No van a cambiar ni a palos
By NICOLAS PEREZ DIAZ-ARGÜELLES
En épocas de Hitler un telón de hierro gris y compacto cubría todos los
crímenes del nazismo en Alemania. Los campos de concentración donde
enviaban a la cámara de gas a millones de judíos eran un secreto bien
guardado para el mundo. Fue mucho tiempo después que el líder fanatizado
con conservar la raza aria pura se envenenara en su búnker, con las
tropas aliadas a las puertas de Berlín, que el mundo supo los horrores
del nacional socialismo. Lo mismo sucedió con la tiranía de José Stalin.
¿Cómo es posible que tiranías brutales pidieran mantener a buen recaudo
de la opinión pública internacional sus barbaries? Quizás porque cuando
aquello la tecnología de las comunicaciones estaba en pañales. Pero el
cambio ha sido drástico, y ha evolucionado no en progresión aritmética
sino geométrica. Cada día hay nuevos inventos de la ciencia para que los
hombres puedan comunicarse más rápidamente los unos con los otros, y
cada vez es más difícil ocultar los crímenes políticos.
No hay ejemplo más palpable de este milagro del progreso tecnológico que
el régimen castrista. Hace 50 años hacían y deshacían a su antojo con
sus enemigos, hoy es otra historia.
Hubo una época, en los instantes más crudos del Plan de Trabajo Forzado
Camilo Cienfuegos, en la prisión de Isla de Pinos, que las golpizas que
les daban a los presos provocaba espanto. No olvido nunca que en una
ocasión que en el Bloque 3 llegó un sargento desconocido llamado Manuel,
y porque sorprendió a un preso comiéndose una toronja, de 100 hombres
envió al hospital con diferentes heridas y contusiones a 67. Y llegaron
las cosas a un punto en que todos los sábados asesinaban a un preso. Las
golpizas eran diarias, al muerto le tocaba el sábado. Era una lotería
siniestra. Podía ganársela cualquiera. No creo que hayan existido muchas
dictaduras que hayan tenido la desfachatez de tener una cuota semanal
para ordenar el asesinato de sus enemigos a mansalva. Ignoro por qué el
castrismo escogió el sábado para matar a quienes no aceptaban sus puntos
de vista. Luego llegaron las huelgas de hambre y en un corto espacio de
tiempo murieron 12 hombres. Fue la época en que como dijo en un
documental Alcides Martínez ``Nadie escuchaba'', ni el mundo, ni el
exilio de Miami. Estuvimos solos, trágicamente solos durante años.
Trato de no recordar pero con pesar recuerdo. Vivíamos en un estado de
absoluto pánico, era un mundo esférico de miedo, de mucho miedo.
Amanecíamos aquellos sábados con los dientes fuertemente apretados y en
posición fetal, en un intento de regresar a la seguridad del seno materno.
Hoy, medio siglo después, todo ha cambiado, el mundo escucha. La muerte
de Orlando Zapata Tamayo, la actual huelga de Guillermo Fariñas y la
amenaza de proseguir esa senda de sacrificio por René Gómez Manzano han
provocado un repudio mundial. La Unión Europea ha condenado
enérgicamente al castrismo, en la España de José Luis Rodríguez Zapatero
proclive a darle balones de oxígeno al castrismo el Partido Popular
tiene políticamente al gobierno contra la pared. Los senados de Chile y
México han hecho fuertes declaraciones exigiéndole al castrismo la
libertad de los presos políticos de conciencia. Las Damas de Blanco
estremecen al mundo desafiando al régimen antillano de fuerza.
Universalmente, en artículos de opinión, el rechazo es unánime. En una
bofetada a la hipocresía de ese gobierno de ``difuntos y flores'', en El
Nuevo Día , el catedrático de la UPR Héctor Ríos Maury, en simpática y
real crítica al gobierno de Cuba, ante una absurda charla sobre derechos
humanos del Fiscal General del régimen de La Habana en San Juan dijo:
``Es como solicitarle a Osama Bin Laden que exponga algo en torno a la
tolerancia democrática''.
ás claro ni el agua. Gracias a la tecnología y al fenómeno de las
comunicaciones, ni el más mínimo abuso castrista quedará impune. ¿Esto
significa que los Castro cederán a las presiones internacionales,
cambiarán de estrategia y soltarán a los presos políticos de conciencia?
Pensar así es una ingenuidad, no van a cambiar ni a palos, el régimen de
La Habana siempre huye hacia delante. Un Fidel de 80 y pico de años
enfermo y un Raúl también en los 80 piensan que si la represión a la
oposición, el reírse de las condenas internacionales, el mantenerse
alejado del gobierno de Estados Unidos y de la Unión Europea,
manteniendo una pureza ideológica absoluta, los ha mantenido en el poder
contra viento y marea durante 50 años, y sólo necesitan un puñadito de
años más, que pasan volando, para cumplir con sus anhelos más
fervientes: tener el privilegio de morir en el poder, y matando, lo van
a hacer.
Y es que a Fidel Castro le importa un bledo dejar o no un legado, el
caso es que la historia lo juzgue no en función de sus logros
económicos, sociales y políticos, ni en lo que haya construido con
respecto a la felicidad del pueblo de Cuba, sino en aquel campo por lo
cual lo respetan y admiran los Miguel Angel Moratinos, José Miguel
Insulza e Inácio Lula da Silva, en el odio feroz, en la intransigencia
absoluta que siente frente al gobierno de Estados Unidos. Y es que a
Fidel Castro le interesa un comino qué va a pasar el día después de su
muerte, porque como Luis XV, piensa: ``Después de mí, el diluvio''.
http://www.elnuevoherald.com/2010/03/24/v-fullstory/681133/nicolas-perez-diaz-arguelles-no.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario