Un cubano utiliza frutas y condones para producir vino
AGENCIAS | La Habana | 3 de Abril de 2017 - 11:43 CEST.
A varias cuadras de distancia se percibe el olor de la fruta fermentada
que sale de la casa de Orestes Estévez, una vivienda con la fachada
cubierta por una parra y a la que cada vez más personas llegan a comprar
una botella o solo un vaso de vino hecho de uvas, guayabas, berros o
flor de Jamaica, reporta la AP.
"El más popular sigue siendo el que hacemos de uva", dijo Estévez, de 65
años, quien pasó de militar a empresario autodidacta y desarrolló su
propia marca de vino usando frutas tropicales y un ingenioso método de
fermentación: tapar los botellones con condones.
Su negocio comenzó con la producción y venta clandestinas en los 70,
hasta que en los 2000 aprovechó medidas del Gobierno de Raúl Castro para
legalizarse e instalar una pequeña fábrica en su casa, donde tiene casi
300 botellones de 20 litros tapados con preservativos y de los cuales
salen también vinos de jengibre, fruta bomba o remolacha.
Estévez, su esposa, su hijo y un ayudante contratado llevan adelante la
empresa. Compran las frutas o las cosechan, las maceran, las mezclan con
azúcar y levadura; y lo dejan reposar para luego trasvasarlo a las
botellas que fueron previamente hervidas, lavadas y etiquetadas con la
marca de la casa: El Canal.
La estancia más singular de toda la casa guarda los botellones
burbujeantes por la levadura, todos cubiertos con condones inflados por
los gases de la fermentación.
"Cuando usted le pone un preservativo a un botellón es igual que con un
hombre, se para; y cuando el vino está, a eso no hay quien lo levante",
dijo Estévez, en referencia a que al final del proceso no hay más gases
que hinchen el preservativo. "Entonces es que terminó el proceso de
fermentación".
El productor comentó que junto con otros vinicultores que conforman una
asociación probaron diferentes técnicas, ante la imposibilidad de
conseguir en Cuba las sofisticadas válvulas de presión.
La solución perfecta fueron los preservativos, aunque también hay que
saber hacerlo: "Si usted no lo pincha ese globo sale disparado. Con dos
pinchazos bastan", explicó el hombre sobre cómo eso permite que el gas
se deslice suavemente.
Entre un mes y 45 días se tarda en dar a luz un vino rústico, de buena
calidad y tan aromático como todo el olor dulzón a frutas fermentadas
que envuelve la casa de los Estévez.
Aunque el uso de los condones fue producto del ingenio anónimo de los
vinicultores cubanos, la tradición de fabricarlo en un país donde el ron
es el rey es un legado de la familia de Estévez.
Su abuelo, originario de las Islas Canarias, compró una finca en las
afueras de La Habana y Estévez solía ayudarlo en las temporadas en que
lo visitaba a preparar vino para su familia y amigos.
En Cuba, los condones tienen varios usos, además de la producción de
vino. Algunos pescadores los inflan y los anudan para usarlos como una
especie de vela que mantenga a flote la línea en espera de que pique
algún pez en las aguas frente al Malecón.
Aunque de joven vivía en un "solar", como se llama en Cuba a las
vecindades urbanas, Estévez plantó unas parras y con su fruto hacía vino
que vendía clandestinamente.
En los años 70, y tras pasar el servicio militar, se hizo oficial del
Ministerio del Interior y allí le tocó visitar 45 países, entre ellos
España. Al final también sirvió para aprender más sobre la fabricación
de la bebida.
Y cuando le tocó mudarse a su actual vivienda hace tres décadas, se
llevó sus parras y hasta comenzó a regalar algunas plantas a sus
vecinos, a quienes hoy les compra uvas.
"Hoy soy un hombre realizado, satisfecho", aseguró Estévez.
Su vivienda fue creciendo y ya tiene tres niveles. En el primero una
suerte de garaje convertido en local de ventas y a donde Orestes hijo
despacha las bebidas a clientes; un segundo, en el que vive la familia y
con una salida al patio convertido en fábrica; y finalmente una azotea
desde donde cae la parra y que ahora sirve también de lugar de reunión
para una suerte de club de unos 30 vinicultores que un sábado al mes se
reúnen para catar e intercambiar ideas.
En 2011 sacó una licencia para poder producir. Ahora es fácil conseguir
el azúcar, la levadura y la fruta que necesita, pero Estévez aún tiene
que luchar para obtener las botellas.
Según el hombre, su pequeña industria va en crecimiento y pasó de vender
unas 10 botellas diarias de vino en 2012, a unas 50 en la actualidad.
Sus ingresos de oficial retirado —de unos 500 pesos cubanos mensuales
(cerca de 20 dólares)— se incrementaron al punto de que pudo apoyar
financieramente la creación de casas de vino como la suya en otras
barriadas de La Habana.
En un país donde una botella de vino importado de España, Chile o
Argentina cuesta unos ocho dólares en las tiendas estatales, la familia
Estévez ofrece un vaso de un sabroso tinto por cinco pesos cubanos (0,20
centavos de dólar) y una botella por 10 pesos (0,40 centavos de dólar).
"Me gusta mucho venir aquí", dijo a la AP en la puerta del negocio,
Ángel García, un auditor estatal de 43 años y quien antes compraba vino
también artesanal pero que consideraba de dudosa procedencia.
Source: Un cubano utiliza frutas y condones para producir vino | Diario
de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1491212628_30111.html
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