miércoles, 15 de agosto de 2012

Historia, identidad y valores ciudadanos

Historia, identidad y valores ciudadanos
Miércoles, Agosto 15, 2012 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces

GUANTÁNAMO, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Desde hace varios años se
habla y escribe mucho en Cuba acerca de la identidad y los valores
ciudadanos. Acciones ineludibles para fortalecer la identidad cultural
de un pueblo y propiciar la formación de sólidos valores son la
enseñanza de la historia, el enaltecimiento de hechos y personas que
constituyan ejemplos señeros y la conservación de las tradiciones.
Cuando deja de prestarse atención a dichas acciones o la enseñanza de la
historia se convierte en un vehículo ideologizante; cuando se hace
manifiesta la manipulación o se trata de minimizar el valor de lo
realizado por generaciones precedentes para imponer la supuesta
trascendencia de los actos realizados por otras generaciones más
cercanas en el tiempo, sobre la ciudadanía comienza a actuar el germen
del desarraigo aunque ésta haga su vida dentro de los límites de la
patria. Entonces la desconfianza y la subvaloración de lo autóctono
hacen acto de presencia. Tales consecuencias las hemos sufrido en Cuba y
sus efectos resultan más nefastos que los que cualquier político de
cursillo emergente y mano presta a la unanimidad pueda suponer.

La enseñanza de la historia de Cuba no se ha centrado en el análisis
multilateral de los hechos y figuras históricas, apreciados en su justa
dimensión, sino que ha privilegiado la exposición ideológica y la
recurrencia a un antimperialismo que poco ha faltado para que los
teóricos de los manuales identifiquen con la figura del cacique Hatuey.
Demonizar a Estados Unidos más que enseñar la historia de Cuba parece
haber sido la brújula de quienes están encargados de redactar los
programas de estudios de la asignatura. Junto con esta manía de echarle
las culpas de nuestros errores a los Estados Unidos existe una marcada
tendencia a la manipulación de los educandos. En esta órbita caen no
pocos sucesos y personalidades.

Un ejemplo es la Protesta de Baraguá y el protagonismo que en ella tuvo
el insigne patriota Antonio Maceo. Si Ud. le pregunta a un estudiante de
cualquier nivel educacional, o a cualquier ciudadano, qué ocurrió con
Antonio Maceo después de la Protesta de Baraguá muy pocos sabrán
contestarle. Si a esa pregunta Ud. añadiera otra que interesara de su
interlocutor alguna referencia sobre José Ramón Leocadio Bonachea
seguramente no sabría decirle que fue un General de División nacido en
Santa Clara, que también rechazó el Pacto del Zanjón, pero que a
diferencia de Antonio Maceo permaneció en los campos de Cuba luchando en
contra de España hasta el 15 de abril de 1879 y sólo dejó la lucha en la
manigua porque así se lo ordenó el General Calixto García. Sin embargo
cuando se habla de intransigencia sólo se menciona a Maceo, nada se dice
de Bonachea. La causa de esta ignorancia se debe a la forma maniquea con
que se enseña nuestra historia, la cual siempre ha privilegiado los
aspectos positivos de un suceso o patriota sin mencionar los negativos;
una enseñanza que ha priorizado la exaltación de cinco o seis figuras
históricas y ha dejado en el anonimato absoluto a otros patriotas tan
valiosos y dignos como los que siempre son seleccionados para engrosar
los textos, patriotas anónimos que en ocasiones ni siquiera cuentan con
una simple tarja que perpetúe su nombre o con un simple sello de
correos, como ocurre con el Mayor General guantanamero Pedro Agustín
Pérez, a quien el Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y Segundo
Secretario del PCC, José Ramón Machado Ventura, en el reciente acto
nacional conmemorativo del asalto al Cuartel Moncada le cambió el
nombre por el de José, desaguisado que fue trasmitido en vivo por la
televisión sin que ninguno de los presentes en el acto le rectificara el
error, como tampoco lo hicieron cuando en el mismo acto el Presidente
del país, al referirse al sitio por donde desembarcó José Martí junto
con Máximo Gómez, Paquito Borrero, Ángel Guerra y Marcos del Rosario,
el 11 de abril de 1895, lo llamara "Guayajabo" cuando en realidad es
Playitas de Cajobabo.

Otro ejemplo de notoria manipulación histórica es la reiterada expresión
pública de que José Martí no fundó dos o tres partidos, sino uno sólo,
el Partido Revolucionario Cubano. Cuando se hace tal afirmación lo que
se pretende es vender la idea de que José Martí era un enemigo del
multipartidismo, ocultándosele al pueblo que el Partido Revolucionario
Cubano no fue creado por el Apóstol con fines políticos tendentes a la
futura república sino con el único objetivo de organizar lo que él llamó
la guerra necesaria, de ahí que en una de sus bases se estableciera su
disolución una vez instaurada la lucha redentora en la manigua.

Pero si tal práctica mostrenca de enseñar la historia ha dejado
indudables secuelas en nuestra sociedad, hay otras que también han
minado nuestras tradiciones y reverencias hacia figuras de reconocido
prestigio .Entre ellas están los cambios de nombres de las escuelas,
centros de trabajo y otras instituciones; la revalorización de
determinadas fechas históricas y la imposición de figuras y paradigmas
ajenos a la tradición histórica cultural de los cubanos.

Todos hemos sido testigos de cómo una escuela que hasta 1968 se llamó
Félix Varela, Enrique Thomas o José de la Luz y Caballero, de pronto
recibió el nombre de Ernesto Ché Guevara o el de Guerrillero Heroico.
Hemos asistido al enterramiento del 20 de mayo, antes día de fiesta
nacional, hoy lapso para la diatriba contra la República; también hemos
presenciado como el 26 de julio ha alcanzado la supremacía absoluta
dentro de las celebraciones de las fechas históricas, al extremo de que
la Declaración de Independencia del 10 de octubre de 1868 y los
levantamientos del 24 de febrero de 1895, sucesos fundacionales de
nuestra nacionalidad, han sido relegados a un segundo plano. Si a esto
sumamos el cambio de nombres a numerosos centrales azucareros a
principios de la década de los sesenta, el acoso y debilitamiento de la
Iglesia Cubana, legítima portadora de gran parte de nuestro acervo y
tradiciones, tendremos una nada despreciable sumatoria de errores que a
la larga han provocado la confusión, incivilidad, desarraigo y también
el deterioro de los valores ciudadanos.

En Guantánamo el estadio de pelota se nombra Nguyen Van Troi aunque en
Viet Nam, ni siquiera hoy, se practica ese deporte. A pesar de que Cuba
es cuna de prestigiosos científicos y médicos el hospital provincial se
nombra Agosthino Neto.

Sin embargo el error mayúsculo fue nombrar Granma al territorio
oriental cuna de la revolución de 1868 y al órgano oficial del PCC,
porque señores, todo el mundo sabe que Granma, en Inglés, es el
diminutivo de grandmother, y significa abuelita. Imagino la sonrisa
sardónica de algún que otro angloparlante cada vez que tropiece con tal
estolidez.

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