jueves, 9 de marzo de 2017

Cuba - soberanía nacional, soberanía popular

Cuba: soberanía nacional, soberanía popular
JORGE DÁVILA MIGUEL

"Yo era el segundo hombre de importancia en Cuba, y a veces el primero".
El Cuarto Piso
Earl T. Smith, Embajador 1957– 1959

Corría por aquellos días en Cuba ––y también por todo el mundo–– el año
de 1933. El enviado especial norteamericano Sumner Welles había depuesto
al gobierno del dictador Gerardo Machado e instalado uno nuevo, el de
Carlos Manuel de Céspedes, bendecido por Washington. A Céspedes lo
derrocó el Movimiento Revolucionario Nacionalista (MNR) del 4 de
septiembre, liderado por el sargento taquígrafo Fulgencio Batista y
opuesto a la maniobra extranjera aunque más tarde, en un giro de 180
grados, terminara conspirando con Welles para convertirse en "el hombre
fuerte" de los norteamericanos.

Uno de aquellos revolucionarios antimachadistas se llamaba Ramón Grau
San Martín, era profesor universitario y formó parte de La Pentarquía
(porque la integraban cinco cubanos) que asumió el poder después del
derrocamiento del dictador. Más tarde Grau ocupó la presidencia. Su
gobierno duró 100 días y nunca fue reconocido por el gobierno americano,
la isla había sido rodeada por una treintena de buques de guerra. Al
fin, pusieron como presidente a Carlos Mendieta, quien satisfacía las
expectativas estadounidenses. La preocupación de Estados Unidos en aquel
caos cubano no era "restaurar la democracia", sino que sus negocios en
la isla fueran productivos. Nada censurable por cierto, y enteramente
natural en la defensa de sus intereses nacionales. Lo lamentable es que
se trate de edulcorar la verdad con la bondadosa "excepcionalidad"
norteamericana.

Grau San Martín fundó el Partido Auténtico en 1934 y según definiera su
doctrina política en el Centro de Estudios Pedagógicos e
Hispanoamericanos de Panamá en 1935, dicha agrupación era "nacionalista,
antiimperialista y socialista".

Ni el antimperialismo ni el nacionalismo, ni por supuesto la bipolar
presencia e interés geopolítico de los Estados Unidos en la historia
cubana comenzaron con Fidel Castro y mucho menos fueron originados por
él. Existe obviamente el eterno dilema de quien fue primero, el huevo o
la gallina, si Fidel Castro reaccionó a los ataques norteamericanos o
fue a la inversa. Una buena cronología de los hechos, mirada sin
predisposiciones ideológicas o apasionamientos imbéciles aporta la
adecuada información.

No existe otro país en América Latina que como Cuba ––salvo México,
obviamente–– haya estado tan ligado en su decurso y su historia, para
bien y para mal, con los Estados Unidos de América. Y no ha habido un
gobierno ––esté usted de acuerdo con él o no, llámele usted dictadura o
paraíso–– que haya defendido tanto su soberanía ante Estados Unidos como
el de la Revolución Cubana. Ya saltarán los que dicen que la Cuba de
Castro fue un satélite del Moscú comunista, pero entonces debieran
explicar cómo es que un satélite sigue girando cuando su sol se desmerenga.

La soberanía de una nación es naturaleza ineludible para que sus
ciudadanos sean capaces de ordenar y dirigir en diversas dinámicas
sociales, organizativas y electorales ––con fallos, acierto, buenas y
malas voluntades, pero por derecho–– el destino de su país. Sin
soberanía nacional no existe posibilidad alguna de soberanía popular,
ese espécimen ausente en la actual realidad política de la República de
Cuba.

Para que el pueblo de una nación ––en este caso Cuba–– pueda participar
con sus conciencias y decisiones individuales en el destino de la misma,
debe y tiene que contar con algo más que el ritual de una votación. Ese
programado y litúrgico ejercicio del voto ––sin la libertad de generar
alternativas–– que es lo que tiene lugar en Cuba hoy en día y se
cataloga oficialmente como ejercicio democrático, inexorablemente deberá
cambiar dentro de las realidades no solamente económicas, sino también
sociales y progresistas del siglo XXI.

Pero cuando cubanos de buena voluntad ––es poco saludable juzgar o
denunciar motivaciones–– arden de patriotismo en combatir al gobierno de
La Habana poniéndose al servicio, la espera, el contubernio, el acuerdo,
el consejo, la plata, el estilo, el tono, el tinte rubio del pelo, de la
mente o el apellido, de la política americana están cometiendo ––se me
ocurre a mí, aunque tal vez me equivoque, eso me pasa tanto–– el
mismísimo pecado original de toda la oposición cubana en los últimos 58
años, con la honrosa excepción de Oswaldo Payá. Porque a mí me parece
evidente, que primero hay que tener un país para después trabajar y
mejorarlo. Aunque no sea uno el que controle el bate y la pelota. Porque
nadie tiene la exclusiva del amor para su patria.

Comentarista político y columnista de CNN en Español.

Source: Cuba: soberanía nacional, soberanía popular | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article137474988.html

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