domingo, 25 de mayo de 2014

Quiero recuperar lo que Cuba le quitó a mi familia

JUSTICIA 'Nos fuimos porque el que se quedaba podía ir a la cárcel'

Quiero recuperar lo que Cuba le quitó a mi familia
- Casas, palacetes, fincas...
- 57 familias españolas se unen con la Sociedad 1898
- Reclaman todo lo que la revolución castrista les expropió
- Habría 3.000 en total con derecho a devolución
- El valor de lo requisado rondaría hoy los 8.000 millones de dólares
Martín Mucha Actualizado: 25/05/2014 03:32 horas

La escapatoria era dejarlo todo atrás. De nuevo. Ese batallar por
décadas, por media vida. El español Arturo González Fernández (Asturias,
Trasona, 1905) emigró a Cuba con 14 años. Y le tocó. De nuevo. La
Revolución Cubana, la que él mismo había financiado, le obligó a partir.
Con lo puesto. El primer día de 1959, Fulgencio Batista, El Hombre, fue
derrotado. Cayó su régimen. Y Arturo, quien apoyó a Castro y los suyos,
poco a poco vio lo que deparaba ese cambio. Expropiaciones justas e
injustas, con fusilamientos incluidos. Decidió regresar. Abandonó tres
fincas rústicas y dos urbanas en Vitoria de las Tunas, además otra finca
en La Habana. Se llevó los títulos de propiedad por lo que sucediera.
Siempre quiso volver a por lo suyo: 55 años después hay una oportunidad.
La Sociedad 1898-Compañía de Recuperaciones Patrimoniales en Cuba, con
sede en Barcelona, está buscando en todo el país a las 3.000 familias
que retornaron a España. Ya han firmado un acuerdo con esta organización
57 de ellas.

El inventario del patrimonio que dejaron tan sólo estas últimas es
cuantioso: 255 viviendas, 71 solares edificables, 57 terciarios
[propiedades dedicadas a los servicios, al comercio, a la industria] y
41 fincas rústicas [terrenos yernos, parcelas, tabaqueras, pastos,
cañaverales]. El fin de su labor es exigir que Cuba devuelva los bienes
o indemnice a los que escaparon. Cada uno de ellos con una vida de
novela. En pleno escándalo por el relato sobre La Vie Cachée de Fidel
Castro (La vida oculta de Fidel Castro) -donde se relata su vida «a lo
Luis XV»» en la Isla- sus herederos exigen justicia. Reparar la herida.

Arturo dormía en un barracón, en la trastienda de un tío emigrante como
él. Llegó de un pueblo pequeño. Se fue a Cuba en 1919, nació en 1905.
Dormía en la misma tienda donde trabajaba con su pariente lejano. «Era
la tierra de las oportunidades... Vendió periódicos. Limpió zapatos»,
cuenta a Crónica su hijo, Arturo González Olmedo, consejero de BYA
-grupo Bosch Aymerich-, director de la agencia de transportes Trota y
catedrático de la Escuela de Organización Industrial.

Ahorraba y ahorraba. Hasta que el dinero le dio para sus primeras
escaramuzas empresariales. «Se estableció... Tenía negocios de
ganadería. Llegó a tener sus propios grandes almacenes. Estaba ubicado
en Las Tunas, ciudad en el oriente [capital de la provincia del mismo
nombre]». El ya exitoso empresario, para los años 50 estaba bien
asentado en La Habana. «Poseía una finca de ganado con 1.000 cabezas,
negocios inmobiliarios... y era dueño de Almacenes Cayamas». Esta gran
superficie era uno de los focos del comercio de Las Tunas, una zona
geográfica también conocida como el Balcón de Oriente.

Ejemplo mundial

«Se llevó a tres hermanos más y juntos lucharon». Eran los tiempos en
que Almacenes del Encanto, fundados por los asturianos Pepe y Bernardo
Solís, eran ejemplo mundial de cómo desarrollar un negocio de venta al
público. Precisamente uno de sus gerentes, César Rodríguez González, fue
el primer presidente de El Corte Inglés y tío del fundador, Ramón Areces
Rodríguez. Ellos fueron el espejo en el que se miró Arturo González para
su negocio, los Almacenes Cayamas. Muy especialmente, Ramón Areces.
«Eran muy amigos. Él fue testigo de la boda de mi padre... Ambos eran
emigrantes asturianos y eran una comunidad unida».

