Cuba: Ni Obama, ni Trump, la gran preocupación son las papas
UVA DE ARAGÓN
Cuando el presidente Obama visitó la isla en marzo del año pasado, se
robó el corazón de los cubanos. Les agradó que viajara con su familia,
incluyendo la suegra; que abriera el paraguas para proteger a su esposa
de la lluvia; que caminara por las calles de La Habana, cenara en una
paladar, hablara un poco de español. Ya antes de llegar había aparecido
en el programa con el famoso Pánfilo y había enviado un tuit en el argot
popular, "¡Qué bolá, Cuba!".
Aunque trasmitieron su discurso en vivo, y no se ha visto de nuevo por
televisión, hay quienes recuerdan frases exactas, y todos, su esencia
conciliadora. Muchos, sin embargo, no se han enterado o están un poco
confundidos sobre el alcance de la orden ejecutiva, firmada días antes
de terminar su presidencia, que puso fin a la era de "pies mojados, pies
secos", de modo que Obama continúa siendo muy popular en Cuba.
De Trump se habla poco. A quienes pregunté durante mi viaje reciente a
La Habana, personas con capacidad de análisis, coincidieron que el
gobierno está, para utilizar una metáfora del béisbol, "quieto en base".
Mira para todos lados y no se mueve. No saben qué pasos pueda tomar la
nueva administración y prefieren pasar inadvertidos por el momento, que
sea Washington quien dé alguna señal. Sin embargo, recientemente, en una
reunión en Caracas en honor a la memoria de Hugo Chávez, Raúl Castro se
sumó al coro de fuertes críticos de la nueva administración
estadounidense. En la isla, la mayoría cree que, al ser un hombre de
negocios, el presidente Trump verá en Cuba una oportunidad, no un
conflicto ideológico.
En los días que estuve en La Habana, el tuit en que informaba que había
cenado con el senador Rubio y estaban de acuerdo en las cuestiones de
Cuba, alarmó a los que poseen acceso al internet y siguen las noticias
de Estados Unidos. Tampoco les pasa inadvertido que cuando murió Fidel
Castro, Trump expresó en las redes sociales que fallecía un "brutal
dictador", mientras Obama se limitó a escribir que "la historia daría el
juicio final". Pero entonces Trump acababa de ganar las elecciones y no
ejercía aún la presidencia. ¿Cambiará su perspectiva desde La Casa
Blanca? Con otras prioridades como presidente, sospechan que pasará
tiempo antes de que se ocupe de Cuba. Y quizás por primera vez en mucho
tiempo, a los cubanos no les importa no ser una prioridad en la agenda
estadounidense.
Con todo, nadie cree que Trump romperá relaciones diplomáticas, pero se
teme que limite las remesas. No parece probable que quiera pelearse con
las aerolíneas y que vaya a restringir el flujo de estadounidenses que
viajan a Cuba, pero tampoco hay optimismo en cuanto a que amplíe las
categorías de los que pueden visitar Cuba y que aumente el turismo de
forma considerable. Quizás sea lo mejor, pues de momento no parece que
exista capacidad para un incremento dramático de visitantes a la isla,
más cuando al norteamericano no le interesa, como a los canadienses, el
turismo de "enclave". No desean ir a un lugar determinado con todo
incluido. Cuba, y La Habana en especial, viven en el imaginario de los
norteamericanos que ya peinan canas, y prefieren tomar mojitos en La
Bodeguita del Medio, daiquirís en el Floridita, visitar el Sloppy Joe's,
ir a Cojímar y a la finca Vigía en busca de las huellas de Papa
Hemigway. Les encanta pasear por La Habana con camisas hawaianas y
sombreros de guano en viejos convertibles remodelados y recién pintados.
También visitan el Museo de Arte Cubano y el Teatro Alicia Alonso (el
antiguo Teatro de La Habana, García Lorca), recién remodelado.
El turismo
El incremento en el turismo ha afectado a gran parte de la población,
algunos para bien, a otros para mal. Lo que más ha aumentado es el
número de personas con licencias para alquilar habitaciones. En el avión
a La Habana me senté con un matrimonio, parte de un grupo de ocho, y
según me dijo la esposa, en un español con acento, se hospedarían en
"casas particulares". Para el turista, los "bed and breakfasts" ofrecen
la ventaja de un trato más directo con los cubanos, la cultura, la
lengua. Además, los precios de los hoteles se han disparado. Una
habitación en el Hotel Nacional, el Melía Cohiba , o incluso en el
Capri, puede costar más de $400 por noche. En los "B & B" se paga como
promedio de $50 a $45 la noche, según la zona. También hay grandes
mansiones en Miramar que pueden alquilarse completas para 10 personas
por más de $4,000 a la semana. El dinero que gastan los turistas circula
entre empleados de hoteles, guías turísticos, choferes de buses,
taxistas, camareros, dueños de casas particulares con habitaciones para
alquilar, artesanos, músicos, y un largo etcétera.
