martes, 16 de febrero de 2016

Sin olvidados, sin triunfadores

Sin olvidados, sin triunfadores
La normativa cubana convoca a los emigrados como ciudadanos de segunda
clase, paradoja rotunda para una emigración que tal vez sea de las más
activas desde el siglo XIX
Luis Carlos Battista, Miami | 16/02/2016 12:58 pm

Hace unos días leí un artículo de un viejo amigo, Harold Cárdenas,
titulado Los olvidados, los que se quedan publicado en La Joven Cuba y
en el cual se debate sobre el calificativo de perdedores y olvidados que
en ocasiones reciben los jóvenes (y no tan jóvenes) cubanos que deciden
no emigrar. En una relación donde han existido coincidencias de
pensamiento, creo que debo disentir respetuosamente en esta ocasión.
Recuerdo que, en 2008, recién ingresado a la Universidad de La Habana,
el Comité del Partido Comunista realizó una encuesta entre cientos de
estudiantes de la Colina Universitaria con varias opciones sobre sus
planes futuros. Dicha encuesta resultó más que alarmante para los
funcionarios y dirigentes universitarios. Aproximadamente el 90 % de los
estudiantes tenía como perspectiva abandonar el país, incluso por encima
de otras opciones tan corrientes como culminar los estudios o formar una
familia. En aquel momento jamás pensaría que la vida me pondría en ese
porciento mayoritario. Recuerdo esta anécdota para dar cuenta que
efectivamente los jóvenes que deciden no emigrar son una minoría por las
razones que sean, válidas todas.
Sin embargo, creo que dividir el debate entre olvidados y no tan
olvidados, los que se quedan y los que se van, perdedores y
triunfadores, constituye una acción robótica de simples eufemismos que
lejos de abordar el problema, lo simplifica. En una realidad donde la
pregunta del día a día de nuestra juventud es emigrar o no emigrar, ello
ya constituye para nosotros como nación una derrota. Nos encontramos en
una situación en la cual todos somos perdedores, ¿o acaso el emigrar no
es en sí una forma también de perder al distanciarse y separarse la
familia, renunciar en muchos casos a aspiraciones profesionales y
cambiar en general un proyecto de vida por otro?
La condición de triunfadores que el artículo menciona como presente en
la creencia popular cubana es una categoría con amnesia selectiva o
desconocimiento. En el mayor de los casos no hay nada de triunfante en
la emigración, tenga el gentilicio que tenga. Levantarse a trabajar cada
día en un país que no es el propio, en otro continente con idioma
distinto, lejos de la familia y antepasados, de nuestra cultura, nuestra
tierra, nuestros amigos y en muchas ocasiones de nuestra profesión, no
tiene nada de triunfante y mucho de sacrificado. Tan sacrificado como
puede ser para aquellos que deciden no emigrar. Lo que sucede es que en
las fotos casi siempre salen las sonrisas y no las lágrimas.
Lastimosamente este dilema del emigrar o no se ha visto acentuado por
nomenclaturas como salida definitiva, desertor, salida ilegal,
repatriación y pérdida de la residencia en el territorio nacional, entre
otras presentes en la normativa migratoria cubana. El problema del
cubano no es tanto la libertad de emigrar, sino la poca libertad de
retorno. Nuestro sistema migratorio durante décadas ha impuesto una
especie de sanción con los emigrantes, cual padre que desconoce para el
resto de su vida a todo hijo que abandone la casa paterna, y de paso
privándole de derechos que le fueron concedidos al nacer.
A pesar de que recientemente se ha facilitado por las autoridades el
proceso para solicitar la repatriación, este sigue sufriendo una
contradicción de raíz: tal proceso nunca debió haber existido. Su sola
existencia desde el punto jurídico es una abominación, dado que implica
el divorcio forzoso de otras categorías como ciudadano y residente,
cuando la primera debe englobar la segunda, siempre que se ampare bajo
una misma nacionalidad. Si quisiera ponerse desde otro punto de vista,
la normativa cubana convoca a los emigrados como ciudadanos de segunda
clase, paradoja rotunda para una emigración que tal vez sea de las más
activas desde el siglo XIX. Ello sin mencionar las implicaciones
ideológicas y consideraciones políticas que se tenían o tienen aún desde
la posición oficialista hacia los inmigrantes. Debemos recordar que
hasta en las mejores familias ocurren las disensiones, por no decir en
la Nación.
Hace poco, conversaba con un amigo español también emigrado por las
condiciones de crisis que sufre la Península por estos tiempos; me
comentaba de lo absurdo de considerar la salida de un nacional como
definitiva. Él, que tiene esposa cubana, sabe un poco y compara su
posición con la nuestra. Está decidido a que cuando mejoren las
condiciones en España y pueda conseguir un empleo que le satisfaga
económicamente, regresará a su país de origen. Aún hoy no puedo
responder la pregunta que me hizo un tanto bromeando, un tanto
polemizando, y otro tanto en serio: ¿Podríamos los cubanos hacer lo mismo?
La emigración de la Isla nos ha costado a todos, siendo el país el más
resentido en términos sociales, culturales y económicos. Según algunas
cifras, la sociedad cubana ha exportado aproximadamente una quinta parte
de sus hijos, y la cifra lógicamente aumenta si consideramos los nietos
y biznietos nacidos en el exterior. Pregunto, acaso que nuestra Patria
se desangre, ¿no es ya una pérdida para todos?
Coincido con Harold en que somos responsables por las decisiones del
futuro de nuestra nación, sin embargo, no lo hago cuando nomina a estos
responsables en exclusivamente los que viven dentro. Todos los cubanos
somos responsables de las decisiones patrias. ¿Hubiese podido Harold
decirles a los tabacaleros de Tampa y Cayo Hueso que "el futuro de esta
isla tiene que decidirlo los que viven dentro"? Nosotros los emigrantes,
aunque no lo parezca, también pagamos nuestra carga tributaria al Estado
cubano, ¿o acaso no contribuimos con cientos de millones de dólares a la
república por concepto de tasas consulares?
Considero esta cifra ya alta de por sí y no tiene en cuenta el aporte al
PIB bajo el renglón de remesas familiares e inversión directa e
indirecta hacia el naciente sector privado. Los emigrantes no podemos
ser considerados por los actores políticos como nacionales a la hora de
imponernos obligaciones y luego ser considerados extranjeros (o, dicho
de otra manera, "no tan cubanos") a la hora de respetar nuestros
derechos consagrados.
Lamentablemente, el texto que Harold nos presenta apuntala una
concepción inoculada ideológicamente que no hace más que contribuir a
una estratégica división de la Nación, intenta simplificar y esquematiza
algo tan complejo como la emigración en la sociología sin distinguir
razones políticas, económicas, profesionales, familiares o culturales y
alimenta la ingenuidad política que muchas veces acompaña a parte de la
sociedad cubana en los últimos años de confundir la pertenencia a la
Nación con la afinidad a un proyecto político.
En la Casa Cuba hay espacio para todos sus descendientes. La sociedad
que debemos construir entre todos tiene que ver a sus hijos como
iguales, sin distinción de dónde decidan vivir y eliminar la
discriminación entre "los de adentro y los de afuera". O mejor, que los
jóvenes del mañana, niños de hoy, no tengan que crecer con esa maldita
disyuntiva de emigrar o no emigrar.

Source: Sin olvidados, sin triunfadores - Artículos - Cuba - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/sin-olvidados-sin-triunfadores-324836

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