Mi preparación militar para la guerra de Angola
Fueron miles los muertos y los mutilados. Yo pude haber sido uno de ellos
Miércoles, mayo 31, 2017 | Jorge Luis González Suárez
LA HABANA, Cuba.- El año 1976 marcó mi vida con un acontecimiento
imborrable en la memoria: fui llamado por la reserva militar a
participar en los entrenamientos que se efectuaban para combatir en Angola.
Tenía por entonces 29 años, trabajaba como maestro en la Educación de
Adultos y estudiaba además para alcanzar el título de Profesor de Curso
Secundario. Me encontraba en la etapa final de mis estudios cuando
recibí la notificación de incorporarme a la preparación militar.
Nos montaron en camiones del ejército sin decirnos al sitio al que nos
dirigíamos. Durante el trayecto adivinamos que el destino era algún
lugar en la provincia de Pinar del Río.
Cuando llegamos a las inmediaciones de Candelaria, nos adentraron en el
lomerío del lugar hasta que se nos dio la orden de descender de los
camiones.
El punto escogido por la dirección militar fue la célebre Loma del
Taburete, lugar que sirviera diez años atrás como base de entrenamiento
del Che Guevara y sus hombres antes de ir a Bolivia a crear la guerrilla.
El campamento era un espacio al aire libre dentro de la zona boscosa.
Para lograrlo hubo que hacer a machete un claro en medio de aquel bosque
para acomodarnos.
En esta región agreste había una población campesina dispersa, dedicada
a la agricultura y la crianza de ganado, que se encontraba recelosa por
la presencia de tantos militares armados.
Se nos habilitó con fusil, mochila, cantimplora, un recipiente para
comer, una máscara antigases y una hamaca.
Nos despertaban a las cinco de la madrugada. Antes de las seis nos
daban un poco de leche aguada y pan si había. Eso era todo hasta que
llegase el horario de almuerzo.
El magro almuerzo lo daban cuando terminaba la instrucción que
recibíamos, si para entonces ya había llegado la comida (la preparaban
en una cocina improvisada en la región).
Al llegar la noche, de cena nos daban algo similar y eso era todo hasta
el próximo día.
La principal preparación consistía en largas caminatas y carreras.
Subíamos y bajábamos lomas constantemente. Seguíamos al instructor guía
que conocía el lugar como la palma de su mano. El objetivo era que
aprendiéramos a orientarnos en medio de una selva.
Otra de las facetas del adiestramiento era aprender a subsistir con los
frutos que encontráramos en los recorridos. Cuando el hambre apretaba,
comíamos cualquier cosa que viéramos. Yo siempre imitaba al que iba
delante de mí. Si él cogía algo de un árbol, yo también lo hacía. En
cierta ocasión, en un breve descanso durante el camino, comí hasta
palmiche maduro que había tirado en el suelo.
Durante este tiempo solo pudimos bañarnos, con la ropa puesta, en un río
cercano, a los 17 días de llegar.
Varias veces tuvimos que caminar por el lecho pedregoso de ese río, con
el fusil en alto para evitar que se mojase. Dos o tres resbalaron en las
piedras, cayeron y por poco se ahogan.
Hubo un compañero del grupo que se aventuró a relacionarse con un
campesino que vivía cerca del campamento, algo prohibido pues nuestra
misión no podía divulgarse. Al descubrir los jefes la situación,
amonestaron en público al infractor. La falta traía como consecuencia un
informe al centro de trabajo, lo que equivalía a ser despedido.
Algo que llamó la atención de varios reclutados fue el poco
entrenamiento de tiro que hicimos en este lugar. Solamente una noche nos
condujeron a un punto donde tiramos una granada y efectuamos pocos
disparos con un viejo fusil M-52.
Al lanzar mi granada, explotó tan cerca del lugar, que por poco mato a
otro compañero. Y los pocos disparos que hice jamás dieron en el blanco,
pues soy miope y mi visión de noche se reduce bastante.
La mayoría de los movilizados no sabía tirar. Para dar la sensación de
que habían dado en la diana, perforaban el cartón de muestra y así
señalaban una capacidad que realmente no existía.
Mi batallón fue desmovilizado cuando se supo que las tropas cubanas en
Angola habían logrado instalar y afianzar en el gobierno al MPLA, lo
cual presentaban como una gran victoria.
Al regresar a mi casa, mi madre tuvo que curarme las lesiones en la piel
por las picadas de mosquitos, garrapatas y sarna.
Hoy me pregunto cuántos cubanos sin la debida preparación fueron a una
guerra que no era en su patria y murieron debido al capricho de la alta
dirigencia.
Fueron miles los muertos y los mutilados. Yo pude haber sido uno de ellos.
jorgeluigonza72015@gmail.com
Source: Mi preparación militar para la guerra de Angola CubanetCubanet -
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