miércoles, 10 de agosto de 2016

El peligro de las masas

El peligro de las masas
UVA DE ARAGÓN

Muy joven leí "La rebelión de las masas", de José Ortega y Gasset,
publicado en 1930, sobre los cambios que el escritor español observaba
en la sociedad europea. No me agradó. Más bien me pareció elitista. Creo
que no fue solo por mi escasa edad, sino porque a mediados de los 50 en
La Habana donde vivía, la muchedumbre aún "ocupaba el fondo del
escenario social".

Poco tiempo después, con el triunfo de la revolución cubana, recordé
aquellas páginas y las releí con angustia. Se me quedaron frases como
"La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas." "La
rebelión de las masas" se hacía visible en mi país. Mi ansiedad se
apaciguó cuando llegamos a la capital estadounidense en 1959. Allí
existía no sólo en la vida política sino en lo moral, económico,
religioso y social, una escala de valores con la que podía
identificarme. Desde entonces he observado, década tras década, cómo en
este país y en gran parte del mundo occidental, las reflexiones de
Ortega y Gasset alcanzan cada día mayor vigencia.

El filósofo español nos invita en las primeras páginas de su texto a
visualizar el cambio en la forma de vestir y de disfrutar de las
muchedumbres, y cómo entonces rebosaban de gente común los ferrocarriles
y hoteles que antes no solían estar llenos. No puedo ni imaginar qué
pensaría ahora si viera a los pasajeros de avión con pantalones de
mezclilla llenos de rasgaduras y huecos así como sandalias de goma "flip
flops", audífonos en los oídos, y teléfonos móviles en las manos que
continuamente están mirando. Paradójicamente, una sociedad cada vez más
diversa, es también más uniforme. Paseemos por Las Ramblas, Times Square
o un centro comercial en Miami, y nos daremos cuenta que todos vestimos
igual. El problema no es la homogeneidad, sino la falta de voluntad para
mejorar, destacarse. Esa masa social que se ha hecho cada vez más
patente la componen, según Ortega y Gasset "todo aquel que no se valora
a sí mismo –en bien o en mal—por razones especiales sino que se siente
"como todo el mundo" y, sin embargo, no se angustia, se siente a saber
al sentirse idéntico a los demás".

Estas opiniones, y muchas más que pueden extraerse del pequeño gran
ensayo de Ortega y Gasset, nos llevan al presente de Estados Unidos y de
la campaña presidencial de 2016. Recientemente, Donald Trump ha cometido
disparate tras disparate. En el momento que escribo estas líneas, según
las encuestas, casi una tercera parte de los norteamericanos no creen
que el temperamento y la capacidad de Trump lo hacen apto para ser
Presidente y comandante en jefe, preocupación que han expresado también
varias personalidades del Partido Republicano. Hillary Clinton, por su
parte, cuenta con 10 puntos de ventaja en intención de votos de los
electores.

Son buenas noticias. Asombra, sin embargo, que todavía pueda haber cerca
de un 40% de estadounidenses que apoyen a un personaje de trayectoria
tan turbia, conducta tan errática, ignorancia tan asombrosa, boca tan
sucia, actitud tan fanfarrona como Donald Trump. ¿Cuál es el perfil de
quiénes lo respaldan? Principalmente hombres blancos de bajos niveles de
educación. Son los miembros más comunes de la masa social que no se
valoran a sí mismos y que no hacen esfuerzos por sobresalir del
promedio. Las promesas huecas de Trump son como cantos de sirenas en sus
oídos.

En las últimas décadas, mujeres, minorías étnicas y jóvenes, aunque
vistan y se diviertan de la misma forma que todo el mundo, han sabido
labrarse un futuro, sentirse orgullosos de quiénes son, gracias a sus
carreras profesionales, su integración al país que los acoge, el éxito
en sus estudios. Aspiran a más. Muchos son hace años partidarios de
Hillary. Otros no, pero reconocen el gran peligro que sería para Estados
Unidos y el mundo una presidencia de Donald Trump.

Aquella jovencita que juzgó a Ortega y Gasset como elitista, hoy sabe
que la búsqueda de la excelencia es el mejor camino para los individuos
y los pueblos. Ojalá sean los que comparten estos valores y no esas
masas que "por definición no deben ni pueden dirigir su propia
existencia, y menos regentar la sociedad" las que decidan los comicios
el 8 de noviembre.

Source: El peligro de las masas | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/article94697457.html

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