miércoles, 1 de agosto de 2012

Harold Cepero y su anhelo de una Cuba mejor

Harold Cepero y su anhelo de una Cuba mejor

Murió en medio de sus actividades políticas pacíficas, para hacer una
Cuba mejor en la que todos estén incluidos dijo Mons. Antonio Rodríguez
Díaz rector del Seminario San Carlos y San Ambrosio que conoció al
activista del Movimiento Cristiano Liberación.
julio 31, 2012

Mons. Antonio Rodríguez Díaz rector del Seminario San Carlos y San
Ambrosio destaca el valor de Harold Cepero Escalante como laico
comprometido con el ámbito de la Política, desde su fe cristiana.

En el mismo accidente automovilístico en el que murió el líder opositor
Oswaldo Payá Sardiñas el pasado 22 de Julio, también sufrió graves
lesiones otro miembro del Movimiento Cristiano de Liberación, el joven
de treinta y dos años, natural de Chambas en Ciego de Ávila, Harold
Cepero Escalante, quien murió horas más tarde en Bayamo.

En el año 2002, cuando Harold cursaba sus estudios de Veterinaria en la
Universidad de Camagüey, fue expulsado, junto a otros alumnos, por haber
firmado estos el "Proyecto Varela".

Algún tiempo después, inició un proceso vocacional sacerdotal, que lo
condujo al Seminario "San Agustín" de la ciudad de Camagüey para,
posteriormente, pasar al Seminario "San Carlos y San Ambrosio" de La
Habana, donde estuvo hasta Junio del año 2010, cuando al concluir el
primer año de Teología, decidió dejar los estudios sacerdotales, al
descubrir que esa no era la vocación a la que Dios lo llamaba. Entonces,
trabajó, primero como cuidador de cerdos en el Hogar de Ancianas "San
Francisco de Paula" en la Víbora, y más tarde, como cocinero del comedor
de ancianos de la "Parroquia del Espíritu Santo" en La Habana Vieja.
Desde su salida del Seminario fue miembro activo del Movimiento
Cristiano de Liberación.

Conocí a Harold hace cuatro años. Sus amigos lo clasificaban como un
hombre algo bohemio y gitanesco. Esa era la primera impresión que
mostraba, su comportamiento corporal y psíquico, que revelaba un
espíritu libre. Poco a poco, en la vida diaria bajo el mismo techo, me
fui dando cuenta de que era una persona de gran sensibilidad para los
problemas de los demás, acompañada de una gran dosis de olvido de sí
mismo. Era muy cercano a sus compañeros del Seminario, y, a la vez, era
muy querido y apreciado por ellos.

De hablar bajo y despacio, hombre de campo, que pasaba gran parte de sus
vacaciones trabajando en la finca de sus abuelos. Lo mismo sembraba
matas de aguacate, que chapeaba hierba o asistía al parto de las cerdas.
No pudo librarse de su caminar campesino. Jugador de futbol, sobre todo,
como a mí me gustaba, con jóvenes de La Habana Vieja.

Hasta aquí podríamos pensar que estamos ante un campesino noble,
servicial, deportista, y amigo de todos. Sin embargo, todo esto venía
acompañado de otra gran sensibilidad: su gusto por las artes. Disfrutaba
del ballet, de la ópera y del rock, de la plástica y de la literatura,
en especial los temas políticos. Hablaba con perfección el inglés, a la
par que mostraba su alegría hacia el Griego Clásico.

Así fue cursando los tres de Filosofía en el Seminario, hasta que
después concluyó su Primer Año de Teología. Se dio cuenta que aunque era
un seminarista correcto, su mundo no estaba marcado por la vocación
sacerdotal. También yo. Se lo dije, y voluntariamente salió del
Seminario. Su mundo era otro, el de la Política. Quería ser un laico
cristiano comprometido con el ámbito de la Política, desde su fe
cristiana. Su vocación era ciento por ciento laical. De este modo,
dedicó los dos últimos años de su vida a la política militante, desde su
trabajo de humilde cocinero y hombre de la calle. Sin vivir de la
Política, como tampoco antes había vivido de la Política, como tampoco
antes había vivido de la Iglesia.

Murió en Bayamo, la ciudad de Céspedes, Aguilera, Figueredo y otros
grandes de la Patria. La ciudad del Himno le sirvió de altar para
entregar su alma a Dios. Una de las almas más hermosas que he conocido
en mi vida. Así murió Harold en medio de sus actividades políticas
pacíficas, para hacer una Cuba mejor en la que todos estén incluidos.
Cuando ahora su alma está ante el Juicio de Dios, los ángeles la rodean
y cantan: "Morir por la Patria es vivir".

http://www.martinoticias.com/content/harold-cepero-cuba-monsenor-antonio-rodriguez/13303.html

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