miércoles, 4 de julio de 2012

Rateros por obligación

Rateros por obligación
Miércoles, 04 de Julio de 2012 00:40
Escrito por Ilei Urrutia Álvarez

Cuba actualidad, San Miguel del Padrón, La Habana, (PD) Los llamaré
Sonia y Fermín. Llevan cerca de ocho años casados. Tienen dos niñas, una
de siete y otra de cuatro. Cuando visité su pequeña casa por vez primera
observé que su poder adquisitivo era superior al de muchos cubanos. Esta
solvencia económica no provenía del salario que devengaban por su
trabajo. Su dinero provenía del robo, de esto me enteré a medida que se
fortalecía nuestra amistad.

Ella era dependienta en una cafetería de propiedad estatal y Fermín
trabajaba en una fábrica de zapatos, también del estado. Cada uno tenía
un sueldo que rondaba entre los doscientos y los trescientos pesos
cubanos. Mantenerse cuatro personas durante un mes con esos salarios es
imposible, por eso Sonia y Fermín siempre estuvieron dispuestos a
"resolver", a como diera lugar, el monto de dinero necesario para cubrir
las necesidades de su hogar.

Sonia, para aumentar su entrada de dinero, le ponía menos jamón y queso
al pan, y al refresco preparado en el establecimiento le echaba menos
azúcar. Así, el sobrante del jamón, el queso, el azúcar o cualquier otro
producto al que le pudiera aplicar el mismo modus operandi, terminaba en
su casa. Luego vendía una parte en el mercado negro y la otra la
consumía la familia.

Fermín trabajaba en el almacén de proceso intermedio de la fábrica,
donde se almacenaban los lotes de la parte superior de los zapatos, que
después pasaban a la línea de montaje donde se les colocaban las suelas.

La meta de Fermín era llevarse un par de zapatos cada vez que se le
diera la oportunidad. Para ello tomó un par de sus medias y le quitó la
parte del pie, utilizando solamente el segmento de la pierna. Este
"invento" le permitía sujetar en cada pierna una suela de un material
llamado microporo. Las dos partes superiores del zapato se las llevaba
escondidas en la cintura, sujetadas por el cinto del pantalón. Esto
quedaba bajo una camisa que obligatoriamente tenía que usar por fuera y
que debía ser ancha, larga y de tela dura (preferiblemente caqui) para
que no se le pegara al cuerpo. Era muy incomodo y caluroso, en ocasiones
debía pasar su jornada laboral completa con todo aquello arriba, pero
tenía que aprovechar el momento en que la vigilancia flaqueara para
"cargarse", y eso podía ser a cualquier hora del día. Luego en casa
montaba el zapato en la suela y al venderlo en el mercado negro podía
ver el fruto de su sacrificio.

Todo este proceder lo ocultaban a sus hijas, no querían darle un mal
ejemplo. Una vez me confesaron que se sentían como vulgares rateros.
También estaba el problema de la culpabilidad, ella se sentía culpable
por echarle menos jamón y queso al pan pues perjudicaba al cliente y
cada par de zapatos que Fermín lograba extraer del centro laboral, lo
hacía sentirse culpable pues perjudicaba a los responsables de que no
existiera faltante en el proceso de fabricación.

La última vez que los vi, hace alrededor de dos años, me dijeron,
literalmente: "Nos vamos del país porque no queremos ver a nuestras
hijas seguir creciendo en este charco de mierda socialista". Desde
entonces no sé nada de ellos porque a sus familiares nunca los conocí
pues no son de La Habana. Me pregunto: ¿Se los habrá tragado el mar?
Para Cuba actualidad: gautar2@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/component/content/article/117-politica/4509-rateros-por-obligacion.html

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