sábado, 19 de noviembre de 2016

En la nube de Trump

En la nube de Trump
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 19 de Noviembre de 2016 - 00:32 CET.

El drama se repite, pero esta vez sí es como comedia. Una muy
considerable porción de cubanos residentes en Estados Unidos —y no pocos
en Cuba, más aún entre disidentes y opositores—, se han revelado
incondicionales e incluso fanáticos de Donald Trump. Y fanáticos al fin
(como el fidelismo los enseñó a ser desde chiquitos), consideran que
todo el que no comparte sus simpatías por Trump es un enemigo o peor, un
comunista agazapado.

La razón que no tiene conciencia de sus propios límites es una débil
razón, dijo Pascal, y no está de más que otra vez lo repita ante el
gracioso panorama de los trumpistas cubanos, instalados en la nube
populista como si no hubieran tenido de sobra con Fidel Castro, y
dispuestos a linchar a cualquiera que escriba una opinión contraria a la
suya, sin ahorrarse ofensas y descalificaciones. Da la impresión de que,
tal como ocurriera en los pavorosos días del auge del fidelismo, se
prestarían tan campantes a salir a las calles a gritar paredón para todo
el que no esté con Trump.

De hecho, una de las respuestas que suelen escribir como lectores ante
cada artículo cuestionador de Trump, es que a quien no le guste el nuevo
presidente, debe irse de Estados Unidos. Como si este gran país fuera
feudo particular de alguien, igual que aquella islita subdesarrollada, y
como si en la sólida democracia estadounidense no estuviera prevista la
posibilidad, legítima y ordenada, de que cada cuatro años la gente
enmiende sus desaciertos electorales.

A mí no me gusta Trump, ni me gustaba Clinton. Pero me complace
enormemente vivir en Estados Unidos. Su sistema de vida es lo que más me
atrae, por encima incluso de sus oportunidades económicas. De modo que
aquí me quedaré. Tampoco tengo una buena opinión del modo en que han
estado marchando las cosas en la política, a partir de un establishment
que sin duda precisa ser removido. Pero tengo la firme convicción de que
el sistema democrático de este país es una de las mayores conquistas de
la civilización terrestre. Mayor que el descubrimiento del átomo. Así es
que son los políticos de Estados Unidos, con Trump o sin él, quienes
deberán deshacer sus propios entuertos, sí es que en verdad quieren
tomarse en serio lo mucho que tienen que salvar, para sus ciudadanos y
para la humanidad.

Desde luego que nada aquí podrá volver a ser como hace 50 años,
sencillamente porque la rueda de la historia no tiene marcha atrás, a no
ser en casos muy excepcionales como el de Cuba, donde nos reenviaron a
las cavernas diciéndonos que era el futuro. Pero obviamente muchos de
los fundamentos que hicieron grande a esta nación americana conservan
todavía su plena vigencia. De la misma manera, también hay algunos que
debieron ser superados por el progreso histórico. De lo que se trata es
de corregir el tiro y seguir adelante.

Pretender hacer tabla rasa con todo lo existente hoy en un sistema que
es patrimonio de la nación y que con todo y sus defectos continúa siendo
un patrón para el mundo desarrollado, es como querer embotellar
suspiros. Pretender hacerlo guiado únicamente por las nostalgias de un
millonario trasnochado es, además, una garrafal irresponsabilidad histórica.

"La verdadera revolución es la de conservar cosas que permitan salvar al
mundo de su expolio indiscriminado y su belleza". Es la advertencia de
uno de los grandes filósofos de nuestros días, Alain Finkielkraut, a
quien nadie podría acusar de comunista. Con todo, no es la que más me
gustaría aplicar en el caso de los líderes populistas de nueva hornada,
sean de izquierda o de derecha. Para ellos, se ajusta como un guante
aquello que escribiera Groucho Marx: "La política es el arte de buscar
problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después
los remedios equivocados".

Source: En la nube de Trump | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1479500674_26838.html

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