Cazadores de antenas
Lunes, Abril 29, 2013 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, abril, www.cubanet.org -Nicasio es un viejo albañil.
Hace unos días, estaba trabajando en una casa cuando él y la dueña
escucharon un griterío. Como estaban cerca del Conte, el estadio de
Lawton, pensaron que se trataría de algún encuentro deportivo.
Pero al día siguiente, temprano en la mañana, pudieron enterarse bien.
En efecto, el griterío se debía a un evento deportivo, pero no
precisamente en el estadio, sino televisado: Un vecino tenía una antena
parabólica y varios muchachos del barrio se habían reunido en su casa
para ver el fútbol.
La cuadra y sus alrededores amanecieron invadidos de visitas indeseadas:
Carros de ETECSA, patrulleros, motos, policías de uniforme y de civil
por todas partes. Venían a la caza de la antena. Los intrusos invadían
azoteas. Con pericia, cortaban cables aquí y allá, ante las hoscas
miradas de los vecinos, que cuchicheaban entre sí.
A los que se habían pasado cables de la antena se los llevaron para la
unidad de policía, les levantaron actas de advertencia y les pusieron
elevadas multas.
Al dueño de la parabólica lo mantienen hasta ahora preso, pendiente de
juicio. Cuando algún amigo o vecino le pregunta al padre, este responde
que lo acusan de enriquecimiento ilícito, lo cual resulta risible, pues
en la familia todos visten modestamente, andan a pie o en guagua, y la
casa tiene pocos y malos muebles, así que el enriquecimiento no se ve
por ningún lado. Además, con los 60 CUC mensuales que les reportaba el
alquiler de la antena, apenas da para comer en Cuba.
Mientras se efectuaba el operativo, algunos vecinos comentaron que, a
juzgar por la manera tan directa en que vinieron los del "aparato",
seguramente había sido un chivatazo por la gritería que formaron los
muchachos viendo el fútbol.
Las antenas satelitales son perseguidas con saña por el Gobierno, al
que, más que los partidos de futbol, le preocupa que la información
llegue libremente al pueblo. Desde 1960, cuando las emisoras de radio y
televisión fueron intervenidas y fusionadas en el Frente Independiente
de Emisoras Libres, el Gobierno comunista monopoliza y controla la
información, pues lo que ocurrió en realidad fue que puso los medios
masivos de comunicación a su servicio. Aún hoy muchos recordarán
aquellos largos y agobiantes discursos de Fidel Castro ante las cámaras
de televisión de todos los canales transmitiendo en cadena.
El nuevo Gobierno demostró también su inconformidad con cualquier
crítica al sistema en los espacios humorísticos. Tal es el caso del
popular programa La Tremenda Corte, a donde eran enviados grupos de
"revolucionarios" para que interrumpieran y gritaran consignas si se
hacían chistes sobre los líderes comunistas, pero como eso no dio
resultado, en 1961 se promulgó el Decreto Ley de Censura. A partir de
entonces quedaba prohibido criticar a la sociedad y al Gobierno, a no
ser que se tratase de la sociedad y los Gobiernos anteriores.
A pesar de que desde 1975, en el Primer Congreso del Partido Comunista,
se estableció que en el socialismo, "forma superior de democracia", el
acceso a la información constituye un derecho del pueblo trabajador, el
Gobierno cubano derrocha miles de dólares en interferir Radio y Tele
Martí y otras emisoras, y en preparar especialistas que localicen y
confisquen estas antenas.
Pero la avidez de información es más fuerte que el miedo a las multas, a
la cárcel y a la confiscación de bienes. Para burlar la censura, una y
otra vez aparecen como hongos las parabólicas.
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