sábado, 6 de agosto de 2016

Una fábrica de inválidos mentales

Una fábrica de inválidos mentales
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 6 de Agosto de 2016 - 07:31 CEST.

Debe tener unos diez años de edad. Viste de un delicado color rosa. Su
carita es tierna como la de todos los niños, pero de improviso se
convierte en una escalofriante máscara de odio. Está destrozando
ejemplares de la Declaración de los Derechos Humanos, al tiempo que
levanta la vista para mirar, roñosa y desafiante, al pequeño grupo de
Damas de Blanco y otros opositores pacíficos que se encuentran bajo el
asedio de turbas violentas al mando de la policía política.

Al ver estas imágenes de espanto, lo primero que me vino a la mente fue
una escena del libro El largo viaje, donde Jorge Semprún describe su
traslado, como prisionero de los nazis, al campo de concentración de
Buchenwald. Al paso del dantesco tren por los pueblos alemanes,
aguardaban en cada estación filas de niños adoctrinados por el nazismo.
Y cuenta Semprún haber experimentado la más extraña y a la vez la más
desgarradora inquietud al sentir la expresión de repulsa en las miradas
de aquellas criaturas, que, sin conocerlos y sin tener la más ligera
idea sobre los motivos por los que iban a prisión, cumplían la orden de
odiarlos.

Sé que se ha dicho antes, pero tal vez no sea capcioso repetir que la
manipulación política que sufren los niños en Cuba no obedece a la
simple expresión de un delirio ideológico retrógrado y perverso. Es un
recurso delictivo. Y aún más, representa un crimen de lesa humanidad, en
tanto implica desfloración de la inocencia infantil y vil atropello de
sus derechos como seres indefensos.

Hay que gastarse un optimismo a prueba de cañonazos para no desconfiar
en la civilización, luego de ver que instituciones que hoy se consideran
de avanzada en el mundo, como la UNICEF, aprueban y aplauden a la
dictadura castrista, aun conociendo (ya que no podrán alegar que
desconocen) tales desmadres.

Entre perplejos e indignados, hemos sido testigos, a lo largo de años,
de las visitas a La Habana de embobecidos directivos de instituciones
internacionales de Derechos Humanos, que han ido a entregar premios y
apoyo moral y material al sistema de educación del régimen, echando por
su boca flores acerca de las escuelas cubanas que, como es bien sabido,
no son sino fábricas de minusválidos mentales, fruto de la
irracionalidad dictatorial en función de devolver a las personas a su
arranque homínido, no solo mediante una manera uniforme de comportarse,
sino de pensar y de hacerlo todo como artefactos de serie única. Desde
los más menudos gestos hasta la sonrisa. Desde el tono de la voz, con
estandarizada y fingida ternura para recitar versitos patrioteros o para
cantar en coro de androides, hasta la vociferante dureza para repetir
consignas en las que prima el odio al "enemigo" y la idea cruel de matar
o morir.

Si bien parece increíble que varias generaciones de cubanos se hayan
sometido mansamente a este ensayo de ablación cerebral en masa, no menos
insólito resulta que ocurriera ante la impavidez y el asentimiento del
mundo civilizado.

No hacen falta más pruebas que la de este testimonio fílmico de Estado
de SATS para corroborar el hecho de que mucha gente en Cuba se halla en
franco proceso de involución, víctima de las aberraciones de un grupo de
facinerosos, que implacable e impunemente actúan sobre la psiquis del
individuo, desde su primeros años de vida, causándole estragos tan
demoledores que hoy es ya inaplicable en las escuelas la lección de
Galileo, para quien, la mejor manera de educar a un ser humano es
enseñándolo a descubrir lo que guarda en su interior.

¿Qué podría brotar ahora mismo del interior de esa niña cuyo
retorcimiento en ciernes no pueden ocultar su tierno rostro ni el
delicado color rosa de sus ropas?

Source: Una fábrica de inválidos mentales | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1470405528_24395.html

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