martes, 11 de abril de 2017

Lecciones de un fracaso

Lecciones de un fracaso
A veces por ignorancia y otras por conveniencia, para muchos exiliados
Kennedy continúa siendo el "gran culpable" del fracaso de la expedición
lanzada contra Castro en 1961
Alejandro Armengol, Miami | 11/04/2017 11:46 am

Aún se repite que la responsabilidad del fracaso de la fuerza
paramilitar invasora contra el Gobierno de Fidel Castro, integrada por
exiliados cubanos pero organizados por la Agencia Central de
Inteligencia de Estados Unidos, fue responsabilidad del entonces
presidente John F. Kennedy. Esta afirmación errónea, tan arraigada en la
mitología que opaca el razonamiento de un sector de la comunidad, apenas
se rebate hoy día. Quienes no comparten esta creencia prefieren pasar
por alto el capítulo, considerarlo parte del pasado, y concentrarse en
los problemas actuales de la Isla y la mejor forma de lidiar con un
régimen que no solo resultó victorioso en los combates: lo fundamental
fue que salió fortalecido nacional e internacionalmente de un hecho que
determinó su inserción plena en la contienda de la guerra fría, algo a
lo que, durante décadas, debió en buena medida su supervivencia.
Sin embargo, existen documentos que prueban que el error de Kennedy se
limitó a no cancelar el plan, que su inexperiencia de entonces –al
inicio de su mandato– fue la culpable de no percatarse a tiempo de que
estaba siendo mal informado, y que sus mayores errores respecto a Cuba
ocurrieron después del fiasco de Bahía de Cochinos, cuando él y su
hermano Robert alentaron toda una serie de planes descabellados para
eliminar a Castro.
Lo curioso del caso es que, desde el punto de vista del sector más
radical del exilio, no se le reconozca al presidente asesinado que fue
el que más hizo por eliminar al líder de la revolución cubana, al tiempo
que el propio Fidel Castro adoptó décadas después una actitud
benevolente —mejor sería catalogar de hipócrita— a la hora de juzgar por
escrito a su antiguo rival. También llama la atención que el Partido
Demócrata no hiciera nada, o al menos aún no demuestre ningún interés en
enfatizar la verdad sobre lo ocurrido.
Ese preferir sacrificar un análisis de lo sucedido, en aras de no sacar
a relucir lo que sigue siendo un episodio embarazoso —para decir lo
menos— de la política exterior de este país durante más de medio siglo,
es responsable en alguna medida de la repetición del mismo error una y
otra vez, como si la historia de las relaciones entre Washington y La
Habana estuvieran empeñadas no en escribirse dos veces, más bien en
multiplicarse con cada nuevo gobierno.
En el caso de la invasión de Bahía de Cochinos, Kennedy heredó un
proyecto destinado al fracaso desde el inicio, y del que no se dio
cuenta a tiempo de la magnitud del desastre que implicaba. "¿Cómo he
podido ser tan estúpido?", cuentan que les dijo a sus asesores después
del fracaso de la invasión. Pero es falsa la afirmación de que el
desembarco se vino abajo debido a que él no ordenara el necesario apoyo
aéreo. Un informe de la propia CIA, que la agencia mantuvo guardado en
sus bóvedas durante tres décadas, y solo fue desclasificado al cabo de
dos años de intensas gestiones del Archivo Nacional de Seguridad,
organización no lucrativa con sede en Washington, muestra que la
arrogancia, el desconocimiento y la mala costumbre de intentar tapar un
error tras otro con cambios que se presentaban como un avance del
proyecto, cuando en realidad no eran más que nuevos pasos hacia el
abismo, fueron las causas que llevaron al desastre. Sin embargo, me temo
que a estas alturas muchos no lo conocen en el exilio.
"Al evaluar el desempeño de la Agencia, es esencial evitar que se
concluya de manera inmediata, tal como muchas personas han hecho, que la
principal causa de la derrota de la invasión fue la orden del Presidente
de cancelar los ataques aéreos el Día D", establece el análisis.
"Discutir esa sola decisión simplemente haría surgir la siguiente
pregunta fundamental. Si el proyecto hubiera estado mejor concebido,
mejor organizado, mejor manejado y, si hubiera contado con un personal
más capacitado, ¿se hubiera sometido alguna vez esa precisa cuestión a
la decisión presidencial? ¿Y se hubiera presentado bajo las mismas
circunstancias inadecuadas en cuanto a la información?", agrega.
Lo que al parecer nunca faltó en el proyecto fue el dinero. El estimado
original, para lo que fue concebido bajo la administración de Eisenhower
como un plan de propaganda, infiltración y apoyo a la resistencia dentro
de la Isla, comprendía gastos de $4.400.000. Sin embargo, el costo total
ascendió a más de $46.000.000. Una cifra que solo resultó en muerte,
dolor y humillación para los expedicionarios, a los que La Habana
siempre ha catalogado injustamente de "mercenarios" y batistianos,
cuando en su mayoría se enfrentaron a un Gobierno con el que no estaban
de acuerdo.
La Agencia omitió el informar al presidente Kennedy, en un tiempo
apropiado, que el éxito era más que dudoso y que estudiara de nuevo el
problema de derrocar a Castro. Al tiempo que en sus etapas finales, en
medio de un afán frenético por producir un desembarco, aumentó la
altivez en el trato hacia los cubanos y el menosprecio hacia sus líderes
políticos de entonces. Algunos, como Aureliano Sánchez Arango, supieron
retirarse a tiempo de cualquier asociación con el proyecto.
De acuerdo al informe de la CIA, la causa fundamental del desastre fue
que la Agencia no le dio al plan la atención que requería, pese a su
importancia por el inmenso potencial nocivo para Estados Unidos.
Kennedy, sin embargo, continúa siendo el "gran culpable" para muchos
exiliados. A veces por ignorancia y otras por conveniencia.
Este trabajo contiene ideas publicadas años atrás en El Nuevo Herald.

Source: Lecciones de un fracaso - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/lecciones-de-un-fracaso-329102

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