lunes, 25 de marzo de 2013

La incitación del debate

República, Cambios

La incitación del debate

Una iniciativa que convoca a un debate abierto, lo cual constituye todo
un reto para sus patrocinadores
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 25/03/2013 10:01 am

El Laboratorio Casa Cuba ha presentado un documento titulado "Cuba
soñada - Cuba posible - Cuba futura: propuestas para nuestro porvenir
inmediato", que consta de 23 propuestas que recorren de manera sumaria
diferentes aspectos de la vida nacional.

La aparición de este tipo de documento programático es usual en la
práctica cubana —en la isla y en la emigración— y revela la inquietud de
sectores de la intelectualidad y del activismo social cubanos por el
futuro de la isla en un contexto que el documento define como "cambio de
época". Es bueno que así sea. Como dijo el viejo Mao en un insólito
momento de vocación pluralista, necesitamos que se abran cien flores y
compitan cien escuelas en esta discusión.

La novedad de éste documento es que al mismo tiempo convoca a un debate
abierto, lo cual constituye todo un reto para los patrocinadores de la
iniciativa teniendo en cuenta tanto la polarización de opiniones que
existe entre los cubanos, como a la hipersensibilidad de las autoridades
cubanas ante todo lo que suene a debate no acotado y controlado
estrictamente.

Por todo ello, felicito sinceramente al Laboratorio Casa Cuba (LCC) por
su autoría y a la revista Espacio Laical (EL) por su divulgación.

Organizado como una lista, el documento debe leerse enlazando puntos que
a veces están separados, pues de lo contrario se obtiene una visión
fragmentada que no favorece la totalidad de la propuesta. Así, por
ejemplo, la magnitud de la propuesta de organizar al estado a partir de
elecciones directas y competitivas (XI-XII) sólo cobra total sentido
cuando se le contrasta con el IV que reclama el respeto a los derechos
que implica el pluralismo.

Amparado en la invitación, y asumiendo el pretexto del espacio
razonable, voy a centrar mi atención en tres aspectos: la noción
republicana, el carácter transnacional de la sociedad cubana y la
descentralización estatal. Dejando claro que solo concentro mi atención
en estos tres puntos por razones analíticas, pero que la discusión de
alternativas solo puede ser aprehendida desde una perspectiva sistémica
que el debate debe ir configurando.

La República: ¿virtuosa o consensual?

Creo que se parte de una visión republicana que contiene algunas aristas
conceptuales que frenan su convocatoria. El documento tiene una clara
inspiración martiana —se declara "desde el pensamiento y la praxis
integradora de José Martí"— todo lo cual es una intención loable que yo
comparto en buena medida, pero que no necesariamente deben compartir
muchos otros cubanos, pues Martí es el epítome de toda una tradición
histórica, pero no de la única. Si lo que quiere LCC/EL es coordinar un
polo del centro a la izquierda —socialcristianos de izquierda,
socialdemócratas, socialistas, anarquistas, neocomunistas— entonces el
monólogo martiano no es inequívoco, pero sí útil. Pero si intenta lo que
dice intentar —un foro abierto para todos— entonces hay que mirar
también en otras direcciones.

Por ello, aunque me parece básicamente aceptable la definición que se
hace de la República a partir de las cuotas individuales de soberanía,
creo improcedente que sigamos avanzando con la carga axiológica de
remitir sus fundamentos a la virtud.

La virtud es siempre relativa, difusa y trascendentalista. Y en cambio,
necesitamos un orden político inmanente, desacralizado, sujeto a
críticas y donde nada es inmortal. Necesitamos una separación esencial
entre política positiva y moral positiva, de manera que la crítica al
legislador no excluya a nadie del Demos.

Por eso prefiero enfatizar los derechos y deberes que son firmes y
claros. Nuestra República debe estar cimentada en el consenso mínimo
sobre principios, y estos principios deben ser los derechos de las
personas frente al Estado, frente a la Comunidad y frente al Mercado. La
República debe apoyarse en un pacto tan amplio como posible, y la virtud
sólo será una cualidad resultante del pacto, no su constitución sustantiva.

Por ello, es encomiable la convocatoria al diálogo y al debate abierto a
todos y todas, pues la única manera como este documento puede transponer
su estado actual de una propuesta meritoria entre otras que también lo
son, es ampliando su base y pluralizando sus contribuyentes. Para pensar
gráficamente en los extremos que asustan: neoliberales y comunistas
deben ser comensales de esta mesa intelectual.

¿Quienes somos todos?: la sociedad transnacional

Los cubanos se asoman al siglo XXI desde la tremenda potencialidad de
una sociedad transnacional incipiente. Cerca de un 10 % de la población
nacional reside fuera de la isla de manera permanente, y una cantidad
muy superior al millón de personas sale y entra periódicamente. La
inmensa mayoría realiza su transnacionalidad en el sur de la Florida,
pero no únicamente, lo que arroja un balance altamente positivo para el
futuro de la nación en términos de ingresos, de experiencias vitales y
de entrenamientos.

