Democracia y capitalismo en Cuba
Se equivocan quienes desde el exterior proclaman la libertad absoluta
del mercado como la panacea que traerá la democracia a Cuba
Alejandro Armengol, Miami | 19/04/2017 9:48 am
Por décadas en el exilio cubano de Miami se ha mantenido el credo de que
llevar la libertad a Cuba pasa por la reinstauración de un sistema
político dominado por el mercado. No es cierto. Capitalismo y democracia
no son sinónimos. Pueden coincidir, pero no necesariamente. Se puede
aspirar a que en la Isla exista un Estado de derecho, respeto a los
derechos humanos, la propiedad privada y la libre empresa, sin que ello
implique añorar una vuelta al pasado y apoyar la ilusión de convertir a
La Habana en una copia de Miami.
En The Return of History and the End of Dreams, de Robert Kagan, uno de
los ideólogos neoconservadores de mayor talento en Estados Unidos, se
señala lo que pasan por alto quienes creen que con solo las bendiciones
combinadas del comercio, capitalismo y propiedad creciente se llega
inexorablemente a una democracia liberal.
Según Kagan, lo que se subestima es el atractivo internacional de la
autocracia. La Unión Soviética, después del impulso inicial que recibió
la industrialización fue un modelo de fracaso económico. Pero la China
actual, hasta el momento, no lo es. Como dice Kagan, "gracias a décadas
de destacado crecimiento económico, los chinos pueden argumentar hoy que
su modelo de desarrollo económico, que combina una economía cada vez más
abierta con un sistema político cerrado, puede resultar exitoso para el
desarrollo de muchas naciones".
Un sistema similar al chino o al vietnamita, con las variantes
tropicales al uso, es lo que debe estar en la mente de más de un
tecnócrata o funcionario cubano. Pero no es siquiera que el ideal de
Raúl Castro sea la puesta en práctica de ese modelo.
Si algo se desprende de la realidad cubana actual, es la existencia de
un conjunto de medidas de supervivencia, para navegar en el caos sin que
se produzca un estallido social. Hasta ahora lo han logrado, como si
fueran los dueños absolutos del tiempo. No hay mérito en ello si se
recuerda el ejemplo más de moda en estos momentos, Corea del Norte, pero
la casta militar cubana ha dado muestras de desempeñar un rol productivo
y no limitarse al poderío parásito de los militares norcoreanos.
Aquí vendría entonces la pregunta de hasta dónde está el exilio
preparado para lidiar con ese grupo de funcionarios y militares que
están establecidos como los herederos del poder en Cuba.
Ante todo, hay que señalar algunas verdades, dolorosas para ciertos
exiliados. Más allá de los méritos cívicos y el valor de algunos de sus
integrantes —una cifra más o menos elevada para unos y no para otros—,
el movimiento disidente es un buen indicador del control absoluto del
Gobierno sobre la ciudadanía del país: hasta el momento, la disidencia
ha demostrado su incapacidad como vía alternativa para el cambio de
régimen, en tanto que ha logrado méritos en su labor de denuncia.
Tampoco llegan lejos ―nunca lo han logrado― quienes desde el exilio
llevan a cabo una labor de cabildeo dentro de la Casa Blanca y en el
Congreso en Washington, para conseguir que el Gobierno estadounidense
asuma una actitud agresiva frente al régimen de La Habana, con el
objetivo de transformar la situación actual.
A lo anterior se añade que la visión de que Cuba está gobernada por una
gerontocracia es incompleta, y que quien piense ―en parte por pereza,
por culpa de los corresponsales internacionales que no hacen bien su
trabajo y hasta por desconocimiento de nombres y caras― que los mandos
del régimen se limitan a un puñado de ancianos, y que todo se reduce a
un problema de edad, lo más probable es que muera en la espera de una
segunda solución biológica.
Si, salvo que se produzca un estallido social incontrolable, el destino
cubano más probable es un cambio generacional, que ampliará la vía
capitalista, pero mantendrá reducidas o controladas las libertades
públicas, la ecuación capitalismo y democracia salta en pedazos.
Uno de los resultados ―quizá poco lamentable― será dejar sin grandes
labores, aunque sin palabra es mucho más difícil y nada aconsejable, a
quienes desde el exterior proclaman una libertad absoluta del mercado,
como la panacea que traerá la democracia a Cuba.
Este texto recoge ideas expresadas con anterioridad en Cuaderno de Cuba.
Source: Democracia y capitalismo en Cuba - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/democracia-y-capitalismo-en-cuba-329156
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