Todos se mueven, menos La Habana
El eterno dilema entre ética y realismo político genera matrices de
opinión muy polarizadas en el caso de Cuba
JULIO ALEAGA PESANT, La Habana | Mayo 29, 2014
El Papa Juan Pablo II, durante su exitosa visita a Cuba en el lejano
1998 dijo "que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba". Sus
sabias palabras quedan como exergo para los tratadistas de las
relaciones políticas y económicas del Gobierno cubano con el mundo.
Algunos llegaron a interpretar que tanto el embargo norteamericano como
la Posición Común europea se levantarían en proporción directa y en la
misma medida que el gobierno insular abandonara el aislacionismo y las
violaciones de los derechos humanos, además de abrazar la democracia
política y la libertad económica.
No les falta razón. Son muchos los que piden a unos u a otros, por
separado o en conjunto, pero sobre todo de manera unilateral, que
levanten las sanciones contra el Gobierno cubano, para que este avance
en las reformas. Hay quienes justifican esta posición por el realismo
político. Mientras, otros afirman que la inversión, el crédito y el
restablecimiento de relaciones, además de hacer negocios, aumentan la
posibilidad de intervenir en el futuro político de la ínsula.
Todas estas propuestas obvian lo más importante: La Habana no se mueve
un milímetro. Pero, cuando lo hace, es para perpetuar el modelo de
monarquía absoluta, imitando así a Corea del Norte o Siria, que apoyan
al terrorismo y aplican políticas genocidas contra sus propios
ciudadanos. No es casualidad que el Gobierno cubano enviará armas
ofensivas a Corea del Norte, lo que provocó una condena de las Naciones
Unidas por poner en peligro la seguridad del Canal de Panamá con ese
cargamento.
La nueva Ley de Inversiones, supuestamente estimulante para extranjeros,
decepcionante para los cubanos, mantiene el eterno y escalonado
apartheid sobre los nacionales. El cautiverio del contratista
norteamericano Alan Gross o los flamantes acuerdos estratégicos sobre
inteligencia, firmados con Rusia por el Coronel Alejandro Castro Espín,
indican que la política se mueve, pero para mantenerse quieta.
Sin embargo, la carrera por el posicionamiento en la Mayor de las
Antillas ha comenzado, como lo indica la visita a Cuba de la Cámara de
Comercio de EEUU, que se sitúa dentro del ámbito más amplio de la
competencia con México, la Oderbrecht brasilera, o las ayudas de la
Unión Europea.
Diez años atrás varios gobernadores estadounidenses también visitaron La
Habana, aquella vez para la Feria Internacional. Venían a vender sus
productos. Hoy las compras totales a los norteamericanos son inferiores
al 25% de los primeros contratos. Veinte años de Sol Meliá administrando
y construyendo hoteles en la isla trajo pingües ganancias a la empresa
española, pero no posibilitó el mejoramiento de las condiciones
laborales, el fortalecimiento del sindicalismo libre o la modernización
de la sociedad, como la presencia de la francesa Peugeot, no facilitó el
aumento del parque de tractores en manos de los campesinos.
En ambos y otros muchos casos, la lógica aperturista solo favorece el
fortalecimiento del Estado y un mayor compromiso con la dictadura. Un
ejemplo de esos compromisos es el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula
Da Silva, que comparó a los defensores de los Derechos Humanos en Cuba
con los ladrones de Sao Paulo. Pero esa lógica también implica mayores
recursos para el esfuerzo represivo, y el nacimiento de nuevas líneas de
corrupción dentro del Estado y el partido en el poder. Recuérdese el
caso del inversionista armenio Tomakjian condenado en Cuba por sus
irregularidades financieras.
No obstante, las iniciativas para el desarrollo y la solución de los
conflictos son suelas indispensables en los zapatos de la
postmodernidad. Pero ¿qué pasó cuando a principios de su primer mandato,
el Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, buscando un nuevo
escenario en la relación entre EE.UU y Cuba, autorizó a los gestores de
los cables submarinos de comunicaciones a que brindaran el servicio al
Gobierno de la Isla? Sencillo, los Castro Ruz le tiraron la puerta en la
cara.
No hay nadie autorizado para indicar a los actores internacionales cómo
actuar con la dictadura que amarga a mi país. Cada uno de ellos tiene
intereses particulares, tan respetables como los nuestros. Pero añoro
los días en que Argentina y Costa Rica, apoyaban a los sandinistas en su
enfrentamiento al somocismo en Nicaragua, la Internacional Socialista
hacia lo mismo con la Concertación chilena o el PSOE en España. México
se escandalizaba porque el franquismo fusilaba a tres terroristas
etarras, y llevaba el caso al Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas. Estados Unidos, agradecía a Juan Carlos cuando dijo ante su
Congreso que sería el Rey de todos los españoles, mientras Moscú
apostaba por elecciones democráticas en Madrid, y el mundo embargaba
económica y políticamente a Suráfrica, por la violación de los derechos
humanos.
Y eso... también fue realismo político.
Source: Todos se mueven, menos La Habana -
http://www.14ymedio.com/opinion/Cuba-Estados_Unidos-embargo_Posicion_Comun-Camara_de_Comercio-opinion_0_1568843103.html
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