domingo, 16 de octubre de 2016

En la Cuba de los cambios, el sexo se ha vuelto castigador

En la Cuba de los cambios, el sexo se ha vuelto castigador
WENDY GUERRA

Nacimos en un estado laico, no confesional, en el que la iglesia no ha
sido parte de la ilustración de estas cuatro últimas generaciones de
cubanos. Crecimos en un país donde las becas, escuelas al campo y el
hacinamiento forman parte de la convivencia cotidiana.

Desde el quinto grado de primaria hasta los años de secundaria básica
comienzan a introducirnos en el estudio de pequeños textos para el
conocimiento de la educación sexual, la asignatura Ciencias Naturales
posee un programa que abarca tanto las formas de relacionarse en pareja,
como los órganos de reproducción sexual, las diferencias de identidad en
ambos sexos e incluso el peligro de la promiscuidad y sus consecuencias
en nuestra salud. Lo contrastante de este fenómeno es que cuando
estudiamos estas materias ya sabemos de qué se trata. No conozco una
pionera de quinto grado que no pueda recitar de memoria muchos de esos
tópicos, que luego, profesoralmente, nos dicta la maestra desde el pizarrón.

Conocemos a los primeros "noviecitos" en el Círculo Infantil, en la
primaria damos nuestro primer beso y en la Secundaria Básica y el
Preuniversitario, como casi tenemos la edad de nuestros maestros
¿emergentes?, es probable que intercambiemos con ellos conocimientos
teóricos y prácticos fuera y dentro de la institución escolar. Es que
aquí, al decir del poeta Sigfredo Ariel, "la inocencia solo se pierde
una vez y la vida es muy larga". La vida sexual en Cuba es un libro
abierto que cada cual interpreta y corporiza a su manera, no hay
secretos escritos sobre la piel que, tarde o temprano, salten a la vista
en los espacios privados con un destino inequívocamente público.

Nuestros padres asumieron una intimidad poblada, compartida, crearon
lazos generalmente breves, matrimonios fugaces que fenecían en el mismo
punto de declive del enamoramiento o el deseo. No tenían nada material
que proteger, las normas sociales anteriores fueron lanzadas a la
hoguera socialista, nos cambiaron los esquemas y la familia dejó de ser
ese núcleo fundamental por el que sacrificarse o inmolarse. Perdió valor
el estoicismo de aguantar un matrimonio decadente por los hijos, los
padres o el qué dirán.

Así crecimos, con las llaves de la casa colgada al cuello porque
nuestros padres llegarían muy tarde, demasiado como para rendirnos
cuenta. Nuestro mundo paralelo no era, del todo, parte del conocimiento
adulto y los adultos tenían una vida muy parecida a la nuestra, bordada
de emociones adolescentes y casuales, encuentros sexuales semejantes a
los nuestros, hubo una fusión generacional que bajó los tonos
jerárquicos hasta fundirlos. En el ensayo Tener veinte años toda la
vida, de Antonio José Ponte, puede encontrarse este esquema de eterna
pubertad y poco compromiso que padecemos los cubanos.

Llegamos a los 40 y es ese el minuto en que tus amigas se divorcian, los
esposos empiezan a ser "el padre de mis hijos" y llegan al ruedo los
jóvenes amantes que entran y salen de madrugada a las casas de familia,
hoy nidos de solteras que siguen sintiéndose adolescentes.

A las camas de las mujeres nacidas en los años 1970 y 1980 penetran los
jóvenes nacidos durante el Período Especial, y ¡Oh sorpresa! esta
generación ha sustituido el noble "Paz and Love" de nuestros padres por
una conducta generalmente machista, dura, correctiva, a veces grosera y
casi ortopédica de lo que puede ser el sexo casual. Los golpes dentro de
lo que puede ser el lúdico lenguaje erótico van sustituyendo la ternura
y pasamos gestualmente de la caricia al garnatón en una noche.

La vulgaridad, el gregarismo y la cultura del reggaetón invade el
encuentro sexual criollo en un mismo país que parece ser otro en la
corta distancia de una década.

Esto ocurre entre intelectuales, científicos, ingenieros, obreros,
músicos o teóricos a punto de obtener un doctorado. La violencia física
va ganándole a la caricia y la vulgaridad al simple acto de galantería,
coqueteo o enamoramiento.

Emerge hoy esa otra Educación Física muy cercana a la llamada cultura
presidio, la guerra entre los cuerpos, la ofensa como herramienta
erótica, los castigos con atributos militares y el dolor físico como
vehículo de placer.

Lo que pudo ser un síntoma excepcional de una zona social, marginal o
aislada es ya una norma generacional imperativa que nos marca la piel y
amordaza el alma sexual de un país donde el cuerpo es y ha sido siempre
una bandera blanca.

Source: En la Cuba de los cambios, el sexo se ha vuelto castigador | El
Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article108523547.html

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