Cuentapropistas cubanos aprenden a lidiar con el estrés de la libre empresa
MIMI WHITEFIELD
mwhitefield@MiamiHerald.com
LA HABANA
Niuris Higueras bromea que su esposa dice que Atelier –el restaurante
que ella comenzó con su hermano– es su verdadero esposo.
En un esfuerzo por ver más a su familia, Higueras decidió mudarla a las
habitaciones en la parte trasera de su popular restaurante en el Vedado.
La vivienda tiene una atmósfera casera con manteles hechos a crochet,
contraventanas de celosía y una decoración ecléctica que incluye viejos
radios y máquinas de escribir, así como otras antigüedades.
Una señal segura de que el restaurante puede estar consumiendo mucho
tiempo familiar: "Mi hijo tiene sólo 7 años y sabe cómo hacer fondue de
chocolate y chessecake", dijo Higueras.
Mientras los cuentapropistas cubanos tienen que lidiar con los
imprevistos y obstáculos de un negocio privado en la isla, tropiezan con
nuevos desafíos: el estrés y tratar de equilibrar la vida personal con
el trabajo.
También se han visto en la lucha con asuntos apremiantes como éstos:
¿Cómo mantengo funcionando a esta antigua lavadora rusa para poder lavar
las toallas en mi hostal? ¿Cuándo voy a comprar secadoras de pelo para
mis habitaciones? ¿Cuándo podré incluir pato en el menú de mi
restaurante? ¿Cómo puedo conseguir el el mercado los productos que necesito?
Y entonces están las grandes interrogantes: ¿Por qué Cuba no ha
desarrollado un importante mercado mayorista donde pueda encontrar los
productos que necesito para mi negocio? ¿Qué significará la nueva
relación con Estados Unidos para el sector privado?
Hay "muchos problemas que enfrentar a diario", dijo Higueras. Como su
menú incluye platos como conejo al vino y confite de pato en un país en
el que esas comidas no están disponibles, él ha estado trabajando
durante los pasados 15 años con un granjero privado en Pinar del Río que
le suministra aves de corral y conejo al restaurante.
Ella también está molesta con una regulación del gobierno que limita los
"paladares" (restaurantes privados) a 50 asientos. "Si esa restricción,
podríamos haber crecido más rápido", dijo.
Las reglas de los llamados cuentapropistas, los cubanos autoempleados,
evolucionan gradualmente. El gobierno permitió recientemente que, por
ejemplo, los operadores de paladares entregaran comida a domicilio sin
una nueva licencia. Pero Higueras dice que eso no lo ayuda mucho. Su
restaurante alimenta a visitantes extranjeros y a los cubanos en
ocasiones especiales. Su comida es muy cara para la mayoría de los
cubanos como para enviárselas diariamente, agregó.
En este nuevo mundo de cuentapropistas, casi cualquier localidad puede
convertirse en un lugar de negocios: el frente de una casa, el patio de
un edificio de apartamentos o incluso el hueco de una escalera.
En la calle Acosta en La Habana, una empresa individual llevó una
computadora y una pequeña mesa a un rincón de la escalera de un edificio
y la usa para revender el paquete semanal, una recopilación semanal de
eventos deportivos, noticias y programas de entretenimiento, así como
páginas de internet extranjeras que se copian en un disco duro o en una
memoria portátil.
Aunque algunos cuentapropistas se ocupan de actividades más de
subsistencia, otros han desarrollado con el tiempo negocios prósperos
que ofrecen empleos a otros cubanos.
Algunos se hicieron emprendedores casi por accidente. Julia de la Rosa y
su esposo Silvio Ortega administran un hostal en La Víbora, al sur de La
Habana, que ahora tiene 10 habitaciones para huéspedes. "Nos llevaron a
comenzar esta actividad. Hace 20 años el país estaba en el medio de una
crisis económica [después del colapso de la Unión Soviética]", dijo De
la Rosa. "El único recurso que teníamos era nuestras casas".
La casa, una mansión de 1938 que la pareja heredó de la tía de Silvio
–que se fue de Cuba– parece ser un recurso sustancial. Los huéspedes se
bañan en una gran piscina color turquesa, desayunan en un pabellón
cubierto y duermen en elegantes habitaciones con paredes de ladrillos,
pisos de azulejos con dibujos, ropa blanca de lino, muebles hechos a
mano y televisores de pantalla plana.
Pero cuando la pareja recibió la mansión, estaba en ruinas. Pocos de los
muebles eran funcionales y estaba clausurada.
En ese momento Ortega era un chofer de taxi que transportaba turistas
por toda la ciudad en un Ford de 1929. Con sus ganancias, la pareja
comenzó poco a poco a arreglar la casa y a convertirla en el hostal La
Rosa de Ortega.
