Un pato cojo soberbio y poco elegante
EUGENIO YÁÑEZ | Miami | 5 de Enero de 2017 - 08:26 CET.
Al presidente Barack Obama le quedan unos pocos días en la presidencia
de esta gran nación.
Lamentablemente, parece empeñado en que sean los peores de sus ochos
años de gobierno, y pasar a la historia como el presidente que más
problemas, dificultades y trampas dejó concientemente a su sucesor,
quizás con la esperanza de que un fracaso de Donald Trump resaltaría
factores positivos de la administración del presidente saliente.
En realidad, cualquier fracaso de su sucesor podría ser un fiasco para
EEUU más que para el presidente Trump personalmente, pero nada cambiaría
el balance de la Administración Obama.
Al presidente saliente hay que reconocerle que al llegar a la Casa
Blanca en 2009 evitó tanto que la crisis financiera que estalló en 2008
se hiciera más profunda y dañina para EEUU, como que el desempleo
escalara hasta niveles insostenibles. Obama hizo regresar el desempleo a
cifras aceptables y entre sus logros también es obligado mencionar que
envió al paraíso a Osama Bin Laden, y que adoptó políticas más justas
hacia la comunidad LBGT.
Un balance sereno no puede desconocer que desde el primer día de su
administración enfrentó una brutal resistencia y sabotaje a todas sus
políticas y decisiones desde los sectores más conservadores de la
sociedad americana, en parte por sus proyectos y estrategias de
gobierno, pero también por el color de su piel.
Ni tampoco omitir que intentó materializar programas fundamentales de
política interna y externa, como un seguro de salud accesible para todos
los americanos, sarcásticamente conocido como Obamacare, o una nueva
política exterior buscando ganar aliados donde anteriormente existían
enemigos o simplemente apáticas naciones a quienes EEUU no les
interesaba más que como suministrador de ayuda financiera o material, o
protección ocasional en caso de conflictos.
Que los esfuerzos no hayan sido todo lo exitosos que se hubiera deseado
no desmerece haberlo intentado, pero solo quedarán en el legado
resultados y no intenciones.
Sin embargo, habría que considerar también en ese balance promesas de
Obama no cumplidas, entre ellas la de eliminar la prisión de la Base
Naval de Guantánamo durante su primer año de gobierno. Y ostensibles
fracasos, como no haber protegido significativamente a Ucrania frente a
las presiones rusas, o ante la situación en Siria, donde el dictador
violó la "línea roja" de las armas químicas sin que EEUU respondiera
contundentemente.
O firmar un acuerdo nuclear con Irán que deja muchas incógnitas y
probablemente será descartado por el Congreso. Para no hablar del
escandaloso fracaso de Benghazi, que costó la vida a cuatro ciudadanos
americanos ante la pasividad de Washington, o el de la ofensiva aliada
sobre Mosul que debería haber liberado la ciudad y gran parte de Irak
antes de fin de año y terminó siendo otra operación improvisada por el
flamante comandante en jefe de las fuerzas armadas de EEUU.
Entonces, en las aproximadamente ocho semanas de gobierno como "pato
cojo" Barack Obama ha pretendido hacer lo que no hizo en ocho años de
presidencia, como expulsar a 35 diplomáticos rusos en represalia por una
supuesta interferencia de ese país en las elecciones presidenciales,
aunque no lo haya demostrado fehacientemente; prohibir perforaciones
petroleras en la costa del Atlántico; permitir pasivamente mediante
abstención en la ONU la condena a los asentamientos israelíes;
transferir aceleradamente terroristas detenidos en la Base Naval de
Guantánamo; perdonar y conmutar sentencias a más de 300 presos; dictar
regulaciones medioambientales para proteger monumentos; asegurar el
financiamiento de clínicas de planificación familiar; o nombrar a más de
100 personas en cargos superiores de gobierno.
Naturalmente, como presidente de EEUU, Obama puede tomar las decisiones
que considere oportunas hasta el último día de su mandato. Sin embargo,
nunca debería olvidar que su predecesor, George W. Bush, a pesar de su
calamitosa administración, está considerado como uno de los presidentes
que más facilitó y cooperó con la transición de su sucesor.
Obama está haciendo precisamente lo contrario. Tal vez considerando que
de esa manera su legado estará más "seguro". En el caso de Cuba, su
asesor más comprometido con el tema acaba de declarar que las relaciones
económicas con el régimen tras el "deshielo" se mueven alrededor de
6.000 millones de dólares, mezclando el potencial de negocios con la
cifra real de menos de 400 millones. ¿Ignorancia o mala fe?
En el momento oportuno la historia juzgará el legado del presidente
Obama durante sus ocho años de gobierno. Y dentro del balance de su
actividad deberá valorar también su comportamiento y acciones como "pato
cojo".
De momento, si continúa por el camino que va, quedará como un pato cojo
soberbio y poco elegante. Pero esa conducta no empequeñecerá la
presidencia de su sucesor, sino la suya propia.
Simplemente, Obama debería entender que ya su momento terminó, que los
ciudadanos estadounidenses desean algo diferente. Y que los pataleos de
ahorcado no pueden cambiar esa realidad.
Source: Un pato cojo soberbio y poco elegante | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1483544617_27873.html
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