Acuérdate de abril
La derrota del desembarco en Bahía de Cochinos marcó al anticastrismo
con dolencias que aún perduran: el embullo y el desespero, siempre sobre
la base de un pueblo cubano imaginario
Arnaldo M. Fernández, Broward | 11/04/2017 11:49 am
The shit has hit the fan.
Bobby Kennedy al Senador Smathers (D-FL)
17 de abril de 1961
La historiografía rastacuera inventó el cuento de que el ejército dizque
constitucional de Batista perdió la guerra contra las guerrillas de
Castro por culpa de la política exterior de Washington. Como si las
tropas batistianas hubieran perdido algún combate por falta de armas o
municiones u otra causa imputable a los americanos (1). Este y otros
mitos de consuelo del anticastrismo perdedor no desbancan la mitología
castrista, porque se reducen al absurdo con suma facilidad. Así sucede
con endilgar la derrota de la CIA en Girón al presidente Kennedy, por no
prestar debido apoyo aéreo a la Brigada 2506. Como si, desde el 17 de
marzo de 1960, Eisenhower no hubiera aprobado la acción encubierta
contra Castro con esta clara advertencia: "Our hand should not show in
anything that is done" (2).
Detrás de estos hechos, está la CIA
La suerte quedó echada con los bombardeos del 15 de abril de 1961, que
debió acabar con la aviación de Castro y no pudo hacerlo. Los aviones
atacantes venían con las insignias de la Fuerza Aérea castrista para
atribuir la acción a desertores. Nadie se tragaría la recurva de estos
pilotos en otro ataque. Y la aviación militar estadounidense no podía
involucrarse al descaro (3), pues Kennedy había ratificado a la CIA el
12 de abril la misma posición de Eisenhower: USA no intervendría bajo
ninguna circunstancia (4).
Girón marcó así al anticastrismo con dolencias que aún perduran: el
embullo y el desespero, siempre sobre la base de un pueblo cubano
imaginario. El Director de Planes de la CIA, Richard Bissell, metió a
Kennedy con cuchara que "fewer than 20 percent of the people" apoyaba a
Castro y "75 to 80 percent" de las milicias desertaría al estallar la
guerra de verdad (5). Para remachar deslumbró a Kennedy el 14 de abril
con el cable en que el coronel Jack Hawkins compartía la confianza de
los oficiales de la Brigada 2506: "They say it is Cuban tradition to
join a winner and they have supreme confidence they will win all
engagements against the best Castro has to offer" (6).
Llevaban razón en cuanto a la tradición cubiche de sumarse al vencedor,
pero Bissell se tragó que sus dos lugartenientes más vinculados a los
planes de invasión, Jacob Esterline y Jack Hawkins, habían ido a su casa
el 8 de abril a renunciar, porque los recortes tácticos impuestos por
imperativos políticos de la Casa Blanca hacían "technically impossible
to win". Bissell replicó que la invasión iba de todos modos (7) y el 10
de abril tupió a Bobby Kennedy con que las posibilidades de triunfo eran
dos sobre tres. Agregó que, en el peor de los casos, los invasores se
transformarían en guerrilleros. Kennedy respondió: "I hope you're right"
(8). Ninguno de los dos revisó bien el mapa (9).
Un día en la vida de Juan Orta
En entrevista con Don Bohning, Esterline recalcó que la invasión se
hubiera preparado mejor "if that whole specter of an assassination
attempt using the Mafia hadn't been on the horizon" (10). Esterline se
refiere a la operación paralela de matar a Castro con ayuda del crimen
organizado, que Bissell venía empollando desde agosto de 1960. Hacia
mayo de 1961 había llegado a la fase de entregar seis píldoras a Juan
Orta para envenenar la comida —o más bien alguna bebida— de Castro.
Ese día Orta protagonizaría el acto más esperado por la CIA para entrar
en sinergia con la invasión y acabar con el castrismo, pero unos dicen
que el 11 y Castro que el 13 de abril de 1961 se asiló en la embajada de
Venezuela, tras devolver las píldoras. La mafia alegó que se había
apendejado, pero Orta repuso que al recibirlas ya no tenía acceso a
Castro, quien así lo confirmó: "Cuando le entregan el veneno, al revés
de lo que ocurría en los primeros tiempos, eran muy pocas las
posibilidades de que Orta se encontrara conmigo" (11).