Demoraron dos décadas en volver a amueblar la casa –incluidas algunas
piezas que encontraron tiradas– encargando a artesanos camas de hierro y
otros muebles para las habitaciones de los huéspedes, buscando por La
Habana y Trinidad azulejos y antigüedades, y hallando piezas para
filtrar el agua de la piscina.
Tener mercados mayoristas adecuados donde la pareja pueda adquirir todo,
desde materiales de construcción hasta las camas, hubiera facilitado las
cosas, dijo De la Rosa. Cuando no pudo encontrar las secadoras de pelo
que necesitaba para las habitaciones, hizo un viaje a Miami y las trajo
en la maleta.
Muchos emprendedores dicen que tienen la esperanza de que la apertura
con Estados Unidos facilitará a fin de cuentas la importación de los
productos que necesitan para sus negocios, y que el comercio de
productos que llegan a la isla en el equipaje de los viajeros no sea su
única alternativa.
La subsecretaria norteamericana de Estado para Asuntos del Hemisferio
Occidental, Roberta Jacobson, se reunió con algunos cuentapropistas
durante las conversaciones de normalización con Cuba de este año y dijo
que son "algunas de las personas más extraordinarias con las que me he
encontrado".
"Espero que los estadounidenses traten constantemente aprovechar la
nueva política para apoyarlos, para que no tengan que acudir, como me
dijo uno, 'al mercado Samsonite' ", dijo Jacobson.
Agregó que el crecimiento del sector privado en Cuba puede ser un cambio
innovador para la isla.
"Ellos ya han hecho el cambio sicológico de depender del estado a
depender de ellos mismos, y eso es revolucionario", dijo Jacobson
anteriormente este año.
Mientras tanto, los cuentapropistas tratan de superar los obstáculos.
Uno de los mayores es la falta de buenas conexiones de internet para
comunicarse con los suministradores y hacer reservaciones.
"Necesitamos acceso normal y real al correo electrónico", dijo Ortega.
En estos momentos, los cubanos que tienen acceso a cuentas de nauta.cu
pueden enviar correos dentro de Cuba. "Tenemos muchas ganas de tener
más, eso no es suficiente", dijo. "La internet es absolutamente esencial
para nuestro negocio. Necesitamos más libertad en muchas cosas, desde la
internet hasta intercambios normales con los estadounidenses".
Mientras tanto, dijo Ortega, su esposa va a los hoteles o puntos de
internet fuera de los hoteles, cualquier parte que pueda encontrar para
conectarse un rato.
"Tenemos un amigo que dice que lo que está sucediendo en Cuba es el
renacimiento de la última esperanza", dijo. Los emprendedores cubanos,
agregó, están aprovechando al máximo cualquier oportunidad que
encuentran sin perder lo positivo de la sociedad cubana. "Estoy cien por
ciento convencido de que el cambio es la única forma de salir adelante",
expresó.
El manejo de una casa particular es cosa de familia para Fanny Acosta,
de 36 años. Todos hacen algo en Casa Randy, un hostal de Centro Habana
que lleva el nombre del hijo de 3 años de Acosta. Con dos hijos
pequeños, a Acosta no le queda mucho tiempo libre.
Su madre va todos los días a echarle una mano y su esposo Randy sale
todas las mañanas a las 7 a comprar mangos, fruta bomba y otras frutas
de temporada, pan fresco y cualquier otra cosa necesaria para el
desayuno de los huéspedes. Acosta gusta de dar a cada huésped el
desayuno particular de su gusto.
Su padre ha contribuido al esfuerzo con un refrigerador, y su madre
compró un horno de microondas para el apartamento.
"Puedes encontrar microondas y algunas de las cosas necesarias para
hacer funcionar una casa en Cuba, pero son muy caras", dijo. Algunas
veces les pide a sus clientes regulares que le compren toallas y sábanas
en el extranjero.
Para ayudar con el negocio, su esposo dejó su empleo en la Aduana de
Cuba. Al cobrar 25 pesos convertibles cubanos (alrededor de $25) por
noche, la pareja recauda más por huésped que lo que cobra el empleado
del gobierno promedio en un mes, aunque tienen que hacer pagos mensuales
al inversionista que ayudó a Acosta a comprar el apartamento y cubrir
los impuestos y otros gastos.
"No tenemos empleados, como en muchas casas, para ayudar a lavar, fregar
y limpiar", dijo Acosta. "Aunque el negocio ha aumentado, tratamos de
hacerlo todo en familia".
Eso significa limpiar tres veces al día: después del desayuno, después
que los niños juegan y por la noche, tras servir la cena a los huéspedes
que la piden por la mañana. Acosta dice que le encanta el aire fresco,
así que mantiene abiertas las ventanas en el apartamento del cuarto
piso. Pero eso hace que entre polvo, así que siempre está barriendo.
