Desafiar al régimen en su propia Feria del Libro
"¿Por qué el dictador necesitaría de mi amor o incluso de mi respeto?",
pregunta Frédérick Lavoie
Jueves, marzo 16, 2017 | Ernesto Santana Zaldívar
LA HABANA, Cuba.- Según acaba de afirmar el ministro de Cultura, Abel
Prieto, "la actual Feria Internacional del Libro es superior a su
edición anterior". Resulta extremadamente difícil comprender el
significado de esas palabras. Pero hay un hecho que, muy a su pesar,
pareciera darle la razón al funcionario; pues no es fácil imaginar, en
el camposanto meticulosamente cuadriculado de ese evento, un hecho como
el que protagonizara Frédérick Lavoie, uno de los autores canadienses
invitados a esta edición de la Feria, que estuvo dedicada a su país.
Ante una audiencia a cada párrafo más sobresaltada, Lavoie leyó un
capítulo de Antes del después: viaje a Cuba con George Orwell, un libro
en el que se encuentra trabajando. Esa lectura hubiera tenido muy poca
importancia en un país normal. Más aún, esa lectura y hasta el libro
mismo carecerían de sentido si Cuba no fuera un país, digamos, peculiar.
El capítulo se titula "Relato de anticipación" y, como la obra misma, se
nutre de las numerosas conversaciones que sostuvo el autor, en viajes
anteriores, con varios escritores cubanos, acerca del país, de la novela
1984 y de George Orwell, y en general sobre literatura y sobre muchos
otros temas.
Algunos de esos escritores, como el narrador y poeta Daniel Díaz
Mantilla, estuvieron de acuerdo con que Lavoie citara libremente lo
expresado en esas pláticas. Otra persona, según narra el autor en su
capítulo, "me dijo que, si algún día tuviera que abandonar la isla para
siempre, no querría que fuera por mi causa, sino por su propia voluntad".
Algunos ojos comenzaron a desorbitarse en el auditorio, algunas alarmas
se dispararon ya y no faltó quien, sin precisar más datos, escapara
sencillamente como si de una emboscada se tratara. Huelga apuntar que
ese no sería un comportamiento normal en el público si Cuba fuese un
país normal.
Lavoie advirtió que, pese a su nerviosismo, no tenía miedo a expresarse,
y que cada año más de un millón de canadienses viene a Cuba, "donde los
cubanos y las autoridades del país los reciben con manos de seda, aunque
se comporten como basura. ¿Por qué sería distinto conmigo?"
Otros más se apresuraron a escabullirse en ese punto.
Un antecedente (2016)
Hay que remontarse aquí a lo que constituyó el punto de partida para
este libro de Frédérick Lavoie. La presentación que hizo precisamente
Díaz Mantilla del libro 1984 de George Orwell en la Feria del año
anterior, donde expresó, refiriéndose al ambiente de censura en torno al
libro años atrás, que aquello "sigue ocurriendo a plena luz y en medio
del silencio, como si un oscuro Ministerio de la Verdad lo camuflara,
como si una ubicua Policía del Pensamiento impidiera la herejía de
escrutar el pasado y el presente". Y apuntó a los puntos de contacto
entre "el espeluznante país que se describe en 1984" y la realidad
cubana, como "la absoluta autoridad de un Partido que controla con mano
férrea el acceso a la información, y el castigo despiadado a cualquier
forma de disidencia".
Díaz Mantilla comentó acerca del polémico debate que, según el
prologuista Pedro Pablo Rodríguez, podría traer la publicación de tal
título: "Me asombraría que un debate así ocurriera, pero me asombraría
más si no ocurriera. El único inconveniente es que, para que tal debate
sea público, debe realizarse a través de medios públicos, y en Cuba esos
medios están en las exclusivas manos del Partido".
Ya 1984 se había publicado en La Habana en 1961, antes de que el
gobierno se adueñara de todos los medios de información. Ahora, ante la
nueva edición, Díaz Mantilla se cuestionaba: "¿Estarán quienes controlan
esos medios dispuestos a favorecer este debate? Me gustaría pensar que
sí, por el bien de los cubanos todos. Mas no debemos engañarnos:
dialogar no es solo hablar. (…) Es ceder una parte del poder que se
detenta, y eso casi nunca se hace de buen grado. (…) ¿Estarán los
intelectuales y los políticos en Cuba a la altura de ese reto?"
Volviendo a 2017
Frédérick Lavoie (1983) no es un escritor común. Parte siempre de sus
reportajes periodísticos en el extranjero, lo mismo en Moscú que en
Bombay. Ucrania, una fragmentación es un libro acerca de su experiencia
en ese país. En Bielorrusia estuvo detenido durante quince días acusado
de hacer periodismo "estúpido". "Tengo la pasión de lo real", asegura, y
solo acude a lugares donde está ocurriendo algo y luego narra lo que
sucede, "sin arte", humanamente, sin ficción, en una especie de himno al
periodismo independiente.
