora, línea
telefónica, vivo frente a una planta de teléfonos, etc., no pueda tener
ningún acceso a Internet, a la televisión satelital, etc. Mi gobierno se
encarga de impedirlo.
Pero no importa. No hay que ir tan lejos para formarnos una opinión
certera de cómo vamos de mal o de bien. Después de mucho analizar, de
años de estudios e investigaciones constantes, se llega a la conclusión
de que nada de esto hace falta para poder apreciar en cuáles condiciones
estamos.
Por supuesto que me costó años deshacerme de todo el bagaje
propagandístico con el cual me han bombardeado desde la cuna, pero al
final puedo ver a mi alrededor sin muchos nublados ocultándome los hechos.
La inmensa mayoría de los nacionales, aún en el medio del desastre más
evidente, sufriendo las carencias más agobiantes, escuchando una
intensísima propaganda de desleales periodistas, hipócritas o no,
dudamos en confirmar si este sistema funciona.
58 años después de las toma del poder por un grupo de personas que nos
han impuesto un sistema socialista, ¿qué hemos hecho del país? ¿A dónde
se han ido nuestras industrias, nuestra infraestructura de
abastecimientos y comercio, nuestras ciudades, y ciudadanos, nuestras vacas?
El estado de las fuerzas productivas nacionales es desastroso y casi
inexistente en la industria, la agricultura, la ganadería y los recursos
humanos.
Se ha visto forzada a emigrar a más de un tercio de la población a pesar
del peligro de muerte y de una enorme serie de inconvenientes rigurosos
como la imposibilidad de retornar cuando se desee. El drenaje de
intelectuales y profesionales es enorme y constante.
Se ha infringido un gran daño antropológico a la población al privarle
de todos los derechos, libertades, sindicatos, y todas las instituciones
que los defenderían independientemente y a pesar del gobierno. El cubano
no tiene a quien dirigirse para que se le defienda. La sensación de
indefensión es profunda y el efecto es real y directo, nada de
suposiciones. En nuestra nación, según nuestras leyes, un detenido no
puede solicitar a un abogado que lo ayude hasta después de más de una
semana encarcelado en alguna estación de policía o centro de investigación.
No existe transparencia en los manejos económicos del gobierno. Nadie
puede cuestionar el accionar de los principales líderes. El parlamento
se reúne una o dos veces al año, dos o tres días a lo máximo.
Hay hambre para la mayoría de la población, muy mal transporte, peores
abastecimientos, pésimos servicios, ropa y zapatos caros y de mala
calidad, desempleo muy elevado, dos monedas incoherentes, desidia en la
burocracia, corrupción galopante en todos los niveles de la vida nacional.
La salud pública pésima, la educación deficiente.
¿Qué más puede decirse? ¿Me puede usted explicar qué hay de bueno, al
menos un pedacito de la nación que funcione bien y que tenga buenos
resultados? Casi no existen, por no ser absolutos.
Pero, debemos decir que todo está bien y que las reformas implementadas
por el gobierno van a mejorar la situación. Debemos callarnos la boca y
aguantar cincuenta años más de otra vez lo mismo.
Cuando usted compara, nosotros estamos peor que ese mundo allá afuera
hacia donde cada año se escapan unos 50 000 cubanos.
Tan solo tenemos que ser sinceros y perder el miedo a no tener miedo.
No hay otras lecturas. Cuando usted observa a su alrededor, ¿qué tiene
que decir en beneficio de lo que hemos hecho? Más bien hemos deshecho a
una nación que alguna vez fue próspera. Y no encontramos la forma de
demostrar con los hechos que ahora estamos mejor.
Los únicos que defienden lo indefendible son quienes se benefician
conservando el estado de cosas como está. ¿Qué fue de aquella nación que
era Cuba antes de 1959, con un potencial económico envidiable y un
futuro promisorio? Claro que había problemas, como los hay en todas las
naciones del orbe, pero existían oportunidades y esperanzas. Se suponía
que la revolución superaría todos esos problemas.
¿No bastó más de medio siglo? ¿Necesitan otro medio siglo más?
eduardom57@nauta.cu; Eduardo Maro
Source: Perder el miedo a no tener miedo | Primavera Digital -
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