El documento en su acápite XXII invita a insertar a la Diaspora en el
quehacer nacional. Una mención positiva, pero sumamente parca para un
tema tan importante. Y creo que en este sentido el documento comparte la
indolencia que ha caracterizado a la intelectualidad cubana insular
(salvo pocas y muy honrosas excepciones) acerca de la situación de los
cubanos emigrados y sus derechos nacionales.

Las nuevas disposiciones migratorias no estipulan el derecho al tránsito
pero amplían considerablemente las permisividades para los cubanos que
viven en la isla. Pero prácticamente no han movido la situación de
destierro de los cubanos emigrados. Ello constituye una injusticia que
viola un derecho consagrado internacionalmente y desprecia a un sector
de cubanos trabajadores que contribuye decisivamente a la sobrevivencia
de una parte de la población insular y a la siempre calamitosa balanza
de pagos. Y de paso, anoto, una comunidad emigrada que no sólo es la más
dinámica económicamente de la realidad nacional, sino la única que crece
demográficamente frente al drama de una isla que se despuebla.

Pero desconocerla es también una pérdida de oportunidades, pues la
comunidad cubana emigrada no ha sido sólo exitosa creando riquezas
materiales, sino también habilidades, conocimientos y experiencias que
pudieran ser puestas en función del desarrollo nacional. Es un capital
social desaprovechado que no puede ser reducido a las caricaturas de los
emigrados "respetuosos" que concurren a las reuniones mal llamadas de la
"nación" y la "emigración", o de las bestias pardas antagónicas
etiqueteadas con eslóganes despectivos y baratos, como es el muy manido
plattismo.

Hay que reconocer la doble nacionalidad (el mantenimiento de su negativa
es una espada de Damocles contra la comunidad emigrada), y el derecho de
los cubanos a regresar a su patria sin limitación alguna, a tener
propiedades en ella (no sólo a venderlas), a invertir su dinero como
nacionales, y a ejercer sus derechos ciudadanos tal y como se impone de
múltiples maneras en las experiencias latinoamericanas.

No es una cuestión de estética política: o lo hacemos o viviremos
siempre en un umbral vergonzante de renunciamiento a una parte de
nuestra realidad. Esta es una de las cosas que más urgencia reclama en
la construcción de la República, sea imaginándola virtuosa o
reclamándola práctica.

La impedimenta del Leviatán

En varios momentos el documento juega con la idea de un fortalecimiento
de los niveles decisorios de base e invoca el principio de la
subsidiariedad, lo cual es muy positivo. Pero creo que diluye el tema de
la descentralización estatal en algunas generalidades inconvenientes.

Cuba tiene un sistema municipal interesante. Sus municipios poseen masas
críticas demográficas y económicas, contienen espacios de participación
apreciables y sus direcciones se componen de personas capaces. Pero sus
potencialidades están coartadas por la falta de autonomía, la
centralización excesiva, la inexistencia de una ley orgánica municipal,
la formalización de sus espacios de participación y un sistema electoral
que limita el voto a un nivel muy de base con perfiles competitivos
sumamente discretos.

Revertir esta situación y construir espacios municipales capaces,
democráticos, transparentes y participativos es condición inexcusable de
la construcción democrática que debe animar a la República del futuro.
Dicho de otra manera: la descentralización estatal y la municipalización
no son condiciones suficientes de la construcción democrática (las
élites locales pueden ser más autoritarias y corruptas que las
centrales) pero sí son condiciones imprescindibles.

Para ello se necesita un marco legal claro y aperturista que establezca
la autonomía municipal como principio y limite la instancia provincial a
una zona de coordinación de políticas, planificación y prestación de
servicios técnicos. Es imprescindible un sistema fiscal local —que
restituya a los municipios los impuestos de vocación municipal— así como
la fijación por ley del porcentaje del gasto presupuestario que deberá
ejecutarse por los municipios. Y obviamente, algo que hoy no existe, el
acceso de los municipios al mercado.

Y se requiere un diseño de mecanismos de participación que debe
sobrepasar los espacios actuales de agregación de demandas, debe
incorporar normas de presupuesto participativo y de debate público
mediante cabildos abiertos. Si de ser martiano se trata, solo recuerdo
aquella definición que nos dejó Martí sobre los municipios: la savia de
la libertad.

Reitero mi felicitación a LCC/EL y a los autores de este documento, en
la espera de que desde él se genere otro espacio de debates, otro entre
muchos que necesitamos, para una Cuba mejor y posible.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-incitacion-del-debate-283608

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