Con un carro no se pasa trabajo en Cuba
Reinier tiene mente positiva. Cree que se va a demorar, pero tal vez en
dos años más él logre tener su auto arreglado
Viernes, marzo 10, 2017 | Iris Lourdes Gómez García
LA HABANA, Cuba.- El sueño de Reinier siempre fue tener un carrito para
escapar a los horrores del transporte público en La Habana. Después de
muchos años ahorrando quilo a quilo y peso a peso, por fin pensó en
comprarse uno. Con ayuda de tres parientes que le prestaron dinero se
compró el más pequeño, barato y económico carro que existe en Cuba: un
Fiat 126, conocido como Fiat polaco o Polski, fabricado en 1984.
Apurado, compró el primero que le enseñaron porque sabía que estaba bien
barato (2000 dólares). Recién reparado, solo tenía que armarlo. El
vendedor y el amigo que los presentó le prometieron que todo lo que le
faltaba (la pizarra, paños de puertas, alfombras y cristales de las
puertas) se lo irían "resolviendo" poco a poco. Le buscaron el mejor
mecánico de Polski de La Habana, que terminaría de poner toda la
mecánica a punto.
A través de un notario se hizo el traspaso de propiedad, pagando el
servicio y los sellos de timbre correspondientes. Cuando tuvo este
documento en sus manos se enteró de que además tenía un mes para pagar
al Estado el 4% del valor declarado en la propiedad, que era el mínimo
que permitía la ley. Tuvo que pedir prestado ese valor también.
El tremendo mecánico comenzó a trabajar. Se llevó el motor y lo trajo
"como nuevo", cobrando 350 dólares. Le dijo que al principio podía
fallar un poco pues las piezas eran nuevas y tenían que irse ajustando
entre sí. Reinier lo encendía, lo caminaba en su cuadra y no lograba ver
que se ajustaran finalmente las piezas. Ya cansado, abrió el motor y vio
que el mecánico no había hecho nada. Estaba todo idéntico al primer día,
hasta el aceite estaba negro (de viejo); ni eso le cambió. No valieron
amenazas, el mecánico no respondió y el amigo, que tantas piezas y
partes decía tener, no aportó ni una. Para no verse envuelto con la
policía en un juicio por estafa, todo se quedó así.
Varios meses y cientos de dólares le costaron a Reinier armar el carro
por completo. Del motor tuvo que comprar los pistones y aros en la
tienda, se rectificó la camisa; todo por un aproximado de 200 dólares.
Cuando ya estaba bien, vio que el motor de arranque no funcionaba como
debía. El Estado le vendió uno nuevo por 258 dólares.
Tuvo que cambiar la tapa del block del motor, que estaba rajada. La
nueva, de uso, costó 250. La bomba de gasolina y la de frenos las compró
por 20 cada una. El carburador lo pudo reparar por sólo 6. Le faltaba el
muelle, que dicen que en el Polski es muy importante. Se percató que
por una junta de goma se escapaba el aceite. La dirección estaba muy
dura; le habían soldado mal unas parrillas de abajo y hubo que
cambiarlas. También el eje. Los focos delanteros los compró en la tienda
a 70 dólares la pareja. Se hizo de llantas y gomas nuevas.
El forro de los asientos costó 120 dólares. Los paños de puertas los
hizo él mismo con plástico. En vez de cristales puso acrílicos, pues los
originales cuestan 89 cada uno. Por suerte, las alfombras se las regalaron.
Cuando al cabo de un año el carro estuvo listo, todavía Reinier no había
podido sacar la licencia de conducción porque para eso debe viajar a la
provincia de Granma: su dirección del carné de identidad es de allí. Se
hizo el examen médico, el de la vista y pasó la escuela de conducción,
pero no le dan la licencia en La Habana si no está registrado
oficialmente en esta provincia. Algo que no ha podido hacer pese a
llevar muchos años viviendo en la capital.
En espera de tiempo y dinero para viajar, tenía el Polski en la puerta
de su casa cuando un carro de policía perdió los frenos y lo chocó.
Quedó destruida toda la mitad izquierda, desde el foco delantero hasta
las puertas de ese lado. Aunque él se encontraba en el interior de la
vivienda y el carro lo tenía parqueado, para tomarle declaración le
midieron el aliento etílico.
Todos sus amigos y conocidos, incluidos los policías relacionados con el
accidente, le sugirieron que no reclame; si van a juicio, va a tener que
pagar una grúa que remolque el carro hasta el lugar donde tasan los
daños, que sabe Dios dónde es. Cuesta unos 100 dólares llevarlo,
esperarlo y traerlo, y al final la tasación se ajustará a los precios de
los años 70, que ya nada tienen que ver con la realidad. Es posible que
al cambio le den 15 o 20 dólares, que es mucho menos de lo que va a
cobrar la grúa. Después, tendría que esperar varios meses por el juicio,
y si le aprueban un dinero, esperar a que en la Caja de Resarcimientos
tengan el efectivo para pagar
Reinier tiene mente positiva. Dice que al final lo mejor que pudo pasar
es que el carro sin frenos no haya matado a nadie. Cree que se va a
demorar, pero tal vez en dos años más él logre tener su auto arreglado.
Después de todo, su sueño es tener un carrito para no pasar trabajo.
Source: Con un carro no se pasa trabajo en Cuba CubanetCubanet -
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