Todo iba bien en 1959, cuando tuvo que irse. El balance que figura en
Sociedad 1898 es cuantioso. Tres fincas rústicas y dos urbanas en
Vitoria de las Tunas, más una vivienda en La Habana. Eso sin contar con
lo que tenía dentro, que ya se da por perdido. «Hay unas 3.000 familias
que pueden probar que fueron dueños de propiedades en Cuba. La
valoración era de 350 millones de dólares del año 1968. En 1986, se
podría decir que valían 2.991 millones. Es decir, 8.000 millones hoy»,
calcula González Olmedo. Una estimación de este economista a tomar en
cuenta considerando que, además de ser un gran conocedor de la realidad
cubana, es graduado del MBA por el IESE y además ha realizado estudios
en el INSEAD, en la Universidad de Michigan y en Columbia.

Lo peor que recuerda era como dejó la isla, su hogar. «Se tuvo hasta que
desnudar antes de viajar. Únicamente le permitieron irse con lo puesto y
las gafas. Ni el reloj le dejaron llevarse... No es un caso único, hay
muchos más».

Uno de 3.000, según estima el informe de la Universidad Creighton sobre
las reclamaciones de propiedad entre Cuba y España, actualizado hace
tres años, que utiliza la Sociedad 1898 como pilar para sustentar la
enorme deuda económica que el Gobierno de los Castro tiene con esos
españoles, con las 3.000 familias de Cuba expropiadas, las que salieron
entre 1959 y 1962, el foco de su actividad. De ellos una buena parte
está en Galicia, Asturias y Cataluña. Sólo entre los gallegos se
contarían 600. Su reclamación esta semana alcanza otras dimensiones
cuando se han hecho públicos nuevos movimientos en -o a favor de- Cuba
para liberarlos de la precariedad económica que padecen sus habitantes.

El lunes se difundió que 40 personalidades firmaron una carta dirigida
al presidente de EEUU, Barack Obama, para que acelere las medidas para
la apertura económica de la isla. Léase, el fin del embargo. Entre ellos
nombres de alcurnia como David Rockefeller, nieto del todopoderoso John
D., el magnate venezonalo-dominicano-español Gustavo A. Cisneros... Y
además, como bien explica el intelectual Moises Naim, también firmante
de la carta: «Tres ex subsecretarios de Estado para el Hemisferio
Occidental -Jeff Davidow, Alexander Watson y Arturo Valenzuela-, dos
antiguos representantes de la sección de intereses de Estados Unidos en
La Habana -incluido Michael Palmry, designado por el republicano George
W. Bush- y el ex comandante supremo aliado de la OTAN y comandante del
Comando Sur estadounidense (SouthCom) almirante James Stavridis». Casi
nada. El fin del embargo y la apertura de la isla tendrían repercusiones
mundiales. Por ende, obviamente, también en Europa. Desde febrero, por
ejemplo, la UE aprobó charlar con Cuba. El primer paso sería mejorar las
relaciones comerciales.

Precedentes

Pero, como en el caso de los países del antiguo bloque soviético, creen
desde 1898 que Cuba deberá por fin hablar de compensaciones o devolución
de los bienes confiscados. «La historia y los estudios confirman que la
resolución del conflicto patrimonial será uno de los principales asuntos
que se abordarán, independientemente del tipo de régimen en que nos
encontremos», señalan desde esta organización.

«La historia de la caída de los países comunistas de Europa del Este, en
su tránsito de una economía planificada a una de libre mercado, nos
brinda la oportunidad de entender cómo se solucionó el problema
patrimonial», extractan del informe de la Universidad Creighton. Se cita
la experiencia tras la caída de los regímenes comunistas de República
Checa, Estonia, Letonia, Eslovaquia, Hungría, o la República Democrática
Alemana... En todos los países citados «se promulgaron leyes para su
recuperación».

