La grandísima culpa de los muchos oradores que le han nacido a Cuba
Esos para quienes la historia importante es la que vino después de 1959
Miércoles, marzo 8, 2017 | Jorge Ángel Pérez
LA HABANA, Cuba.- Fueron las notas del Himno Nacional, tocadas por una
banda de conciertos de Regla, las que me obligaron a detener el paso y a
quedar firme este último 24 de febrero en el Parque Central; sin embargo
no serían muchos los nacionales que respondieron de la misma manera. Con
estupor miré el desaire que hacían mis coterráneos a ese canto que
convida a los bayameses a hacer combate. Muy pocos seríamos los cubanos
que, mientras desandaban esa parte de la ciudad, optaron por la posición
de firme para hacer una reverencia al himno.
La razón aparente del acto, eso lo sabría después, no era otra que la
celebración del 122 aniversario de aquel grito de "Viva Cuba Libre", que
se produjo en fecha similar, pero de 1895, en Baire, localidad del
oriente cubano, y que tendría múltiples y simultáneas resonancias en
diferentes regiones de la geografía cubana. Martí y Gómez habían llamado
al levantamiento y; Bartolomé Masó, Guillermón Moncada, Juan Gualberto
Gómez, entre otros, cumplieron con los reclamos del Apóstol y del
Generalísimo gritando de manera idéntica a como se hizo en Baire en
varios sitios del país.
Y recordé también otro suceso que esta vez quedó olvidado; durante esa
jornada pudo rememorarse otro gran acontecimiento de la vida cubana y
habanera a la que no se hizo la más mínima mención. Resulta que en fecha
idéntica, y a escasos diez años de que se produjera aquel grito mambí,
se develó en ese mismo parque la estatua de José Martí ante la mirada de
Leonor Pérez, Carmen Zayas Bazán y Máximo Gómez, entre otros; pero de
ese acontecimiento nada diría el único orador del acto. Un joven
treintañero de brevísima estatura, y voz pomposa, tronante casi,
mencionó el levantamiento del 95, y a algunos de sus gestores. Resultó
ser Yusuam Palacios Ortega, presidente del Movimiento Juvenil Martiano
de Cuba.
Y luego saldría de esa figura nimia, y de su garganta atronadora, un
discurso que me hizo recordar el tono exaltado de las peroratas de aquel
Hassan Pérez Casabona, de tan triste recordación, y que tantos nos
martirizara con sus impertinentes y trasnochadas monsergas. El orador de
esta vez no hizo gran esfuerzo para recordar la fecha. No hubo detalles
de los preparativos de Martí en Nueva York, del grito mismo o del
Manifiesto de Montecristi firmado por Gómez y Martí. Los patriotas
cubanos levantados en el 95 no recibieron en su discurso el homenaje que
merecían.
La ocasión fue propicia para entregar los premios: "Utilidad de la
virtud" a algunos cubanos bien comprometidos con el discurso oficial,
aunque no sé si con el pensamiento Martiano, que no es lo mismo, aunque
se diga lo contrario. Esta vez, como sucede siempre, las invocaciones
serían para quienes asaltaron el Cuartel Moncada, vinieron en el Granma
o subieron a la Sierra Maestra.
El Apóstol aparecería a la fuerza, y por propiedad transitiva, en la
obra de otros. Y eso ocurre en Cuba con inaudita frecuencia. Supongo que
esos "olvidos" son los culpables de que sean tantos los jóvenes cubanos
que desconocen "cándidamente" la historia de la isla, y eso me parece un
desparpajo. Como desparpajo fue también el comentario que me hiciera un
joven policía, oriental por cierto, que quería saber porque era el acto.
Cuando le hice saber que la celebración tenía que ver con el grito de
Baire me dijo, muerto de risa: "Ay, ese grito es el que pega mi abuela
cuando llega el pan".
Porque lo miré extrañado, molesto, me hizo saber que su abuela vivía en
Baire pero no mencionó el grito de "Viva Cuba Libre"; ese lo mencioné
yo, y también le dije que ese breve instante del grito, ese que acabó
con la quietud aparente, había quedado en la eternidad de este país, que
ese grito había despertado la fe de los buenos cubanos y que hasta los
hizo levantar sus machetes y cabalgar contra el enemigo. Luego le
aseguré que si cuidara y defendiera la historia que había hecho su
tierra oriental, quizá a sus coterráneos no los deportaran cada día ni
los llamaran despectivamente palestinos.
Y ahora, mientras escribo estas líneas, creo que si no me puso las
esposas, que si no me llevó a la estación de policías más cercana para
acusarme de desacato, fue porque creyó que mi discurso era idéntico al
de los oradores de esa tarde y al de quienes recibieron allí los
premios. El policía de Baire no me gritó y se fue sin decir una palabra,
y yo me quedé pensando en la grandísima culpa de los tantos oradores que
le han nacido a este país. Esos para quienes la historia importante es
la que vino después de 1959, esos que suponen que después de ese
"triunfo" llegó un estado de perfección e inteligencia.
Ese joven policía no aprendió en la escuela sobre la autonomía que
tienen los tantos sucesos de la historia. A él le hicieron creer que
Martí, Gómez, Maceo, y tantos otros, prepararon la guerra, y la hicieron
luego, para que cincuenta y ocho años después se asaltara el Moncada, y
para que llegara luego el Granma a las costas cubanas. Ese joven, como
tantos otros, como los oradores de esa tarde, ven la historia como un
progreso que llega siempre a lo más "sublime" invalidando los sucesos
anteriores, y eso no es así. Y si no nos damos cuenta del error
terminaremos negando a Martí, y poniendo a otro sobre el pedestal desde
el que se yergue el Apóstol del Parque Central de La Habana.
Source: La grandísima culpa de los muchos oradores que le han nacido a
Cuba CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/facebook/la-grandisima-culpa-de-los-muchos-oradores-que-le-han-nacido-cuba/
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario