LA HABANA, Cuba, 26 de noviembre (Gladys Linares, www.cubanet.org) -Con
el inicio del plan de la Revolución Energética, comenzó para los cubanos
de a pie una de las etapas más difíciles de los últimos años, y se
agudizó aún más la pobreza.
Cuenta mi vecina Victoria que cuando los trabajadores sociales
comenzaron a censar e imponer el cambio de equipos electrodomésticos, al
principio no aceptó, "pero después --dijo- vinieron con su bullanga, que
si el equipo viejo consumía mucho, y me metieron miedo con lo del
ahorro. Me puse nerviosa y dejé que se llevaran mi refrigerador
americano, pero no me dieron ni un quilo (centavo)."
Cuando le quitaron la cuota de gas, y le trajeron una hornillita
eléctrica, una olla de presión marca Reina, también eléctrica, y una
arrocera Liya, todas chinas, ella, que antes pagaba doce o quince pesos
de electricidad, comenzó a pagar a pagar más de cien pesos al mes. Por
desgracia – o por suerte – aquello duró poco: primero se rompió la
hornillita, después la Liya, y por último la Reina, y aunque se abrieron
talleres llamados "del Programa de Ahorro Energético", no tenían ni
tienen piezas de repuesto.
Hoy el administrador de la bodega del barrio, junto con el delegado del
Poder Popular, no hace más que azuzarla para que pague los equipos
electrodomésticos. La mandaron para la Oficina Nacional de
Administración Tributaria -ONAT- para hacerle el contrato de pago, donde
le dijeron que debe de tener un codeudor.
-¿Quién me va a servir de codeudor?, exclama Victoria, si en esta casa
lo único que chorrea es el Haier chino, porque lo que es a mí, la
pensión de Seguridad Social me la quitaron hace meses. Ya les dije que
no voy a pagar para ser estafada, que se lleven sus equipos rotos y me
devuelvan mi refrigerador viejo americano, que funcionaba perfectamente.
Cocinaré con carbón, que me sale a veinticinco pesos la saca y hay
mucho, porque los campos de este país están llenos de marabú.
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