martes, 16 de mayo de 2017

Ciro Bianchi Ross, entre 'dar un mal paso' y 'salir al paso'

Ciro Bianchi Ross, entre 'dar un mal paso' y 'salir al paso'
BORIS GONZÁLEZ ARENAS | La Habana | 16 de Mayo de 2017 - 09:19 CEST.

Los castristas, esa deriva inservible de los revolucionarios, los
comunistas, los martianos, los patriotas y los nacionalistas, estiman el
"salir al paso" como un modo de aumentar su relevancia institucional.

"Salir al paso" puede tener muchas acepciones. Cuando días atrás un
compatriota encabezó la marcha del Primero de Mayo con una bandera
estadounidense, una serie de militares vestidos de civil que llevaban
días disponiendo hasta el último detalle de una marcha que debía parecer
espontánea manifestación de nuestros obreros, "salieron al paso" del
abanderado, y a golpes le redujeron su espontaneidad. Probablemente la
única que sobrevivió a la meticulosidad castrense.

Pero hay otras formas de "salir al paso" y una de ellas está reservada a
los intelectuales. No tiene que ver con la leña ni el puntapié, se
adecua mejor al espíritu fatuo de quienes concilian la inteligencia y el
sometimiento. "Salir al paso" y permanecer a ojos de algunos como una
persona decente o intelectual de provecho es un arte. Son verdaderos
genios de su ejercicio Abel Prieto y Miguel Barnet, un poco menos Pedro
de la Hoz, mucho menos Enrique Ubieta —¿quién puede olvidar aquel "¿Para
quien la muerte es útil?" con que "salió al paso" del escándalo motivado
por el fallecimiento del mártir Orlando Zapata Tamayo?

En ningún caso Ciro Bianchi Ross clasifica en esta modalidad inmoral de
ejercicio ciudadano. Por años ha conseguido como pocos que los cubanos
conozcamos nuestra historia gracias a que Juventud Rebelde publica cada
domingo sus magníficos artículos. Compilaciones de ellos han sido
publicadas por diversas editoriales cuyos ejemplares son perseguidos
hasta el agotamiento, varios de los cuales me precio de poseer y he
regalado a amigos y amigas. Figuras admirables de nuestra historia como
el diplomático Cosme de la Torriente, el general mambí, político y
criador de gallos de lidia Carlos Mendieta Montefur o el periodista,
diplomático y político Manuel Márquez Sterling, son sustraídas por el
autor del olvido al que las confinó el castrismo, y restablecidas en su
merecida estimación pública.

Por eso cuando días atrás leí su artículo "Ni olvidado ni muerto",
dedicado en apariencia a Julio Antonio Mella, me sorprendí e indigné con
la lectura de sus últimos párrafos. Allí el autor arremete de forma poco
honrable contra la performance "¿Dónde está Mella?", ideada por el
artista Luis Manuel Otero Alcántara y realizada el pasado 22 de abril de
2017 cuando el nuevo Hotel Manzana Kempinzki abrió sus puertas.

La obra cuestionada por Ciro Bianchi Ross consistió en pararse en los
portales del flamante hotel, antigua Manzana de Gómez, con una caja
cubriendo su cabeza y forrada con la imagen del rostro de Julio Antonio
Mella. A sus pies exhibía la inscripción "¿Dónde está Mella?". La razón
de la obra fue que una estatua del líder comunista fue retirada del
edificio como paso previo a su restauración y conversión en el primer
hotel de lujo del país, con lo que los militares cubanos, sus dueños,
restauradores y beneficiarios, se inmiscuyen en el lucrativo negocio del
turismo de lujo.

Luis Manuel Otero Alcántara devino figura pública cuando en mayo de 2016
inauguró el Museo de la Disidencia, iniciativa polémica que hizo
coincidir las imágenes de Oswaldo Payá y Fidel Castro, junto a José
Martí y Hatuey.

