Las restricciones migratorias y la ola represiva
Por décadas, en Cuba los inconformes optaban por emigrar antes que por
intentar cambiar la situación del país, pero ello ha cambiado en estos
momentos
José Gabriel Barrenechea, Santa Clara | 21/03/2017 8:53 am
Hay a quien parece tomarlo por sorpresa la nueva ola represiva, y sobre
todo el cambio del patrón de la misma. Se las achaca a la muerte de
Fidel Castro, ya que sin el carisma y la legitimidad que aún para un
sector importante de la población isleña conservaba el Comandante, las
autoridades se descubren de repente desvalidas, sin otro recurso para
aferrarse al poder que la violencia monda y lironda, y también a la
efectividad de la oposición, la cual habría aumentado tanto que en
correspondencia obligó al régimen a cambiar también la magnitud y las
formas de la represión. Ambos factores ciertamente han sido
determinantes, pero es más bien en las recientes restricciones
inmigratorias dictadas por el expresidente Barack Obama que se descubre
la causa última de esa ola y ese cambio de patrón.
Por décadas, en Cuba los inconformes optaban por emigrar antes que por
intentar cambiar la situación del país. De un lado un eficientísimo
sistema de vigilancia y represión, que se había hecho de una sólida
leyenda negra a inicios de los sesentas, y del otro las facilidades para
resultar admitido en EEUU, el destino soñado de todo inmigrante en este
planeta, facilidades que se les concedían indistintamente a cualquiera
que arribara a las costas, o fronteras de aquel país, determinaban la
dirección que en casi todos los casos tomaría la voluntad del
inconforme: emigrar. Hacerlo era una posibilidad bastante real y mucho
menos peligrosa, a pesar de los tiburones del Estrecho o de las mafias
de Centroamérica, que enfrentarse al Estado castrista, por lo que lo más
recomendable consistía en esconder la inconformidad para obtener a
cambio de las autoridades la suficiente cuota de vista gorda que
permitiera allegar los recursos del viaje. Actividad que exigía bastante
miopía estatal, ya que, si incluso para simplemente sobrevivir un número
considerable de cubanos debemos entrar a cada instante en ese amplísimo
y ambiguo espacio que es lo "ilegal" en la Cuba de los Castro, el reunir
los siempre considerables recursos del viaje implicaban mudarse a tiempo
completo para allí.
No obstante, los daños que a la causa de los cambios provocaban las
referidas facilidades iban mucho más allá del condicionamiento de la
voluntad del inconforme abierto. Para la mayoría, aunque sin intenciones
inmediatas y en todo caso nebulosas de largarse, las facilidades
funcionaban como una esperanza que permitían sobrellevar en silencio las
dificultades. Un recurso que los ayudaba a no sentirse encerrados aquí
adentro, a tener la ilusión de que su estado presente no era en
definitiva irremediable y que siempre podrían escapar ante las
agobiantes dificultades cotidianas. Las cuales, a una población educada
como la cubana, se le presentan a cada instante y aun por la más
ridícula nimiedad con una agudeza que difícilmente algún subsahariano,
por más desesperada que sea su situación, haya sentido nunca (no hay
pobreza más insoportable que la del hombre educado).
Todo eso, planes, ilusiones, se han largado definitivamente ahora por el
tragante. Por primera vez desde el comienzo del Periodo Especial los
cubanos nos vemos sin ninguna esperanza, atrapados en una isla que,
aunque no ha podido ser hundida por sus gobernantes, a resultas de su
naturaleza de corcho, evidentemente no va a ninguna parte más que a lo
mismo, algo que a los de abajo nos es absolutamente intolerable ya. Y es
precisamente a intentar contrarrestar ciertas actitudes que ese
peligroso estado mental genera que se dirige la actual ola represiva, en
su aumento y en sus nuevas formas.
Porque evidentemente sin aquel encantador de serpientes llamado Fidel
Castro, y tampoco sin esperanzas de largarse bastante lejos, lo natural
será que los cubanos comencemos a exigir cada vez mayores espacios de
participación, y de poder de decisión real sobre el futuro de un país
empantanado en que ahora nos sentimos atrapados de manera irremediable.
Algo intolerable para la estrecha mentalidad de guapo de barrio rural de
gentes como Raúl Castro, para quienes las concesiones aconsejables en un
caso semejante son solo muestras de debilidad suya, que pa' argo me subi
pa' laj lomaj a tiral tiroj, coño. Es por ello que más que una nueva Ley
Electoral, o incluso un nueva Constitución, la respuesta de gente
semejantes no puede, ni nunca será otra, que soltarle cada vez más la
mano a sus perros de presa.
En específico esta primera etapa de la represión, todavía en pañales,
por cierto, va dirigida a tratar de condicionar en la mentalidad de los
jóvenes como de muy peligroso el unirse a los grupos opositores más
activos. Grupos hacia los que en estos primeros días muchos que se
quedaron con los maletines preparados miran como una vía alternativa de
mantener sus planes, arriesgándose así para intentar obtener una visa de
refugiado. Es a detener esa posible corrida que va destinada esta ola
que si se observa bien se dirige sobre todo contra los movimientos de
mayor eficiencia proselitista entre los jóvenes. Una corrida peligrosa
para el régimen, porque de oponerse para largarse a hacerlo para cambiar
no hay en realidad más que un paso, y por otra parte la misma podría
convertir a esos movimientos en tan inmanejables que provoquen entonces
sí una avalancha de quienes no se integran por ahora debido al miedo, y
que en la seguridad de los grandes números es casi seguro se animaran
por fin.
Mas como lo principal ya no es que unos pocos se hayan quedado con los
maletines preparados, sino que toda la nación se descubre de repente
encerrada en un lugar sobre cuyo destino no tiene ningún poder real, y
sobre el que ahora exigirá crecientes cuotas de participación, la
represión a su vez no podrá más que escalar. ¿Hasta dónde? Eso solo
depende de las autoridades del régimen, que son en un final quienes
deberán responder ante la historia por lo que suceda en Cuba de hoy en
adelante. Si la intransigencia sigue siendo su única respuesta posible
no es muy descaminado prever que en futuro no muy lejano el régimen,
ante un país que se les va de las manos, trate de revivir los alegres
tiempos de los paredones, y hasta de que unos cuantos de nosotros
terminemos cualquier día de estos con la boca llena de hormigas, en
alguna de las escasas cunetas que van quedando en la república (mejor en
un marabuzal, que ya son más abundantes). Pero, sobre todo, y dado que
en el fondo los cubanos no tenemos mucho de común con Gandhi o Luther
King, que nos encontremos en los prolegómenos de una guerra civil. ¡Sola
vaya, pa' allá, pa' allá!
Source: Las restricciones migratorias y la ola represiva - Artículos -
Cuba - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/las-restricciones-migratorias-y-la-ola-represiva-328917
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