Ésa es la esperanza de las familias españolas que ven las propiedades de
sus familias en fotografías sepia. Una esperanza retratada en canciones
incluso. «Nunca podré morirme, mi corazón no lo tengo aquí./ Allí me
está esperando, me está aguardando que vuelva allí./ Cuando salí de
Cuba, dejé mi vida, deje mi amor./ Cuando salí de Cuba, dejé enterrado
mi corazón...», cantaba Luis Aguilé, otro expropiado. A él se le
quedaron cuando la Revolución triunfó 14.500 dólares, de los 16.000 que
tenía, su disco de oro...

En la carta a Obama aparece uno de los reyes del azúcar mundial, Andrés
Fanjul, miembro de los polémicos Fanjul Brothers, una familia que dejó
gigantes campos de caña en su salida. Eran del grupo de los amos del
principal producto de exportación del país.

Uno de los hombres que vendía el azúcar de Cuba era el reputadísimo
Claudio Escarpenter. «Trabajó con Batista y huyó en una misión
diplomática de venta de azúcar», cuenta María Teresa Escarpenter, su
hija, responsable de Ediciones Nowtilus. Es la historia de una saga
histórica. El padre de Claudio llegó a principios del siglo XX. «Con 16
años le mandaron a hacer fortuna y la hizo». No vio «el largo de la
calle por dos años».

Trabajaba en una ferretería que después compró. «Montó con su familia
una sociedad que se llamaba los Escarpenter Brothers». Tuvo tres hijos.
Los dos varones, Claudio y José Emilio, se mudaron a Cuba. Claudio, tras
graduarse en la universidad en Barcelona. Su éxito académico fue tal que
además «inauguró la cátedra de Economía de Cuba». Llegó a lo más alto en
el Banco Nacional de Cuba. «Dio la vuelta al mundo para vender azúcar
para el Gobierno».

José Emilio optó por negociar terrenos. El abuelo de María Teresa se fue
primero. Claudio y José Emilio, tras el triunfo de la revolución.
«Salimos con cinco maletas». Para no regresar. Entre sus bienes, dejaron
casas y apartamentos en La Habana, una residencia en Miramar, terrenos
de playa y rurales... En algunas de sus propiedades hay ahora levantados
supermercados o están alquiladas a extranjeros. «Y no éramos los que más
teníamos», recuerda María Ángeles Escarpenter, hija de José Emilio.
Tienen la esperanza de recuperarlo todo.

Nueva ley de inversiones

La necesidad de dinero de Cuba es enorme y puede complicar la misión de
Sociedad 1898, que espera poder alcanzar el sueño de estos exiliados
españoles en una década a lo sumo. Se acaba de aprobar por resolución
del Ministerio del Interior una nueva visa para los extranjeros «que
sean propietarios o arrendatarios de bienes inmobiliarios, así como de
sus familiares extranjeros que lo requieran». Es parte del camino que
surge tras la nueva Ley de Inversiones, promulgada en marzo, que
permitía la adquisición de inmuebles a extranjeros inversionistas. De
venderse bienes que antes fueron expropiados, el lío jurídico sería
tremendo para los reclamantes [y para Sociedad 1898 que sólo cobra si
tienen éxito las reclamaciones: se lleva un 30% de las posibles
indemnizaciones].

Ya largo tiempo han esperado. Lorenzo Abascal, empresario, recuerda a la
perfección el lugar donde quedaba la destilería de su familia. «La
fábrica y alambique Ron Castillo era vecina de Ron Bacardi y de una
cervecería».

Se ubicaba en Santiago de Cuba. La marca Castillo era propiedad de la
familia por parte de su madre, Josefina, quienes también poseían la
destilería Rovira y Compañía. «Nos fuimos porque el que se quedaba podía
ir a la cárcel». Cuando fueron expropiadas todas las empresas de ron,
otra de las exportaciones importantes del país, «el ron Castillo se
convirtió en la alternativa para el consumo de los cubanos, en la marca
para consumo interno». Lorenzo, que reside en Cataluña y con una agenda
imposible, suelta un suspiro mientras recuerda la vida de sus padres.
Donde sus abuelos hicieron fortuna. «Acabaron en Barcelona pensando que
en poco tiempo volverían». Sus herederos esperan cumplir su voluntad.

Source: Quiero recuperar lo que Cuba le quitó a mi familia | Crónica |
EL MUNDO -
http://www.elmundo.es/cronica/2014/05/25/538055feca47415b0b8b456c.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario