miércoles, 22 de junio de 2016

Los cubanos no son estúpidos

Los cubanos no son estúpidos
ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles | 22 de Junio de 2016 - 10:21 am.

Los hermanos Castro y la elite político-militar que los sostiene en el
poder consideran que el pueblo cubano es tonto, o estúpido, y que,
contrariamente a lo que sostenía Abraham Lincoln, se le puede engañar
todo el tiempo.

La cúpula del Partido Comunista de Cuba (PCC) someterá a consulta con
sus militantes, los de la UJC, y representantes de las organizaciones
de masas, los documentos del VII Congreso en los que se conceptualiza la
"construcción de un socialismo próspero y sostenible".

O sea, se trata de la repetición —actualizada— de la célebre frase de
"Ahora sí vamos a construir el socialismo", pronunciada por Fidel Castro
en diciembre de 1986, un cuarto de siglo después de declarar el carácter
socialista de "su" revolución.

El comandante en jefe, que siempre se ha percibido a sí mismo como un
iluminado al frente de un rebaño de imbéciles (en el que él incluye a su
hermano), con aquella frase insólita causó estupor, indignación y a la
vez risa, todo mezclado. Desde Punta de Maisí al Cabo de San Antonio la
gente se preguntaba: ¿y qué rayos hemos estado haciendo hasta ahora?

El objetivo de aquella afirmación de Castro fue que sirviera de apoyo
propagandístico al "Proceso de rectificación de errores y tendencias
negativas", es decir, el regreso al estalinismo-maoísmo centralista,
echar abajo el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía
(SDPE), y como respuesta suya a la perestroika de Mijail Gorbachov, que
ya comenzaba a mostrar la inviabilidad del sistema económico comunista.

El SDPE había sido la rectificación del disparatado sistema de
financiamiento presupuestario centralizado de la economía —como una sola
empresa gigante subsidiada— aplicado por Stalin en la URSS en los años
30 y 40, y por Mao en China hasta su muerte en 1976, copiado y
empeorado en Cuba por el "Che" Guevara.

El desastre fidelista-guevarista

El único economista marxista verdadero de la cúpula castrista, Carlos
Rafael Rodríguez, en los años 60 trató de convencer a Fidel de que, como
aquel sistema de subsidios infinitos había fracasado en la URSS, lo
mejor era adoptar el cálculo económico que aplicaban los soviéticos
desde la muerte de Stalin en 1953.

El cálculo económico soviético, que tampoco salvó del colapso al
socialismo, al menos estaba basado en la racionalidad capitalista: las
empresas tenían que ser rentables sin recibir subsidios, trazaban su
propio plan técnico y financiero. Tenían autonomía en contabilidad, la
selección de proveedores y clientes, disponían de fondos propios. Y los
trabajadores duplicaban o triplicaban sus salarios si sobrepasaban las
metas trazadas.

Pero el "Che", al igual que Mao, consideraba al cálculo económico un
regreso al capitalismo, y decía que si a las empresas se les daba
autonomía se convertirían en "lobitos entre sí dentro de la construcción
del socialismo".

Fidel Castro, hipnotizado por la "genialidad" del argentino ministro de
Industrias, quien con su engañoso cargo de asesor técnico dirigía
también la JUCEPLAN y toda la economía nacional, no le hizo caso a
Carlos Rafael Rodríguez. La barbarie guevarista llegó incluso a la
erradicación de las relaciones mercantiles entre empresas y los cobros y
pagos entre ellas. Todo al compás de la emulación socialista y el
trabajo voluntario. Y no fue hasta 1980 que se aplicó el SDPE y el
cálculo económico.

No duró mucho. Castro, muy nervioso por las reformas en la URSS, lo
desmanteló. Sumergió al país nuevamente en el estalinismo guevarista y
dejó claro que los aires perestroikos no llegarían a la Isla a poner en
peligro su monopolio del poder.

