Cuando una calle describe un país
Una simple dirección como "Monte y Cienfuegos" aún hay quienes la
pronuncian en voz baja
Jueves, julio 6, 2017 | Ernesto Pérez Chang
LA HABANA, Cuba.- Oficialmente se nombra Avenida Máximo Gómez pero nadie
la llama así. Incluso muy pocos de sus vecinos conocen que fue por esa
arteria que el Generalísimo, frente al Ejército Libertador, hizo su
entrada en la capital, un 24 de febrero de 1899.
Para todos los cubanos, ya sean de La Habana o del interior del país, la
que también fuera nombrada, durante el período colonial, como Calzada de
Guadalupe y del Príncipe Alfonso, no es más que la "calle Monte", lugar
que, desde muchísimo tiempo atrás, pareciera estar exclusivamente
asociado a aquellos fenómenos sociales sobre los cuales pocos se atreven
a hablar abiertamente dentro de Cuba.
Una simple dirección como "Monte y Cienfuegos" aún hay quienes la
pronuncian en voz baja porque la esquina continúa asociada al comercio
sexual, a pesar de que los prostíbulos y las casas de alquiler por
horas, relativamente baratos, abundan de un extremo al otro de la
bulliciosa calzada.
Monte, más que una calle, es ese espacio donde se desvirtúa la totalidad
de esos proyectos hoteleros y turísticos que buscan ofrecer una imagen
trucada, diferente a lo que en verdad son La Habana y sus habitantes.
El "circuito de oro" en que habrá de convertirse ese tramo comprendido
entre el Paseo del Prado y el Hotel Saratoga, donde se incluyen tanto el
lujoso Manzana del consorcio Fuerzas Armadas-Kempinski como el
restaurado Capitolio Nacional, se interrumpe bruscamente a solo unos
pasos de la Fuente de la India, allá donde comienza, transversal y
demasiado incómoda, esa otra urbe, profunda, olvidada, oscura que no
habla muy bien de la prosperidad y de lo sostenible de un sistema
político en crisis.
Monte continúa siendo la zona de recalo de los más humildes, de los más
excluidos en un país donde se sobran las exclusiones, de los que vienen
huyendo de esa pobreza que tiende al endemismo, mucho más en el oriente
cubano.
Bien entrada la madrugada, cuando la jornada laboral fue desastrosa en
la Rampa o en el Malecón, es en las inmediaciones de la calzada, desde
el Parque de la Fraternidad hasta la Estación Central de Ferrocarriles,
donde terminan probando suerte prostitutas y pingueros, vendiendo sus
cuerpos solo por un par de dólares, e incluso por un plato de comida o
un lugar donde amanecer.
Sin embargo, las mañanas y las tardes no son muy diferentes a las
noches. El conocido popularmente como "Parque de la Chispa", en la
esquina de Monte y Belascoaín, donde se alza una escultura del artista
rumano Sandú Darié, es la meca de borrachos, drogadictos e indigentes.
Cada esquina del parque ha sido ocupada por los pordioseros habituales.
El banco de la izquierda pertenece a un fulano, mientras que el de la
derecha fue conquistado en una pelea entre dos que no poseen nada más
allá del malestar de la propia existencia.
Muchos viven allí el final de una historia común que quizás comenzara
como la de cualquier adolescente o joven cuyas opciones de triunfo
personal se barajaron entre emigrar o quedarse, en un país donde el
estudio, la inteligencia, la honestidad, el empeño, la buena educación
no son garantías de futuro.
Fue un desamparado del parque el que me dijo que durmiendo sobre un
banco se sentía mucho más seguro que en cualquier casa. Con solo mirar
el entorno, se termina comprendiendo que no se trata de la opinión de un
demente.
En toda la calzada no existe una edificación en buen estado
constructivo. Aunque las estadísticas del municipio señalan que, en las
cercanías, solo cerca de un 15 por ciento de las viviendas han sido
declaradas como inhabitables, es evidente que la cifra pudiera ser
superior debido al número de derrumbes totales y parciales que se
registra todos los años, sobre los cien.
Decenas de comercios, estatales y privados, se han visto obligados a
cerrar debido a las malas condiciones de los lugares donde están
emplazados. Hileras de establecimientos clausurados bordean ambos lados
de la calzada y, teniendo en cuenta que no existen planes inmediatos
para el desarrollo local vinculado al turismo, en poco tiempo,
probablemente en un par de años más, no quedarán comercios ni edificios
que restaurar.
"Tal vez la estrategia sea la misma que en las zonas de playa o en el
Casco Histórico, dejar que el tiempo se encargue de las demoliciones",
me dice alguien mientras conversamos sobre el asunto.
Aceras rotas, fosas desbordadas, hedor irresistible y mucha miseria es
lo que, por ahora, tiene la Calzada de Monte para ocultar a los turistas
y regalar a vecinos y transeúntes. Aun así, es una mínima parte del todo
visible e invisible de una ciudad, un país, una realidad que no pueden
ser comprendidos en su esencia desde el balcón de un hotel, una cartera
de oportunidades de inversión o desde una mesa de conversaciones.
Source: Cuando una calle describe un país CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/cuando-una-calle-describe-un-pais/
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