Candil de la calle
LUNES, 26 DE MAYO DE 2014 05:11 ESCRITO POR LEONARDO CALVO CÁRDENAS
Cuba actualidad, Boyeros, La Habana, (PD) No podemos menos que sentir
justificada indignación cuando escuchamos a funcionarios y voceros del
gobierno cubano disertar sobre las ventajas fiscales que para los
presuntos inversionistas foráneos brindan las regulaciones de la llamada
Zona de Desarrollo de la occidental localidad de El Mariel y la nueva
Ley de Inversión Extranjera, el más reciente y desesperado recurso de
los incombustibles jerarcas de La Habana para tratar de apuntalar su
maltrecha economía.
Varios años de exención de impuestos sobre las ganancias o sobre la
utilización de la fuerza de trabajo y la flexibilización extrema de
otros gravámenes fiscales pretenden seducir a los capitalistas
extranjeros para que vengan a comprar barato lo que queda de nuestra
sufrida y maltrecha nación.
La nueva normativa desde su misma esencia nominal reafirma lo que todos
sabemos: como en materia de derechos civiles, en el terreno económico,
los nativos siempre seremos relegados a posiciones subalternas o terciarias.
Todas las naciones con vocación y voluntad de desarrollo apuestan fuerte
por la inversión extranjera como una vía de impulsar su avance económico
y comercial, pero nunca a costa de privar de espacios y derechos a los
naturales del país.
De acuerdo a la perspectiva político-estructural de las autoridades
cubanas, la Ley de Inversión Extranjera responde a un esquema que me
gusta llamar "media persona". A saber, los cubanos contamos con
nominales derechos políticos, pero no tenemos poder económico; por su
parte, los extranjeros son agraciados con la posibilidad de disfrutar
espacios y ganancias, pero carecen de personalidad ciudadana y derechos
políticos, por lo que ninguno de los dos actores pueden aspirar a
importantes cuotas de poder político.
La realidad actual contrasta con las etapas pre castristas de nuestra
historia, en la cuales los capitales e intereses económicos nacionales
ocuparon lugares preponderantes.
En época tan lejana como el siglo XIX, mientras la metrópoli española
gobernaba la Isla, los hacendados y comerciantes criollos dominaban la
promisoria economía de lo que para entonces era la perla más preciada de
la corona ibérica, siempre enfrentando con éxito las enormes
restricciones que imponía el tardío feudalismo español.
En la primera mitad del siglo pasado, a pesar del peso real de los
intereses empresariales norteamericanos en la economía nacional, los
ciudadanos cubanos gozaban de todas las potestades económicas. Tanto los
grandes capitales como los pequeños y medianos empresarios jugaban roles
significativos en los procesos económicos y con ese poder hicieron un
gran aporte material a la causa "revolucionaria" que una vez en el poder
barrió con esos intereses y de paso, con la riqueza que generaban.
Otro tanto sucede con los derechos laborales y las conquistas sindicales
obtenidas a través de varias décadas de dura lucha de los trabajadores
cubanos. Finalmente, "la revolución de los trabajadores y los humildes"
eliminó la libertad sindical, creó una estructura social corporativa al
más puro estilo fascista, donde los ciudadanos y las organizaciones
sociales e instituciones son simples instrumentos del poder para afirmar
sus controles y dominios sobre toda la sociedad.
Solo la indolente alienación y el incontenible pánico de los gobernantes
cubanos le permiten imaginar la posibilidad de impulsar algún nivel de
desarrollo y crecimiento enajenando a los ciudadanos de los principales
espacios económicos.
Brindar prebendas y tentadores cantos de sirena a los capitales foráneos
mientras se ahoga y maniata el desarrollo de las fuerzas productivas es
como apostar siempre al caballo perdedor. No fue precisamente por esa
vía que naciones como China, Viet Nam, India, Corea del Sur, Angola,
Argelia, Chile, Perú o Brasil lograron pasar del retraso y la pobreza
generalizada a la condición de sólidas economías emergentes.
Las "tentadoras" ofertas al capital extranjero no pueden esconder ni
resolver los traumas que generan las deficiencias estructurales que
atrofian nuestro cuerpo económico. Pobre resultado tendrá este nuevo
canto de sirena mientras no exista en Cuba mercado interno y mercado
mayorista, mientras prevalezcan la ineficacia empresarial y el caos
financiero, el retraso tecnológico y el bajo nivel de conectividad, la
corrupción generalizada, la abultada e insoluble deuda externa y la muy
baja confianza financiera internacional que padece el régimen de La Habana.
Estoy seguro que muchos no olvidan los desmanes cometidos por las
autoridades cubanas contra muchos inversionistas foráneos que en los
pasados años difíciles probaron suerte con la maltrecha economía cubana.
Los jerarcas de La Habana pierden de vista que la inversión fluye sola
cuando se crean las condiciones materiales y jurídicas para el
desarrollo de todos los actores sin distinción ni exclusiones.
Las leoninas condiciones y absurdas restricciones que se imponen al
incipiente sector no estatal de la economía hablan alto y claro de la
falta de voluntad política del régimen que debe generar las condiciones
idóneas para el desarrollo de las potencialidades empresariales y
productivas de nuestra sociedad.
Resulta patético y lamentable ver que a estas alturas los gobernantes
cubanos prefieran abrir el tan estratégico sector agrícola a la
inversión extranjera en lugar de conceder la tierra en propiedad a los
campesinos e impulsar la recapitalización de tan importante renglón
económico.
La recién activada ley nos permite apreciar una vez más como el poder de
un régimen que ha destruido nuestra nación depende de aliarse con sus
supuestos enemigos de clase y convertir a los ciudadanos en mano de obra
barata sin derechos ni protección.
Sin dudas, la "obra" del castrismo es deleznable y su herencia será
catastrófica.
Para Cuba actualidad: montesinos3788@gmail.com
Source: Candil de la calle | Cuba noticias actualidad.Periodismo
independiente. -
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