EJT: trabajos forzados y mano de obra barata
Posted on agosto 8, 2013 by Mario B.
El «Manual de Incidencia Política de CSW» ha sido adoptado y adaptado
por Patmos en Cuba para talleres que contribuyan a empoderar a los
creyentes para incidir, como debemos, en las políticas hasta hoy muy
desacertadas, llevadas a cabo en nuestro país. Mientras lo revisaba me
llamó poderosamente la atención una referencia hecha al caso de la
compañía petrolera Unocal, de California, llevada a juicio en EE.UU por
usar el trabajo forzado en la construcción de un oleoducto en
cooperación con la junta militar de Birmania. No pude evitar el traslado
de mi mente a veinte años atrás, entre el 30 de noviembre de 1993 y el
28 de julio de 1994, cuando junto a muchos otros jóvenes en el Ejército
Juvenil del Trabajo, EJT, se me explotó en calidad de mano de obra
barata, sometido también a trabajos forzados para reportar cuantiosas
ganancias a una empresa israelí en negocios con el régimen en Cuba. Me
pregunto en qué situación se vería esa empresa judía si ciudadanos
esquilmados como yo tuviésemos acceso a un estado de derecho como le
sucedió a Unocal. Además de disponer a sus antojos del plan citrícola en
Jagüey Grande, Matanzas, lo hicieron también con nuestras vidas
sacándonos el máximo provecho cual si fuésemos de su estricta propiedad,
tratados como esclavos.
Guardo fresca en mi memoria una noche, afortunadamente de luna llena
cuando a las diez pm todavía estábamos en el campo, sin comer ni
bañarnos, tras una gigantesca jornada de trabajo que se remontaba al
amanecer, solo interrumpida por un exiguo almuerzo. Nos encontrábamos
entonces en un campo de concentración aledaño al poblado San José de
Marcos. El Mayor Montes de Oca, Jefe del Boom, había advertido en la
mañana que hasta que no cumpliésemos la norma no nos haría regresar del
campo, era necesario cumplir los planes acordados con los israelíes y
nosotros los estábamos obstruyendo. Llegué a pensar que aquella noche
dormiríamos en la campiña pero al filo de las once pm fue enviada la
carreta a buscarnos, en definitiva desde el anochecer estábamos en paro.
«Mañana nos veremos» – anunció amenazante el mayor. Exhaustos caímos a
la cama con la ropa sudada durante todo el día, y sin bañarnos, pues
para colmo en la Unidad no encontramos ni una sola gota de agua, y
aunque la hubiera el aseo habría tenido que hacerse sin jabón: hacía
tres meses no se nos hacía entrega del aseo personal. Según el Mayor
Montes de Oca las asignaciones se nos enviaban al Boom donde nos habían
ubicado originalmente, contiguo al poblado de Socorro, en Pedro
Betancourt, y de allí no nos enviaban nada. Unas semanas después se
descubrió que fuimos víctimas de robo como era de esperar de la inmensa
corrupción administrativa que imperaba en los altos mandos del EJT.
Al día siguiente al mediodía Dios me dio la oportunidad de retar ante el
Campamento al temido Mayor Montes de Oca. Concluido el magro almuerzo
hizo formarnos a todos en el campo colocando al frente a nuestro
rezagado pelotón. Uno a uno debíamos comprometernos a cumplir la norma
ante todos. Tuve la esperanza de que al menos algunos de mis compañeros
se negaran, pero imperaba la cultura oportunista de la sobrevivencia.
Las palabras recién leídas en la pequeña biblia que siempre llevaba
resguardada en un nylon escondida en uno de mis bolsillos resonaban en
mi mente. Eclesiastés 5.5: «Mejor es que no prometas, y no que prometas
y no cumplas» fue la frase que profesé una vez llegó mi turno, cuando me
negué a comprometerme a nada. El oficial literalmente tronó ante el
Campamento, hizo una alusión al héroe mambí Antonio Maceo, y me condenó
al calabozo de cuyas condiciones infrahumanas mejor no hablo.
Al menos yo gozaba de la condición privilegiada de ser «diferido» (solo
un año de servicio antes de entrar a la universidad), y apenas fui
sometido a estos maltratos por ocho meses, la mayoría de aquellos
jóvenes debería entregar dos años completos de sus vidas, y algunos no
tendrían la paciencia suficiente para ello, como aquel joven de
Caibarién quien tras fugarse y ser detenido, luego de días sometido al
calabozo, mientras era trasladado a la temible prisión militar conocida
como «La Paula», de donde solo se contaban horrores, se suicidó
lanzándose de la rastra en que lo llevaban con sus manos atadas a la
espalda, ante la sorpresa inútil de sus guardias. No podía soportar
trabajar como esclavo para una empresa israelí en contubernio con el
régimen mientras su abuela y su niña de tres años, dependientes
totalmente de él, se morían de hambre en Caibarién.
Lo más crudo para mí no fueron los maltratos de un régimen de quien
esperaba cualquier cosa, sino la decepción de que fuese precisamente una
empresa israelí la que se aprovechase de sus ofertas, entre las que nos
encontrábamos nosotros. Esto hería mi más profunda sensibilidad y mi
amor por Israel, en lo cual se me educó desde mi primera infancia, fruto
de los estudios bíblicos, y objeto prioritario de mis oraciones; a pesar
de la propia campaña del sistema en contra de esta gran nación. Tampoco
podía entender de qué bloqueo cacareaba el totalitarismo cubano si se
daba el gusto de comerciar con una empresa del mayor aliado de los
EE.UU, sin necesidad de relaciones políticas con ese Estado.
Source: "EJT: trabajos forzados y mano de obra barata |
cubanoconfesante.com" - http://cubanoconfesante.com/?p=688
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