Una amigable contrarrevolución en Cuba
La embajada de Estados Unidos en La Habana reconducirá sus vínculos con
los disidentes
JUAN JESÚS AZNAREZ 13 AGO 2015 - 11:30 CEST
Archivado en: Hillary Clinton Amadeo Carrizo Fidel Castro Mijail
Gorbachov Barack Obama Cuba Relaciones bilaterales Caribe Estados Unidos
Latinoamérica Norteamérica América Relaciones exteriores
En aplicación de la doctrina Obama, y contrariamente a los usos y
costumbres, la nueva embajada de Estados Unidos en La Habana reconducirá
sus vínculos con los disidentes, para prestar mayor atención a la
interlocución con el gobierno cubano y al trabajo con las delegaciones
que viajen a Cuba en previsión del levantamiento del embargo. Nuevos
tiempos, nuevas prioridades, entre ellas una amigable contrarrevolución
interna. Los servicios de inteligencia de las oficinas diplomáticas de
Cuba y Estados Unidos tuvieron barra libre durante el más de medio siglo
de conflicto bilateral y todo indica que seguirá siendo así, pero con
una hoja de ruta adaptada a la inercia del deshielo.
El contacto de los disidentes cubanos con los jefes de la misión
norteamericana en La Habana fue fácil y frecuente durante las
presidencias del partido republicano y la diplomacia de cowboy, pero el
nivel de acceso a los principales despachos de la embajada que inaugura
el secretario de Estado, John Kerry, se redujo desde la distensión el 17
de diciembre: desde que Obama y el partido demócrata llegaron a la
conclusión de que la apuesta por la subversión y el activismo opositor
era baldía, socialmente irrelevante en Cuba y causaba problemas en la
relación de Estados Unidos con América Latina.
Previsiblemente, la nueva embajada ampliará el número de funcionarios
consulares y técnicos comerciales encargados de atender la
multiplicación de visitas turísticas y culturales, de directivos de
grandes compañías americanas y de lobistas de los estados agrícolas
interesados en el mercado cubano. A corto plazo, el objetivo político
del encargado de negocios, Jeffrey DeLaurentis, será mantener viva la
distensión binacional hasta las presidenciales norteamericanas de
noviembre del próximo año, a ser posible consiguiendo nuevas cesiones
cubanas en el campo de las libertades, para argumentar en campaña que el
embargo es una antigualla y el histórico envite del pasado año mereció
la pena.
Pero el acercamiento diplomático y el cambio de prioridades no
significan que la mutua desconfianza haya desaparecido. Ninguna de las
partes ha bajado la guardia y probablemente el régimen interior de la
nueva embajada, al igual que el de Cuba en Washington, seguirá sujeto a
las restricciones de seguridad de siempre. Tampoco terminarán la guerra
de micrófonos, los seguimientos y el espionaje del contrario sobre el
terreno, pero se abre paso una interlocución entre gobiernos de amplio
espectro.
Hasta ahora las negociaciones se habían limitado a los apagafuegos
puntales, al diálogo cuando lo exigían las crisis, y a la gestión de
asuntos rutinarios: migración, combate contra narcotráfico y aprobación
de sobrevuelos en casos de interés común, como la detección de huracanes.
Estados Unidos pretende aplicar el palo y la zanahoria en Cuba con más
inteligencia, según confesó Hillary Clinton. Ayuda y sanciones, según
convenga. Sin marginar a los disidentes, pero sin incorporarlos a la
sala de maquina de la nueva hoja de ruta, el equipo de DeLaurentis y los
visitantes apadrinados por la nueva embajada tratarán de intensificar el
diálogo con todos los estamentos de la administración y del Partido
Comunista de Cuba (PCC). Para buscar entre sus filas al Gorbachov
cubano, al hombre dispuesto a promover la economía de mercado y el
pluralismo político. El gobierno de Raúl Castro también participa de la
búsqueda pero con otras intenciones.
Source: Una amigable contrarrevolución en Cuba | Internacional | EL PAÍS
-
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/13/actualidad/1439457065_934160.html
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario