sábado, 17 de diciembre de 2016

El ciudadano en la hora 25

El ciudadano en la hora 25
[16-12-2016 21:33:50]
Pedro Corzo
Escritor, Periodista y Editor

(www.miscelaneasdecuba.net).- Constantin Virgil Gheorghiu, de un modo
desgarrador y angustiante expone en sus libros, en particular en la Hora
25, que la no defensa de los derechos y acatar que los poderosos
irrespeten la soberanía personal, conduce al individuo a una condición
de absoluta dependencia y sumisión.
La indefensión del ciudadano ante el estado en muchas ocasiones es
consecuencia de su falta de responsabilidad. Cuando un individuo muta a
masa por una natural disposición a acatar ciegamente la ley del menor
esfuerzo y bajo la influencia de un caudillo, facilita la corrosión de
los cimientos morales de la sociedad, lo que culmina con la destrucción
de la dignidad humana.

En lo que respecta la defensa de la libertad y la dignidad no debe haber
espacio para las concesiones. Cuando un autócrata dispone sus recursos
para anular injustamente a un individuo, la solidaridad debería ser una
acción obligatoria. No es buen ciudadano el que calla ante la
arbitrariedad y la injusticia, amén de que es una indiferencia que se
paga caro porque el déspota, mientras más poderoso, requiere mayor
control, del que no escapan ni sus servidores más fieles.

El ciudadano tiene compromisos ineludibles en la comunidad que vive. Sin
embargo, la sociedad moderna, en buena medida dirigida por tecnócratas,
ha filtrado en casi todo conceptos utilitaristas donde lo importante son
los resultados y no las vilezas en que se puede incurrir para obtenerlos.

La moral, los valores que han caracterizado la sociedad occidental y que
se resumen con el calificativo ética cristiana, se han convertido en un
lastre porque muchas de las personas que se han conducido dentro de esos
cánones, tienden a justificar a quienes los han violado.

No se pueden explicar los actos de los victimarios. Ni que la sociedad
sea laxa ante conductas que la lesionan. La responsabilidad no se debe
diluir en una complicidad generalizada que conduce a que la víctima sea
considerada provocadora de su victimario, que las acciones de éstos son
motivadas por una educación insuficiente, hogares en conflicto o que un
volcán en erupción en las antípodas le indujo a cometer delito.

Siempre hay tiempo y espacio para errores y equivocaciones, también para
rectificar, cuando las acciones han causado perjuicios la
responsabilidad ante los mismos deben ser ineludibles, la deuda
contraída debe ser saldada, no obstante, en la actualidad es más fácil
ir a la bancarrota moral que asumir una y todas las responsabilidades
con los acreedores.

La sociedad amenazada por el despotismo tiende a escindirse. Se gestan
dos sectores minoritarios que pugnan entre si, en el marco de una
mayoría inapetente que a la postre es engullida por el caciquismo. Los
más contemplan con una mezcla de miedo, indiferencia y satisfacción cómo
ambas facciones, básicamente integrada por jóvenes, se enfrentan y como
la muerte, cárcel, o el destierro o la no menos angustiante conversión
a No Persona, aniquila a una de las vertientes.

Los perdedores terminan en prisión o dejan el país. Otros encuentran la
muerte y de los que sobreviven, pocos soportan con estoicismo los
tormentos de una sociedad que les ofrece privilegios a cambio de una
sumisión cómplice.

De la mayoría sin compromiso un sector parte al extranjero, y a expensas
de no participar en el drama de su nación y a costa de muchos
sacrificios y esfuerzos personales reconstruyen sus vidas, llegando a
ser respetables y productivos ciudadanos de su comunidad, condición que
no impide que algunos retomen su raíz y restablezcan los interrumpidos
vínculos con la tierra nativa que sigue ocupada por el caudillo que lo
llevó al ostracismo.

Por supuesto que de ese grupo mayoritario los más restan en la patria en
disputa. Muchos han envejecido con penas y ninguna gloria; integrando
anónimamente y debido a lo compulsivo del sistema, la maquinaria
destructora del autoritarismo.

Un sector minoritario de la mayoría que se sumó a los triunfadores y a
pesar de no poseer las convicciones del núcleo original fueron capaces
de desplegar energías suficiente para trepar por la estructura del
poder, al extremo que creyentes y conversos, ya confundidos por la
comunidad de crímenes de sangre y de conciencia cometidos, son capaces
de depredar su entorno en aras de una supuesta sociedad más justa, o en
beneficio de sus miedos o intereses más bastardos, y que conste, la
diferencia de motivos no debería eximir de la responsabilidad por las
acciones.

Source: El ciudadano en la hora 25 - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/58544fae3a682e0df8ad7299#.WFWFo_krL6Q

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