Como le gusta que las sábanas y manteles blancos que usen estén
impecables, primero los hierve, después les echa cloro y los lava en una
"lavadora rusa viejísima", y finalmente los cuelga a secar al sol.
Así las cosas, para poder alquilar las tres habitaciones del
apartamento, la pareja y sus dos hijos viven en la cuarta habitación del
lugar, cerca de el Prado.
A pesar de todo el trabajo, Acosta dijo: "Me gusta mucho lo que hago.
Hacemos muy buenos amigos. Una de las ventajas de esto es que quedan
amistades".
Desde que Estados Unidos y Cuba comenzaron el proceso de normalización
de relaciones en diciembre, Acosta dijo que ha visto a "muchísimos"
estadounidenses en la isla. Acosta admite que al principio se sintió un
poco asustada porque, "para muchos cubanos, los americanos son
arrogantes". Agregó que también tenía la impresión de que los
estadounidenses consideraban a los cubanos "ignorantes, peligrosos y
sumidos en la pobreza extrema".
Ahora, sobre la base de su propia experiencia con sus huéspedes
norteamericanos, dijo que los considera personas que quieren conocer
Cuba sin ofender a nadie. "Los americanos son muy limpios y bien
llevados", dijo. "No hemos tenido ningún problema con los americanos".
Mirando al futuro, dijo Acosta, cuando su hija de 18 meses tenga edad
para ir al preescolar y ella tenga un poco más de tiempo, piensa agregar
lecciones de casino a las ofertas de la casa.
Milagros de la Caridad Contreras, profesora de baile y coreógrafa, ha
aprendido de la virtud de ampliar los servicios. Ella dirige una
academia de baile, Mily Dance, donde ofrece clases de salsa, bailes
africanos y contemporáneos, y alquila las tres habitaciones en su casa
de Centro Habana.
Sus primeros alumnos eran de propio vecindario, pero cuando algunos de
sus huéspedes escucharon los ritmos que salían de la academia de baile,
que está al lado, se inscribieron para recibir clases. "Imagínese que
está en una casa en Cuba y que está escuchando música salsa.
Naturalmente, va a querer aprender también", dijo. Contreras cobra una
prima a los estudiantes extranjeros para mantener las clases al alcance
de los niños del barrio.
Hasta ahora, el 2015 ha sido un buen año para Contreras. Antes la
actividad comenzaba a bajar en marzo, al final de la temporada de
invierno, dijo. Pero no este año. "Ahora duermo la mayor parte de las
noches en la oficina porque todas las habitaciones están alquiladas",
dijo. "Es la primera vez que pasa esto".
También recibe a más visitantes norteamericanos que nunca. Hasta
principios de julio, la cantidad de visitantes extranjeros a Cuba había
aumentado 16 por ciento.
Con la esperanza de hacer aún más, De la Rosa, Contreras y Acosta han
inscrito sus habitaciones en la firma Airbnb, con sede en San Francisco,
que en abril comenzó a ofrecer a los viajeros estadounidenses la
oportunidad de reservar en casas particulares. Airbnb tiene ahora 2,000
locales cubanos en su lista.
Contreras está pensando en grande. Un día, dijo, espera tener varias
casas para alquilar y quiere que su academia de baile, que ha sido
incluida en varias películas sobre cultura afrocubana, crezca también.
El sueño de De la Rosa es más limitado. Sólo quiere terminar la
renovación de la casa y todos los detalles que quedan. "Espero que en
cinco años este lugar esté completamente terminado, que funcione de
manera eficiente, para yo tener una vida más relajada", dijo.
"Todo está sucediendo muy rápido ahora. Me siento muy presionada por
todo lo que hay que hacer para el futuro", dijo De la Rosa. "Creo que
con todos estos cambios en Cuba, no hay manera de volver al pasado".
También existe otra consecuencia del coqueteo de Cuba con la economía de
mercado que el país no ha tenido que enfrentar en las últimas cinco
décadas, dijo Julio Álvarez Torres, quien tiene un taller que restaura
carros antiguos y es parte de un colectivo de propietarios de carros
clásicos que pasean a turistas por toda la isla.
"Hoy queremos hacen tanto con tan poco que está afectando nuestra
salud", dijo Álvarez. Cuando fue al médico hace poco, le dijo que tenía
la presión sanguínea elevada. "El médico dijo: 'Esto es lo que estamos
viendo ahora, cuentapropistas con más estrés'. Esto es algo que tenemos
que aprender a manejar también".
Source: Cuentapropistas cubanos aprenden a lidiar con el estrés de la
libre empresa | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/cuba-es/article30568308.html
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