27/07/10
Por Marcelo Cantelmi
Si se trata de traducir símbolos, lo que sucedió ayer en Cuba fue un
sonoro portazo a las expectativas de reformas que han venido creciendo
en la isla comunista. El hombre que quedó inesperadamente a cargo del
principal discurso de esta ceremonia central en la historia de la
Revolución, el vicepresidente José Ramón Machado Ventura, es una figura
reconocida dentro de las líneas políticas más ortodoxas de la isla. Su
mensaje improvisado ignoró los planteos de reforma que ha venido
sugiriendo Raúl Castro desde que relevó a su hermano Fidel hace 4 años.
Esa notable audacia caracterizaría por lo menos dos dimensiones posibles
y contradictorias: o bien los hermanos lo habilitaron para que acabe de
una vez con este debate que el propio Raúl, sin embargo, activó cuando
reconoció las peligrosas debilidades del modelo. O, más grave, este
episodio indicaría que no es tan claro cómo se reparte hoy el poder en
Cuba y aquel portazo tuvo un destinatario sorprendente.
La intención de los reformistas, línea a la que es difícil no incluir a
Raúl Castro dado los últimos antecedentes, es eliminar el igualitarismo
a ultranza que defiende parte de la gerontocracia fundacional de la
Revolución. Los cubanólogos sostienen que eso se haría liquidando varias
vacas sagradas. Una de ellas son los 18.600 comedores populares
repartidos en instituciones por todo el país que deberían ser cerrados.
El dinero ahorrado se utilizaría para mejorar los sueldos. La Tarjeta de
Racionamiento ¡nada menos! seguiría el mismo viaje al archivo, con
similar orientación para los recursos que se usan para fondearla. Una
consecuencia de estos cambios es que harían más evidentes las
desigualdades en la sociedad. Pero hoy hay muchos cubanos que viven de
esa tarjeta y no trabajan, generando algo más que desaliento en la
población. La liberación de los presos también es una herramienta que
ese sector ve como un costo necesario para ganar mejor imagen
internacional y atraer inversiones.
Esos pasos son la base desde la cual acabar luego con calamidades como
la doble cotización de la moneda y las trabas a un real empleo por
cuenta propia que permita diferencias de ingresos, ganancias y calidad
de vida. Cuba necesita una apertura. Pero ese movimiento choca contra un
ala muy abroquelada y esquemática que intuye su ocaso en cualquier
flexibilización y que ayer mostró una sugestiva cuota de poder: no fue
un Castro y el que fue ni siquiera abrió la boca.
http://www.clarin.com/mundo/america_latina/ortodoxos-ganan-batalla_0_305969470.html
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