Visité en La Habana Vieja el Cajellón de los Peluqueros, que comenzó con
una idea y el entusiasmo del ya famoso estilista Gilberto Valladares,
más conocido por "Papito". Con el apoyo de la Oficina del Historiador de
La Habana, Eusebio Leal, Papito logró restaurar un viejo edificio y
abrió una Escuela de Peluquería y Barbería, que es a la vez una especie
de museo vivo, pues igual se admira una caja registradora de hace más de
medio siglo que se recibe un corte de pelo moderno. El proyecto Arte
Corte de Papito se ha extendido de tal forma que la calle Aguiar entre
Peña Pobre y Avenida de las Misiones es ahora peatonal e incluye
galerías de arte, bares, restaurantes de comida criolla e internacional,
tiendas de artesanía y confecciones de textiles tradicionales, como la
guayabera. Todo el barrio de la Loma del Ángel, en que los amantes de la
literatura creemos que nos tropezaremos en cualquier momento con Cecilia
Valdés, se ha revitalizado de tal forma que igual florece un lindo
proyecto comunitario para los abuelos, que es incluido en el recorrido
de los tours turísticos, y estas callecitas habaneras que parecen
salidas de un pueblito europeo se ven colmados de extranjeros.
El turismo no se limita a La Habana. El Valle de Viñales, con sus
majestuosos mogotes y su rica flora, se mantiene igual, pero el pueblo
ha cambiado. Un gran número de casas han sido remodeladas para acoger a
turistas, pues los hoteles no dan abasto, y a lo largo de la calle
Salvador Cisneros, la principal del pueblo de Viñales, se han
establecidos quioscos, donde igual uno puede hacerse un manicure que
arreglar un teléfono celular. Aunque mucho más modesto que el Callejón
de los Peluqueros, ya sean los guajiros con sus gallos, las jóvenes con
bailes típicos o los vendedores de frutas o de tabacos, todos buscan
algo que venderle a los turistas.
El transporte y los alimentos siguen siendo un problema
La desigualdad es cada día mayor, y aunque hay que aplaudir el progreso
de un porcentaje considerable de cubanos, no puede olvidarse lo difícil
que es la vida cotidiana para muchos. Las quejas mayores que escuché
fueron sobre el transporte y el alto precio y escasez de algunos
alimentos, acaparados por los dueños de paladares y B & B, pues aún no
existen mercados mayoristas donde puedan comprar. Estos son algunos de
los efectos negativos del turismo para el ciudadano común que no se
beneficia económicamente de la presencia extranjera.
Le oí a una familia comentarios positivos sobre el trato a un paciente
en el Hospital Ameijeiras, mientras otros me hicieron historias
espantosas sobre el estado del hospital Celia Sánchez Manduley en
Manzanillo, donde se les acababa de morir un pariente. Ambos relatos me
parecieron fidedignos y prueba de que La Habana no representa toda Cuba.
La Feria Internacional del Libro sigue siendo un acontecimiento de gran
popularidad. Y La Habana, cada día con más tráfico, más vida, más
edificios pintados, más restoranes, ofrece una variada vida cultural, lo
mismo un exquisito concierto de música de Cámara en la Basílica de San
Francisco, que una niña recitando el poema de Bonifacio Byrne a la
bandera en un centro comunitario en un barrio que parece haber sufrido
un bombardeo la noche anterior. La capital cubana, con sus anchas
avenidas, su concurrido Malecón, sus majestuosas estatuas ecuestres,
mantiene aún zonas oscuras, tanto literalmente, por la pobre iluminación
de las calles, como por los problemas que sufren las clases marginadas.
Apenas quedan señales de utopía de una sociedad igualitaria que impulsó
a la Revolución Cubana.
No sé cuánto se enteran los turistas sobre la vida del cubano de a pie,
las dificultades que pasan para montarse en una guagua o un botero
(carros que van por las arterias principales de la ciudad y cobran en
pesos cubanos), lo que tienen que inventar si se les rompe el tanque de
agua, y todo lo que luchan por los problemas que presenta la vida
cotidiana. Comprar 5 libras de papa, cuando las hay, es toda una faena.
Y de eso se preocupan más los cubanos, de las papas que de los
presidentes estadounidenses. Obama y los alegres turistas son una
curiosidad, una distracción, una esperanza, y para algunos, una buena
propina o un mejor trabajo. Trump, una incógnita indescifrable, pero
menos importantes que si llegó el papel higiénico
En el fondo, los cubanos se saben solos. Cuentan únicamente con la
familia. Quizás ahora que no tienen la esperanza de llegar a la Yuma en
balsa o por la ruta del caminante, se enfrenten con determinación a
lograr los cambios que tienen que venir de adentro para esa Cuba mejor
que tantos soñamos.
Source: Cuba: Ni Obama, ni Trump, la gran preocupación son las papas |
El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/cuba-es/article139008658.html
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