Román José Sandia
Martes, 10 de julio de 2012
De su postración ante la dictadura comunista de los Castro basta oírle
en cualquier escenario. Su dependencia emocional es tan grande que no
puede dejar de nombrar a Fidel Castro, como cualquier adolescente
enamorado que busca nombrar el objeto de sus desvelos sin el menor
disimulo y en razón de cualquier excusa.
"Dime de qué presumes y te diré de qué careces", dice el refrán. El
castizo, Chávez no podría estar muy lejos de presumir de lo que más
carece. Su verborrea independentista trata de disimular la más rastrera
dependencia que tiene su régimen de potencias extranjeras de todos los
tamaños.
De su postración ante la dictadura comunista de los Castro basta oírle
en cualquier escenario. Su dependencia emocional es tan grande que no
puede dejar de nombrar a Fidel Castro, como cualquier adolescente
enamorado que busca nombrar el objeto de sus desvelos sin el menor
disimulo y en razón de cualquier excusa. Así lo oímos hablar en los
minutos que le seguimos ante la última reunión turística del Foro de Sao
Paulo, celebrada en Caracas y financiada con el presupuesto que no llega
a los hospitales venezolanos.
Cuba se ha convertido en estos años, desde que Fidel Castro
socarronamente condenó el golpe militar fracasado del 4F de 1992, en la
obsesión del caudillo barinés. Este no da paso sin consultarle al
oráculo de La habana. No importa cuál sea el interés nacional. Se ha
plegado a la desfalleciente dictadura de la isla con la ilusión de poder
repetir el longevo dominio que durante más de medio siglo esclaviza al
pueblo cubano.
¿De cuál independencia puede hablar Chávez, si hoy Venezuela está más
lejos que nunca de tenerla? El pasado 5 de julio, aniversario de la
firma del Acta de Independencia de 1811, un mensaje que recorría los
teléfonos celulares decía: "Aviones rusos, médicos cubanos, carros
iraníes, caraotas y café nicaragüenses, arroz gringo, carne argentina,
pollos brasileros, casas bielorrusas, obreros chinos. Feliz día de la
Independencia".
En cada uno de los innumerables convenios que Chávez firma a troche y
moche, Venezuela se compromete es a pagar, a dar petróleo a futuro, a
endeudarse, a hipotecarse. A cambio Venezuela no ofrece sino pagar,
pagar y pagar. No se sabe de ningún convenio que promueva alguna
industria venezolana.
En el último desaguisado cometido por el gran canciller Maduro,
Venezuela entrará a Mercosur sólo por la chequera. Argentina, Brasil y
Uruguay se frotan las manos porque los aranceles bajarán para sus
productos y la Venezuela petrolera pagará los altos fletes por
importaciones que muy bien puede seguir trayendo de la vecina Colombia o
de los EE.UU. (no en vano Venezuela le compra hoy a la economía
estadounidense más que nunca, es su mayor socio comercial todavía).
Lo más contradictorio es la propaganda que hace el convaleciente
comandante de su relación con el país más capitalista del mundo: China.
Ahora anuncia que Venezuela participará en la construcción de tres
refinerías pero en el territorio del gigante asiático, que se suma a la
hipoteca del fondo chino y a la importación de mano de obra china para
los contratos asignados a empresas de ese país que desplazan a nuestros
obreros y a nuestras constructoras.
El anti-imperialismo chavista es un degenerado y falso
anti-norteamericanismo, feliz de entregarse a la isla de los hermanos
Castro y al Partido Comunista de China, promotor del capitalismo más
salvaje y protagonista del más acelerado imperialismo del momento.
rjsandia@hotmail.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5216722.asp
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