viernes, 17 de junio de 2016

La política y sus circunstancias

La política y sus circunstancias
[17-06-2016 00:50:21]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- La humanidad se ha acostumbrado a
simplificar razonamientos y obtener conclusiones sin evaluar demasiado
el contexto. Intentar abreviar pasos y omitir procesos intermedios
siempre ayuda a comprender ciertos complejos hechos y de ese modo
explicarlos, sin rodeos, de un modo sencillo.
No es una metodología necesariamente errónea, salvo cuando esa modalidad
se exacerba al extremo y se pretende, desde allí, establecer
conclusiones definitivas, totalmente absolutas e irrefutables.

El comportamiento humano no es una ciencia exacta. La actitud de la
sociedad frente a cada hecho es habitualmente difusa, diversa y puede
identificarse, en ocasiones, alguna tendencia general cuando se analiza
la sumatoria de decisiones individuales. Es justamente eso, una matriz
global, un resumen imperfecto de las determinaciones de muchos que
coinciden mayoritariamente en alguna dirección.

Si bien la generalización es una práctica muy difundida que ayuda a
explicitar en pocas palabras conductas sociales, cuando se trata de la
política, el riesgo de que la misma caiga en la inexactitud es permanente.

Por eso cuando se dice que una sociedad ha elegido tal o cual sistema
político, ha apoyado a un sector partidario o a otro, hay que tener
siempre en claro que dicho acompañamiento es, en el mejor de los casos,
es relativo y solo una foto del momento en el que se produjo esa
votación ciudadana.

Los electores se inclinarán en un sentido definido pero esa decisión la
toman evaluando una larga lista de incidentes aislados que fueron
sopesados por los votantes y que influyeron, cada uno de ellos
marginalmente en esa determinación que solo expresa su apreciación en
ese instante específico.

Si esa compulsa se hiciera nuevamente unos pocos meses después, el
resultado podría ser bien diferente. Inclusive pudo ser diametralmente
opuesto si los candidatos ofrecidos a la ciudadanía hubieran sido otros,
o si el régimen eleccionario utilizado no fuera el oportunamente vigente.

Una característica invariablemente ignorada es la eterna dinámica de las
sociedades. Las percepciones se modifican, a veces lentamente y otras a
un ritmo más vertiginoso. Nada es definitivo, todo está en movimiento,
sujeto a observación constante y cualquier creencia asumida puede
modificarse muy pronto. Si no se comprende esta descripción, se pueden
sacar conclusiones equivocadas que empujan a tomar decisiones también
fallidas.

Los que ganaron lo han logrado en esa ocasión. Eso no implica que
repetirán sus éxitos electorales en el futuro. La gente los apoyó en esa
coyuntura y no tienen asegurado respaldo infinito. Ni siquiera saben si
en este mismo momento cuentan con idéntico sustento electoral.

Ni las encuestas de opinión más afinadas pueden dar fe de ello. En todo
caso sirven como un parámetro, incompleto, imperfecto, pero siempre
mucho mejor que la instintiva intuición utilizada como única referencia.

Los que comprenden profundamente esta realidad saben que en política
siempre se transita por terreno fangoso, que nada es seguro, que hay que
hacer las cosas bien, explicarlas con dedicación y cometer el mínimo
número de errores posibles.

Nadie puede dar por sentado que ese respaldo obtenido gracias a un clima
favorable se sostendrá en el tiempo por arte de magia. Muy por el
contrario, las condiciones se modifican, las realidades percibidas
subjetivamente por la gente van mutando y lo que antes era bueno, ahora
puede dejar de serlo.

En este juego no hay lugar para la soberbia. Quienes caen en las mieles
del poder, suelen tener la sensación de que los triunfos son eternos y
que nadie podrá sacarlos de su pedestal porque ellos ya han conseguido
esa victoria anhelada por tantos, sin advertir que todo está en
constante desequilibrio.

Suele pasar que quienes aterrizan allí prefieren ignorar cualquier
síntoma de que algo está mal. Filtran intencionalmente todo lo que no
encaja en sus paradigmas para sostener la ilusión de que los que lo
apoyaron siguen allí, siendo los mismos y que los críticos son solo sus
acérrimos adversarios.

La inmensa mayoría de las veces se gana por muy poco y también se pierde
por escaso margen. Los fanáticos de un lado y del otro pueden mantenerse
inmóviles por un largo tiempo, pero son muchos más los que se replantean
a diario su adhesión a un sector concreto o al exactamente opuesto.

Cada vez más gente se declara independiente. Ni siquiera el clientelismo
ha logrado retener voluntades a cualquier precio. Todos en algún momento
se cansan, se saturan, se agotan y esto sucede ya no por coincidencias o
discrepancias ideológicas, sino por posturas personales, actitudes
inadecuadas, por las formas, por esa arrogancia que molesta a cualquiera.

No se trata de ser humilde por conveniencia. Eso también se percibe
fácilmente, más tarde o más temprano. En todo caso tiene que ver con
conservar la claridad suficiente para no perder el norte en ningún momento.

En la historia abundan ejemplos en el que pequeños hechos, meras
casualidades y errores aparentemente insignificantes cambiaron el curso
de los acontecimientos, inclusive en algunos casos para siempre.

Por eso importa entender como se construye esa secuencia de sucesos y
trabajar fuertemente en tener los pies sobre la tierra asimilando que
todo es coyuntural, que los apoyos o rechazos en política se
corresponden con un instante puntual y que cualquier hecho aislado puede
romper el aparente equilibrio y llevar desde la situación actual a una
nueva totalmente diferente. En definitiva solo se trata de la política y
sus circunstancias.

Source: La política y sus circunstancias - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/57632d2d3a682e16747d9025#.V2QB4Pl95h0

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