La mala costumbre de perdonarle todo al castrismo
De tiempo en tiempo, en Latinoamérica se invoca la supuesta
"excepcionalidad" de Cuba para justificar las andanzas del régimen
Jueves, enero 26, 2017 | René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba.- De tiempo en tiempo, algún publicista latinoamericano
—a menudo de izquierdas, aunque a veces no— invoca la supuesta
"excepcionalidad" de Cuba para justificar las andanzas del castrismo.
Ese es el método que utilizan para admitir que un régimen militar,
dinástico y de partido único, se siente en plano de igualdad junto a
gobiernos civiles, democráticos y pluralistas.
Esta actitud se va convirtiendo en un tema recurrente de la politología
de Nuestra América. Ella sirve para admitirlo todo, para perdonar
cualquier crimen, para tolerar cualquier cosa que se les pueda ocurrir a
los jerarcas de La Habana. ¿Acaso no contemplamos, hace unas horas, a
los delegados a la Cumbre de la CELAC guardando un minuto de silencio en
honor del hombre que envió subversivos a todos sus países y que ni
siquiera representó a Cuba en alguna de esas reuniones?
Ese tema de la supuesta "excepcionalidad" puede aplicarse ahora al
escándalo vinculado a la transnacional brasileña Odebrecht. En su sitio
oficial, la gran compañía se ufana de tener proyectos de colaboración en
docena y media de Estados; de ellos, once son de Latinoamérica. Además
del mismo gigante sudamericano, figuran allí Argentina, Colombia, Cuba,
Ecuador, Guatemala, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela.
Gil Alessi escribe en el prestigioso diario madrileño El País: "Algunos
de los países en que Odebrecht pagó sobornos en América Latina son…".
Sigue una relación en la que figuran todos y cada uno de los antes
enumerados,… salvo Cuba. Aunque el colega no ha pretendido hacer una
relación exhaustiva (sólo dice mencionar "algunos"), tenemos que
insistir: ¿Estará funcionando aquí otra vez la hipotética "excepcionalidad"?
En el resto de Nuestra América se suceden los arrestos de ex
funcionarios de alto rango que aceptaron las generosas dádivas del
gigante empresarial sudamericano. Días atrás tocó el turno a Gabriel
García, antiguo viceministro de Transporte de Colombia; se le acusa de
recibir la friolera de seis millones y medio de dólares. Hace apenas
unas horas, Miguel Ángel Navarro Portugal, peruano, fue detenido "cuando
estaba subiendo a un taxi para fugarse".
Con anterioridad han sido muchos los cuestionamientos sobre los vínculos
con Odebrecht. En Ecuador, el presidente Correa suspendió los contratos
y envió una delegación a Brasil para averiguar todo lo posible sobre los
potenciales vínculos entre los sobornadores y los altos jefes de la
flamante "Revolución Ciudadana" que el mismo jefe de Estado encabeza.
El culebrón no tiene para cuándo acabar. Según escribió Gustavo Gorriti
para el mismo diario español ya mencionado, "cerca de 80 altos
ejecutivos de la corporación se han comprometido a decir todo lo que
saben, en respuesta a las preguntas que se les haga". Es el acuerdo que
han alcanzado con los acusadores públicos.
No en balde el referido colega, con respecto al desenlace de este
escándalo de corrupción, lo define con una frase feliz: "Una delación
sinfónica". Y precisa: "Con una partitura acordada, pero cuya
performance recién empieza". Sin embargo, como reza el refrán, "quien
hizo la ley, puso la trampa". Según el convenio con los investigadores,
"los delatores se obligan a responder preguntas, no a revelar lo no
preguntado". Aquí se imponen nuevas interrogantes: ¿Se abstendrán los
policías y fiscales brasileños de inquirir sobre Cuba? ¿Imperará de
nuevo la "excepcionalidad"?
En donde sí no ha funcionado esta última es en los informes de la
prestigiosa "Transparencia Internacional". Según CubaNet, esa entidad,
consagrada a monitorear el peculado en el mundo, bajó a Cuba cuatro
puestos: nuestro país ocupa ahora el número 60. Nos queda el consuelo de
que la fiel aliada bolivariana —Venezuela— está clasificada en el 158, y
su presidente Maduro recibió la dudosa distinción de ser escogido como
"Persona del Año"; o sea, como quien en todo el planeta más ayudó al
crimen organizado y a la corrupción.
Mientras tanto, el ex director ejecutivo de Odebrecht —ahora condenado a
casi veinte años de prisión— confesó que el otrora presidente brasileño,
Luiz Inácio da Silva, recibió más de dos millones de dólares en
sobornos. Esta escandalosa revelación no ha impedido que la inefable
Dilma Rousseff exhorte a su mentor a aspirar de nuevo a la primera
magistratura, ya que, según ella, triunfaría de calle en los comicios.
Y ya que hablamos del locuaz Lula, surgen de nuevo las preguntas: ¿Cómo
explicar su visita a Cuba —en particular al Mariel— poco después de
haber abandonado la jefatura del Estado? ¿Se debió a las nostalgias
izquierdistas de su época de obrero metalúrgico, o tuvo como objetivo
supervisar un negocio en el cual estaba interesado de modo directo?
En el ínterin, Cuba sigue siendo excepcional en este asunto, y ninguno
de sus dirigentes se ha visto mezclado (al menos, de manera pública y
hasta ahora) en el escándalo iniciado en Brasil, en el cual se han visto
involucrados decenas de altos funcionarios de Nuestra América.
Source: La mala costumbre de perdonarle todo al castrismo | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/la-mala-costumbre-de-perdonarle-todo-al-castrismo/
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