Con preguntas y argumentos pretende Ciro Bianchi Ross difuminar la
validez de una iniciativa artística dirigida a despertar la conciencia,
no sobre la eliminación de un busto, sino sobre el peligro que corre
nuestra historia y patrimonio si es dejada al arbitrio de quienes solo
ven en ellos un objeto de lucro.

Asegura el periodista que muchas veces "se preguntó qué sentido tenía el
busto de Mella que se emplazó en el cruce de la galería comercial de la
Manzana de Gómez, y que se retiró hace siete años, algo antes de que el
viejo inmueble empezara a transformarse en un hotel de lujo, y que ahora
parece preocupar a algunos". Con ese "algunos" se refiere, sin siquiera
nombrarlo, a Luis Manuel Otero. Inmediatamente después agrega Bianchi
Ross: "Nada tuvo que ver Mella con dicha edificación", como si Lenin
hubiera tenido algo que ver con el terreno en el que se erigió un enorme
parque con su nombre en las afueras de la Habana o Karl Marx con un
teatro que antes se llamó Blanquita. Decisiones que probablemente
también aborrece Ciro Bianchi Ross pero que quizás se guarda para
declararlas cuando nuestros militares conviertan el vasto parque en una
filial de Disney World y en el Karl Marx, renombrado y también para
beneficio del erario castrense, se estrenen los éxitos de la última
temporada de Broadway.

"Además era", asegura el periodista, "desde lo artístico, una mala
pieza", apoyando su retiro desde la crítica enterada, y contrastándola
con otras semejantes conseguidas por manos más diestras. La idea, que es
válida, hubiera sido mejor en otro de sus artículos, en el que también
analizara la grotesca reproducción de Martí, en yeso o en plástico, por
cuanta institución docente, militar, académica, oficial y administrativa
hay en Cuba. Quizás mañana, cuando algún miembro de la familia Castro
firme una asociación comercial con McDonald's o Coca Cola, y los
estúpidos bustos de Martí sean sustituidos por puestos para la venta de
hamburguesas y refrescos, Ciro Bianchi realice loas eruditas a la
sustitución.

Tal vez desconoce Ciro Bianchi Ross que la humilde militancia cívica de
Luis Manuel Otero Alcántara le granjeó la desagradable atención de
oficiales de la Seguridad del Estado. Y que fue por trabajar con él en
el Museo de la Disidencia que Yanelis Núñez Leyva, su esposa, fue
expulsada, inmediatamente después de fundado el Museo de la Disidencia,
de la revista Revolución y Cultura donde trabajaba. Una publicación del
Ministerio de Cultura, precisamente la institución que debería cuidar
con esmero a personas de su sensibilidad.

Pero lo más importante, y que Bianchi Ross debe saberlo la próxima vez
que le sugieran con amabilidad que disponga sus teclas a fines tan
distantes de su competencia, es que de la misma oficina de la que sale
la orden de "salirle al paso" al artista, sale aquella que golpea cada
domingo a las Damas de Blanco y que confina en miserables prisiones a
cientos de sus compatriotas por expresarse con libertad.

El autor, que tiene autoridad intelectual de sobra y por ello resulta
inaceptable esta fallida intromisión en la represión política, debería
dejar tan cuestionables instintos a otros que ya en el pasado se han
destacado en ello. Silvio Rodríguez, el extraordinario compositor que
aprobó con su silencio de diputado el asesinato de los pasajeros del
remolcador "13 de Marzo" en 1994; Roberto Fernández Retamar, el poeta
que firmó el asesinato expedito de los tres secuestradores de la lancha
de Regla desde la membresía del Consejo de Estado; o Luisa Campuzano,
precisamente la erudita que consintió la expulsión de Yanelis Núñez de
la revista Revolución y Cultura.

Tú no Ciro, tú representas la esperanza de reconstruir la historia de
nuestra nación con dignidad y tino. Y si la firmeza de principios es
difícil de mantener, está probado que es imposible hacerlo cuando se
comienzan estos devaneos con el paramilitarismo y la burocracia.

Source: Ciro Bianchi Ross, entre 'dar un mal paso' y 'salir al paso' |
Diario de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1494874412_31135.html

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