Nadie cree en las musarañas

Ahora, 30 años después, con su hermano Raúl al frente del régimen, se
repite la historia. El PCC, en vez de liberar las asfixiadas fuerzas
productivas, pretende hacer planes económicos basados en un fetiche de
musarañas contranatura llamado socialismo, en el que hoy no cree ningún
cubano en su sano juicio, y cuyo cadáver yace sepultado en las murallas
del Kremlin.

Los Castro, con esos documentos del VII Congreso, le pasan por encima al
hecho de que de los 35 países en los que en el siglo XX se implantó el
comunismo (incluyendo en esa cifra a las 14 repúblicas socialistas
colonias de Rusia, y las cinco colonias de Serbia en Yugoslavia) un
total de 31 de ellos desmantelaron el sistema comunista por inservible.

Otros dos (China y Vietnam) lo desmontaron solo en materia económica
porque siguen regidos por partidos comunistas. Únicamente Cuba y Corea
del Norte lo mantienen intacto y por eso se ubican entre las naciones
más pobres de Latinoamérica y Asia.

Por otra parte, este intento por maquillar un modelo económico-social
probadamente fracasado se produce en condiciones mucho peores que las
que había en 1986, cuando Moscú subsidiaba a los Castro con miles de
millones de dólares anuales y les entregaba gratuitamente todo el
petróleo que Cuba consumía.

Hoy no existe la URSS y Venezuela, el mecenas sustituto, está sumergido
en la peor crisis económica, social y política de su historia. Se
comienzan a desplomar paulatinamente el "Socialismo del Siglo XXI" y el
populismo latinoamericano, al tiempo que el desgaste de la nación
cubana en su conjunto es ya agónico.

Nunca en más de medio siglo los Castro han estado más débiles y
vulnerables que ahora, no solo en lo económico, sino en lo ideológico. Y
ni hablar militarmente.

Esa nueva convocatoria a construir un "socialismo próspero" constituye
un insulto a la inteligencia humana y una burla al pueblo cubano, pues
los primeros que no creen en el comunismo son los integrantes de la
nomenklatura.

Esa elite dictatorial lo que quiere no es el "mejoramiento" del modelo
diseñado por Marx y aplicado por Lenin, sino pasar el poder —por razones
biológicas— a una generación más joven de militares y familiares de los
Castro que se encargará de instalar un régimen neocastrista de
capitalismo de Estado, autoritario y con rasgos fascistas,
postsoviéticos y chinos, para enriquecerse ellos solos. Cuentan para eso
con un próximo levantamiento del embargo estadounidense, y por el
momento, con que se aprueben en Washington los viajes turísticos a la Isla.

Liberar las fuerzas productivas

Lo que necesita Cuba, sin consultarlo con nadie, es que se liberen las
asfixiadas fuerzas productivas. Crear un sector privado amplio —no solo
de cuentapropistas—, y permitir la creación de pequeñas y medianas
empresas privadas en todas las ramas de la economía que puedan asimilar
los cientos de miles de trabajadores sobrantes que deberán ser
cesanteados en el asombrosamente improductivo sector estatal.

La Isla demanda miles de millones de dólares en inversiones, que los
empresarios privados puedan importar y exportar para poder compensar la
obsolescencia tecnológica cubana, el desabastecimiento de insumos y
equipos, la desorganización, la negligencia y la bajísima productividad
de la fuerza de trabajo estatal, una de las más bajas del mundo porque
hace medio siglo que no tiene posibilidad de entrenarse para ser eficiente.

No, los cubanos no son tontos ni estúpidos. Saben que, con congreso o
sin congreso del PCC, lo que el régimen tiene que hacer es iniciar ya
las profundas reformas estructurales que necesita el país
desesperadamente. En todo caso, ese debió ser el único acuerdo del VII
Congreso.

Claro, en realidad lo que deben hacer el general Castro y su claque es
renunciar de una vez y organizar al fin las elecciones prometidas por
Fidel Castro en enero de 1959. Dejar que los cubanos sepulten para
siempre la pesadilla que han sufrido ya por demasiado tiempo.

Y que no torturen más al pueblo que dicen representar.

Source: Los cubanos no son estúpidos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1466547273_23253.html

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