lunes, 25 de marzo de 2013

Un esfuerzo de imaginación

Un esfuerzo de imaginación
Joaquín Gómez Capdevila | Ostende | 24 Mar 2013 - 5:03 am.

Chávez, Payá, Cepero y Pollán han muerto. Los últimos sucesos en
Venezuela traen cambios a Cuba: nuevas medidas liberalizadoras y nuevas
medidas represivas.

El comportamiento del gobierno venezolano en los últimos tiempos lo
decía todo. La ocultación del líder y la gestión del caos, el puente
aéreo La Habana-Caracas, el silencio y aún más las declaraciones: todo
hablaba de un capitán que agonizaba y un barco que hacía aguas. El
empeño en aparentar lo contrario no hacía más que reforzar lo evidente:
se moría el hombre de los cien mil barriles diarios de petróleo a Cuba.
Un atributo sin el cual el socialismo del siglo XXI, la utopía
continental bolivariana y el propio chavismo parecen condenados a
navegar al pairo.

Aunque estrechamente relacionadas, una cosa es el chavismo y otra el
proyecto bolivariano. Una cosa es la administración de un Estado con
magníficas rentas petroleras, que han sido redistribuidas aplicando
políticas sociales populistas, sin el calado estructural necesario para
generar desarrollo y propiciando el surgimiento de una nueva élite
política, militar y empresarial; y otra cosa es la subvención de un
proyecto utópico con vocación universal, centrado en un discurso
historicista y antiimperialista. En fin, una cosa es el futuro de las
Misiones Barrio Adentro y el destino de los boliburgueses, y otra la
suerte de Petrocaribe y el ALBA.

En ausencia del líder y en medio de una situación económica compleja, el
entramado de intereses nacionales creados por el chavismo tendrá que
gestionar su supervivencia. La cuestión es si podrá hacerlo sin afectar
a esa otra red de intereses regionales, creada por unas alianzas que
dependen más del combustible fósil que de su fidelidad a un proyecto
ideológico fosilizado. Ahora muchos se preguntan qué futuro les espera
a estos engendros políticos creados por un caudillo irremplazable.

Después de designar a un sucesor y ponerse en manos de los poderes
mágicos de La Habana, el de Sabaneta desapareció del aire, y desde
entonces la restructuración de la cúpula chavista trae de cabeza a los
castros, los cabellos y los maduros. La escena es patética y abundan las
mentiras, manipulaciones y melodramas. Todo envuelto en un culto a la
personalidad tan grotesco, como delirantes los discursos del nuevo
liderazgo. Se trata de un escenario previsto en el plan B de burro;
diseñado en La Habana para mantener a salvo ese gran proyecto
bolivariano que, paradójicamente, podría morir a manos del propio chavismo.

Cuba, la campeona de la soberanía, ha estado moviendo los hilos del
poder venezolano de una forma que escandalizaría a medio mundo si tamaña
injerencia se produjera, por ejemplo, entre EE UU y un tercer país. El
poder ejecutivo, el ejército, los servicios secretos, todas las
administraciones sensibles están repletas de asesores cubanos; pero el
futuro de la llamada Cubazuela está pendiente de que los nuevos jefes
del chavismo profesen la misma fe del líder. Una fe ciega en la
simbiosis de ambos Estados, como única forma de vida de unos gobiernos
incapaces de subsistir sin los recursos del otro, ya sea el petróleo, o
esa presunta legitimidad que confiere la unión simbólica con una mítica
revolución socialista. Una legitimidad que adquiere un halo sagrado,
tras el que se esconde el know how del gobierno cubano para convertirse
en proyecto político hegemónico, reducir a cero a los adversarios y
perpetuarse en el poder.

Cuba aporta esto último al proyecto bolivariano y, a cambio, obtiene los
cien mil barriles de marras. El carisma, la oratoria y la misión
histórica del comandante presidente no habrían pasado de ser atributos
anecdóticos sin el combustible que destinaba para mantener a flote la
colapsada economía de una reliquia del mundo bipolar. Una isla que,
gracias a su conflicto de medio siglo con el Imperio, ha labrado una
reputación, un discurso y una supuesta superioridad moral que transfería
a su mecenas en forma de un poder intangible que complementaba su
estrategia de poder duro en la región.

Un cambio que no ha hecho más que comenzar

Sin una conciencia clara del fatal desenlace de esta historia, en Cuba
no se habrían tomado esas medidas que ahora suponen ciertas molestias al
régimen, y que han abierto la puerta a un incipiente cuestionamiento de
su autoridad (con el Hombre en Miralbueno, no andaría tanto "escuálido"
insular viajando por el mundo, conferenciando sobre derechos y
democracia). A pesar del oscurantismo, era evidente que algo muy gordo
estaba sucediendo y el nerviosismo delataba la llegada de nuevos
tiempos: un cambio que no ha hecho más que comenzar, en el que también
ha sido decisivo el papel de la sociedad civil cubana, y que parece
inevitable si el régimen cubano no apela al recurso de ejercer una
violencia cada vez mayor.