Juan Orta Córdova (1904-77) estudió magisterio, militó en el Partido
Ortodoxo, sirvió a Castro en el exilio y luego del triunfo de su
revolución llegó a ser Director General, Jefe de Despacho, de las
Oficinas del Primer Ministro. Murió de diabetes en Miami Beach a los 73
años. Su último empleo fue cobrador de peaje en autopista.
En noviembre de 1961 pasó al cuidado diplomático de México por la
ruptura de relaciones entre Cuba y Venezuela. Castro vino a concederle
salvoconducto hacia octubre de 1964. Para el 4 de febrero, Orta andaba
ya en Miami atizando que Fidel y Raúl habían mandado a matar a Camilo
Cienfuegos. Este otro mito del anticastrismo no pudo sobrepujar jamás a
la simple letanía mitológica del castrismo con una flor para Camilo cada
28 de octubre.
Coda
En vísperas de otra vuelta conmemorativa a la victoria de Girón o fiasco
de Bahía de Cochinos, el anticastrismo perdido de hoy se diferencia por
su irracionalidad instrumental (de medio a fin) del anticastrismo
perdedor de ayer, que fracasó, pero al menos se orientaba de medio (la
guerra) a fin (acabar con el régimen). Así y todo, ambos comparten
figuras mitológicas como el presidente americano (hoy Obama) culpable y
el pueblo cubano anticastrista, que hoy respaldaría tanto a la oposición
que aun entendería por qué se vería afectado si Trump, como piden
ciertos lidericos, aprieta la tuerca.
Notas
(1) En plena batalla de Santa Clara, el Che fue al cuartel del
Regimiento Leoncio Vidal en vehículo con bandera de la Cruz Roja e instó
al coronel Joaquín Casillas Lumpuy a la rendición. Este replicó: "Voy a
convertir a Santa Clara en polvo y les voy a sacar a ustedes de la
ciudad cueste lo que cueste. Con las armas que yo tengo usted no puede
vencerme". Así que había armas de sobra, pero faltaba algo que aquel
coronel reconocería después de ser apresado: "La moral de nuestro
ejército estaba a la altura de mis zapatos". Eso no era culpa de los
americanos. Cf.: "En Cuba", Bohemia, 11 de enero de 1959, 117 s.
(2) Memorandum of Conference with the President, 18 de marzo de 1960.
(3) A la una de la mañana del 19 de abril, Kennedy accedió a que seis
cazas a chorro despegaran del portaviones Essex, para que con alarde de
presencia —sin entablar combate en el aire ni atacar objetivos en
tierra— ahuyentaran a los aviones de Castro y dieran así apoyo a los
B-26 que aún volaban. Los cazas nunca se encontraron con los B-26. Ni la
CIA ni el Pentágono tuvieron en cuenta la diferencia de hora entre el
teatro de operaciones en Cuba y la base de B-26 en Nicaragua.
(4) Johnson, Haynes. The Bay of Pigs, W. W. Norton and Co., 1964, 72.
(5) Diminishing Popular Support of the Castro Government, 16 de marzo de
1961.
(6) Memorandum for General Maxwell D. Taylor, 26 de abril de 1961.
(7) Wyden, Peter. Bay of Pigs: The Untold Story. Simon and Schuster,
1979, 160.
(8) Thomas, Evan. The Very Best Men, Simon and Schuster, 1995, 253.
(9) El mismo día del desembarco, a las 10 de la mañana, el batallón de
la Escuela de Responsables de Milicias ocupó el caserío de Pálpite. Al
recibir el parte por teléfono, Castro exclamó: "Ya ganamos". Nadie como
él conocía el terreno y sabía que los invasores no tendrían ya por dónde
salir.
(10) "Troubling questions still haunt legacy of Bay of Pigs", The Miami
Herald, 17 de abril de 1998.
(11) Reflexión "La tiranía mundial", 7 de julio de 2007.
Source: Acuérdate de abril - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/acuerdate-de-abril-329105
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