miércoles, 4 de julio de 2012

La iglesia cubana y el parte aguas de la política

La iglesia cubana y el parte aguas de la política
Miércoles, Julio 4, 2012 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces

GUANTÁNAMO, Cuba, julio, www.cubanet.org -Las declaraciones del
Arzobispo Jaime Ortega y Alamino durante su reciente visita a la
Universidad de Harvard, E.U.A., y la secuela de respuestas que le
sucedieron resonaron en nuestra Iglesia. Una disculpa habría bastado
para acallar las protestas pero a más de dos meses del suceso eso no ha
ocurrido.

Tratando de defender lo indefendible algunas personas cercanas a
Monseñor Ortega asumieron su defensa multiplicando los efectos de la
polémica, circunstancia muy bien aprovechada por los que medran con los
errores ajenos, quienes arremetieron sin respeto alguno contra el
Arzobispo, y algo peor, han evaluado toda su vida dedicada al servicio
por el prisma del infeliz suceso.

A pesar de que la polémica se ha desarrollado fundamentalmente en el
ciberespacio- lugar inaccesible para la gran mayoría de los cubanos- el
hecho ha tenido repercusión en la feligresía, la cual se ha alineado
según sus posiciones, porque es una verdad indubitable que el pueblo de
Dios también vive dentro del mundo y esa parte de él que nos ha tocado
por condición natural es Cuba, un país donde todo pasa por el parte
aguas de la política.

La Iglesia Católica es una de las instituciones más atacadas a nivel
internacional y la cubana no es la excepción. Invito a quienes duden de
esto a que entren al sitio Cubadebate y busquen las opiniones de los
foristas acerca de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba; de hacerlo
verificarán cuánta ignorancia existe acerca de nuestra Iglesia y cómo
los repiques del odio ni siquiera tienen que ser organizados por el
gobierno para reclamar su espacio.

No tenemos nada que perder al afirmar que nuestra Iglesia no es
homogénea. Estuve en la celebración de la eucaristía en la Plaza de la
Revolución Antonio de la Caridad Maceo Grajales, de Santiago de Cuba, el
mismo día de la llegada del Papa. A escasos metros del lugar donde me
encontraba ocurrió el incidente que de inmediato fue reportado por
numerosos medios de prensa. Aunque no pude ver lo ocurrido este hecho se
convirtió en conversación obligada durante esos días. Luego vi el video
que captó el suceso. Un domingo, saliendo del templo, comenté sobre el
ataque cobarde e injustificado que sufrió el ciudadano que alteró el
orden en el lugar y un hermano me respondió tajantemente: "Se lo tiene
merecido". Esta respuesta me asombró; lo mismo me ocurrió al escuchar
decir a un representante del Vaticano, en el video mencionado, durante
la conferencia de prensa celebrada ese mismo día al finalizar la misa,
que lo ocurrido había sido insignificante. ¿Insignificante la agresión
gratuita a otro hermano? ¿Insignificante un hecho que revela hasta qué
punto está estructurada y legitimada la violencia en nuestra sociedad
cuando se actúa a favor del gobierno?

Durante una lectura bíblica acompañada de varias reflexiones salió a
relucir el caso de los cinco cubanos presos en los E.U.A. y dije que no
era correcto limitar el encuentro de algunos de ellos con sus esposas ni
enviarlos a cárceles tan distantes de Miami. "¡Pero si eso mismo es lo
que hace el gobierno cubano a los presos de conciencia!", me
respondieron. Sin quererlo me ofrecieron la clave que a veces se usa al
evaluar casos como éste y que no es más que la Ley del Talión, con total
olvido de lo que al respecto enseñó Jesús.

Por otra parte, algunos dignatarios de nuestra Iglesia afirman que
existe un diálogo con el gobierno olvidando que un verdadero diálogo,
como lo exige nuestra situación, no es un encuentro cada seis meses, un
año o más, sino un ejercicio de interlocución que pasa por encuentros
realizados con menor periodicidad, con una agenda que implique la
discusión de todos los problemas que preocupan y laceran a nuestro
pueblo. Un verdadero diálogo implica la participación de todas las
fuerzas de la sociedad civil cubana, la que está legitimada por el
gobierno y la que actúa sin su consentimiento porque se le niega la
legitimidad que merece. Llamarle diálogo a encuentros convocados
únicamente por el gobierno, donde se discuten situaciones puntuales
propuestas por el gobierno y se evade el análisis de problemas
acuciantes para Cuba es un sofisma.

En nuestra Iglesia también hay hermanos que eluden el menor de los
tratos con quienes apoyan al gobierno olvidando que ellos tienen
nuestra misma dignidad porque fueron creados, como nosotros, a imagen y
semejanza de Dios. No dejan de existir otros que se alegran de los
padecimientos de salud y errores de algunos líderes e incluso les
desean la muerte. Posturas como éstas existen en una Iglesia donde a
veces las enseñanzas van por un lado y la práctica por otro, porque
bastaría una atenta lectura de los Evangelios para saber que nada
ganamos con la muerte ni la desgracia de ningún ser humano. Si alguna de
estas personas se hubiera detenido en las páginas iniciales de esa obra
cumbre de la literatura que es "¿Por quién doblan las campanas?", del
escritor norteamericano Ernest Hemingway, habría leído los hermosos
versos del clérigo John Donne, pertenecientes a su "Sermón XVII", que
fueron consignados por el novelista al inicio de su libro, en los que el
poeta afirma: "La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy
involucrado en la humanidad".

Como afirmó Hans Küng, lo que logre o no la Iglesia se deberá a la
actuación de nosotros los cristianos. La misericordia, la tolerancia,
la humildad, decir la verdad y defenderla a pesar de los riesgos, ser
capaces de tenderles nuestras manos a los enemigos son actitudes que
tienen que comenzar por casa.
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