Precisamente, nuevas manifestaciones de esta violencia vienen
detectándose desde que se empezó a tratar la enfermedad del mandatario
venezolano en La Habana en 2011. Si en junio este era operado de un
"absceso pélvico" en un exclusivo hospital de La Habana, en octubre y en
otro hospital bien distinto, moría Laura Pollán, reconocida opositora,
líder de las Damas de Blanco, movimiento que ostenta el Premio Sajarov
del Parlamento Europeo. Aunque su muerte, según el parte oficial, se
debió a un paro cardíaco luego de una insuficiencia respiratoria, son
varias las voces que manifiestan sus dudas y hacen caer sobre el
Gobierno cubano la sospecha de haber propiciado un repentino e
inexplicable deterioro de su salud. Las sospechas sobre la "inoculación
del cáncer" manifestadas por Maduro no son otra cosa que ideas
inoculadas por quienes históricamente han solucionado sus problemas por
macabras vías.

Al mismo tiempo, el Gobierno ha llevado adelante un asedio de baja
intensidad a los grupos de opositores y miembros de la incipiente y
crítica sociedad civil. En vez de juicios y condenas como las de antes,
a estos luchadores por los derechos humanos se les organizan actos de
repudio en los que "el pueblo" les insulta y les agrede. Por su parte,
las fuerzas represoras los detienen y los mantienen incomunicados por
unos días para amedrentarlos con amenazas y golpizas, o para impedir que
realicen ciertas actividades, pero sin presentar cargos ni dejar
constancia de estos actos. Sin embargo, la Comisión Cubana de Derechos
Humanos y Reconciliación Nacional tiene registrado estos casos y desde
entonces viene alertando a la comunidad internacional del peligro de
estas acciones, que ponen en evidencia a unas autoridades cuyo temor
crece con los días ante la ineficacia de sus escarmientos.

El último indicio de esta desesperación que engendra nuevas formas de
violencia, se puede encontrar en los hechos que rodean al sospechoso
incidente en el que murieron Oswaldo Payá y Harold Cepero, más conocido
como caso Carromero. El líder del Movimiento Cristiano Liberación, y
también Premio Sajarov, moría luego de un supuesto accidente en
carretera, cuya responsabilidad hizo caer el gobierno cubano en el
conductor del vehículo, el político español Ángel Carromero. La
instrucción del caso, el juicio y el acuerdo al que llegaron las
autoridades cubanas y españolas, dejan abiertas muchas interrogantes
que, a pesar de compartir una lógica propia de teorías conspirativas,
también encierran buena cantidad de dudas razonables que deberían
despejarse desde una lógica imparcial, es decir, mediante una
investigación internacional.

Tampoco en este caso hacía falta una fantasía desbordada para entrever
lo que podría ser otro asesinato político, tal y como ha venido
denunciando la familia de Oswaldo Payá. Y por si quedaba margen de
dudas, finalmente ocurrió lo que muchos suponían: Ángel Carromero
concedió una entrevista a The Washington Post, y contó la versión que la
policía política le hizo callar con amenazas, narcóticos y tortura
psicológica. Una versión que contradice a la que "oficialmente" elaboró
el régimen totalitario cubano y que cuenta con el visto bueno del
gobierno español. Una versión de los hechos que podría cuestionar la
versión oficial, si se llegasen a practicar unas debidas diligencias de
las cuales el gobierno de España se desentiende, en un ejercicio que
deshonra las instituciones de un Estado democrático y de derecho.

Descorridos los velos del poder en Venezuela y Cuba, y visto el
espectáculo de sus miserias, queda poco margen para seguir jugando a la
mentira, a la momificación y al ilusionismo barato. El espacio de
maniobra se reduce en un mundo en el que ya no funcionan las estrategias
de perpetuación en el poder de regímenes sátrapas y totalitarios; un
mundo que se vuelve cada vez más complejo de gobernar, incluso al
interior de las propias democracias. Se acorta el espacio-tiempo de las
dictaduras y otras formas de gobierno personalistas propias de una
cultura política caciquil y autocrática. Mucho más ahora, que la región
latinoamericana, empieza a cobrar protagonismo en la gobernabilidad de
un mundo que plantea nuevos desafíos, a los que busca soluciones
creativas cada vez más alejadas de dogmatismos ideológicos y prácticas
antidemocráticas, centrada en su desarrollo y su bienestar.

El necesario esfuerzo de imaginación que este momento reclama es el de
pensar, diseñar y visualizar el futuro de estos países; y el de
construir el relato de esa visión de manera que la comunidad
internacional perciba y entienda la importancia de implicarse en la
recuperación de la normalidad de estas sociedades. Una labor
trascendental para el futuro de la gobernabilidad democrática en la
región, que recae en los propios cubanos y venezolanos, pero que
necesita de la ayuda de otros actores involucrados en la región. De
momento, el gobierno español, inmerso como está en sus diversas crisis,
parece no darse cuenta de lo que pasa ni de cómo reaccionar. Si piensa
promocionar la "marca España" comportándose como el avestruz en casos y
momentos como estos, le sucederá lo que le ha enseñado la historia y
parece no acabar de comprender: que la lengua, la cultura y la historia
compartidas no forjan vínculos eternos y absolutos, mucho menos cuando
los pueblos se deciden a buscar y conquistar su libertad.

http://www.diariodecuba.com/cuba/1364097820_2315.html

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