domingo, 9 de agosto de 2015

Una mujer en la Casa Blanca

Una mujer en la Casa Blanca
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 9 Ago 2015 - 1:11 pm.

¿Está preparada la sociedad norteamericana para elegir a una mujer,
demócrata o republicana?

Por razones contrarias, Carly Fiorina y Donald Trump fueron los
personajes centrales de los dos recientes debates republicanos. Es
posible que este primer evento público haya descarrilado totalmente la
candidatura de Trump a la presidencia, pero ha servido, en cambio, para
potenciar seriamente la de Fiorina.

Fiorina fue la más distinguida dentro de su grupo de siete aspirantes,
de acuerdo con el 83% de los encuestados. Trump, en cambio, decepcionó a
un número considerable de los republicanos congregados por Fox para
evaluar los resultados del debate. Al focus group le pareció un tipo
desconsiderado, superficial y avasallador. "You are fired", pudieron
decirle al final de la discusión. Usted está despedido.

Sin embargo, tienen puntos de convergencia. Ni Fiorina ni Trump son
políticos profesionales. Ambos provienen del mundo empresarial,
disfrutan de una holgada situación económica y han sido educados en
buenas universidades. Trump reivindica una fortuna personal de 4.000
millones de dólares, pero es tal el embrollo de sus múltiples negocios
que es difícil saberlo con precisión.

Entre 1999 y 2005 Fiorina fue la CEO o Presidente de Hewlett-Packard,
una gigantesca corporación tecnológica creada en el mítico garaje de
Sillicon Valley (California) en 1939 por los dos ingenieros que le
dieron nombre a la compañía. La empresa hoy tiene 300.000 empleados,
opera en medio planeta, y vende 111.000 millones de dólares anuales, una
cifra mayor que el PIB de más de 100 países.

En su momento, la Junta de Accionistas despidió a Fiorina de su cargo,
le pagó 40 millones de dólares como compensación, y aclaró que
prescindía de ella por su estilo de gerencia y no por sus resultados.

Donald Trump es una conocidísima personalidad de la televisión y un
empresario notable de bienes inmuebles, casinos, concursos de belleza,
libros, y otras múltiples actividades, incluida una línea de ropa de
hombre. Su nombre se ha convertido en una marca asociada a su extraña
pelambre rubia que muchos piensan (erradamente) que es una inverosímil
peluca. Nadie elige un nido de pájaros para simular una cabellera.

Trump tiene una docena de bancarrotas a sus espaldas, una complicada
biografía genital compartida con diversas señoras estupendas, y un
historial sospechoso de pleitos civiles y penales que mantienen al FBI
en vilo permanente, aunque nunca, creo, lo han acusado formalmente de nada.

Demandó al comediante Bill Maher porque este dudó de que pudiera
demostrar que no era hijo de un orangután. La maliciosa falsedad era
fácil de desmentir: Trump ha hecho del exabrupto y el insulto su manera
más eficaz de instalarse en los titulares de los medios, mientras los
orangutanes suelen ser gentiles, silenciosos y algo melancólicos. Por
ahí no van los genes.

Aunque es demasiado temprano para hacer cábalas, si Hillary Clinton es
la candidata de los demócratas —lo que cada día parece más improbable
dado el creciente escándalo de los emails perdidos—, acaso se enfrente a
Fiorino. De esa manera no habría la menor duda de que en 2017 Estados
Unidos tendría a una dama sentada en la Casa Blanca.

En todo caso, ¿está preparada la sociedad norteamericana para elegir a
una mujer, demócrata o republicana? Supongo que sí. El gran legado de
Barack Obama no es su obra de gobierno, que tiene aspectos positivos y
negativos, sino el hecho mismo de que fuera elegido y reelegido. Tras
sus dos triunfos consecutivos no queda duda de que los votantes
norteamericanos son mucho más aceptantes de lo que sostenía el
prejuiciado estereotipo.

Lo que está menos claro es si elegirían a un empresario. Los 44
inquilinos que hasta ahora se han hospedado en la Casa Blanca
generalmente han sido militares, abogados, ingenieros, políticos en
ejercicio, un sastre, un maestro y un actor, pero pocos empresarios, y
los que han tenido esa experiencia no han poseído o dirigido grandes
compañías, sino pequeñas entidades generalmente vinculadas a la
producción agrícola.

En los comicios de 2012, cuando Obama se enfrentó a Mitt Romney, un
inversionista mormón grande y exitoso, uno de sus argumentos más
eficaces fue que los empresarios están adiestrados para maximizar sus
beneficios y no para identificar el bien común.

Supongo que si la candidata republicana es Fiorina, tendrá que hacerle
frente a ese ataque. Tal vez responda que hay principios generales de la
economía que funcionan en todos los ámbitos.

Dirá, por ejemplo, que los empresarios saben cómo controlar los gastos,
aumentar la productividad y propiciar la generación de empleos rentables
en el sector privado, algo que les está vedado a los organizadores
sociales, mucho más preocupados en crear redes clientelares alimentadas
por los presupuestos públicos.

Será muy interesante ese nuevo debate.

Source: Una mujer en la Casa Blanca | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1439118666_16230.html

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