En su lectura del "Relato de anticipación", los presentes en aquella
mazmorra cultural de La Cabaña escucharon: "Las dictaduras viven siempre
del tiempo cobrado a la libertad. (…) Pues bien, la vigilancia constante
y la represión agotan al pueblo, pero también al régimen. Tanto más
porque, contrariamente a los regímenes democráticos, las dictaduras no
tienen ningún horizonte en el que afirmarse para poder regenerarse. (…)
Están condenadas a proclamarse eternas y a procurar serlo. Es por ello
que envejecen tan mal".
Y más: "En 1955, seis años después de la publicación de 1984, un joven
ambicioso que todavía no tenía treinta años, pero llegaría a marcar la
historia de su pequeño país y la del mundo entero, declaraba: 'Los
déspotas desaparecen, los pueblos permanecen'. ¿Será ese pequeño fondo
de humildad, bien oculto bajo un ego desmesurado, lo que lo llevó a
exigir que no se erigiera ninguna estatua con su efigie tras su muerte?
¿O será más bien que temía el día en que tendría que ver desde
ultratumba su rostro de bronce estrellarse contra el piso, sin poder
hacer nada?"
Quienes todavía permanecían allí seguramente no daban crédito a sus
oídos. ¿Y cómo los comisarios culturales no pudieron prever esta locura?
"Prosigo con mi lectura. Odio a Fidel Castro. Odio a Raúl Castro. Soy yo
quien ha escrito estas palabras, y yo quien ahora las pronuncia
públicamente en la Feria Internacional del Libro de La Habana. Fidel ha
muerto hace dos meses y medio. Raúl sigue en el poder".
Pero el autor reconocía que estas palabras no reflejaban su pensamiento:
"No siento odio por ninguno de los hermanos Castro. Sería más justo
decir que no los quiero, que desapruebo la forma en que han dirigido
Cuba y que considero que sus políticas han causado más perjuicios que
beneficios para la Isla".
Continuó Lavoie recordando la prisión de "El Sexto" por su performance
"Rebelión en la granja", e inquirió: "¿He ofendido al presidente del
Consejo de Estado, Raúl Castro, al afirmar que lo odio? Si es así, ¿él u
otra autoridad competente ordenarán mi arresto en virtud de ese artículo
ambiguo de la ley? Lo dudo. En estos tiempos de capitalismo de Estado,
en que el régimen busca atraer a los inversores extranjeros, imagino que
no querrán alejar a un aliado tan fiel como Canadá encarcelando a uno de
sus ciudadanos por una falta de cortesía. Aunque quizás me equivoque. Se
verá. Yo no controlo esa dimensión del futuro".
Le gustaría saber "¿por qué el dictador necesitaría de mi amor o incluso
de mi respeto? ¿Por qué alguien tan poderoso debería preocuparse por mi
opinión o por la de cualquier ciudadano cubano que quisiera tomar la
pluma o el micrófono en público? ¿A qué podría temerle? La pregunta es
tan inocente que merecería una respuesta. Lástima que el cable de este
micrófono no sea lo suficientemente largo como para llegar al principal
interesado".
Por último, el joven periodista y escritor canadiense contó cómo, al ver
que se publicaba 1984 en Cuba, se lanzó a investigar las circunstancias
de esa edición, para responder por qué "una editorial controlada por un
régimen comunista de partido único publicaba de pronto una de las
novelas antitotalitarias más famosas?", aunque sabía que "mucho más
significativo" sería anunciar la publicación de "las obras completas de
Heberto Padilla, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante o algún otro
autor cubano 'problemático'".
Pero un año después, relata Lavoie, no ha podido saber gran cosa sobre
los motivos de la publicación: "En esencia solo he acumulado rumores,
especulaciones, deducciones, verdades a medias y mentiras. No hechos
concretos".
Acabó la lectura asegurando que el mejor modo de garantizar el interés
de su libro para el lector cubano "sería concluirlo revelando los
secretos de la publicación de 1984. No se trata más que de una simple
anécdota, pero me parece que dice mucho del funcionamiento de la
sociedad cubana actual y de su régimen político". Si alguien tuviera
información sobre el asunto, él apreciaría que se la comunicaran "cuanto
antes para incluirla en el libro. Les estaré agradecido eternamente".
Bueno, con esa declaración de vitalidad en medio del cementerio, seguro
que esta Feria del Libro es superior a la anterior, y, si en la próxima
se presentara el libro ya terminado de Frédérick Lavoie, sin dudas será
mucho mejor que esta.
Source: Desafiar al régimen en su propia Feria del Libro CubanetCubanet
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