sábado, 7 de julio de 2012

El país feliz número doce

El país feliz número doce
Jueves, 05 de Julio de 2012 18:24
Escrito por Luis Cino Álvarez

Cuba actualidad Arroyo Naranjo, La Habana (PD) Tan despistados como si
estuvieran a bordo de Star-Trek, los sesudos de la New Economics
Foundation, en su Happy Planet Index, acaban de conferir a Cuba el
lugar número doce en la lista de los países más felices del mundo. De
acuerdo a los parámetros de desarrollo sostenible que tuvieron en
consideración, igual pudieron otorgarle el uno o el dos.

Parece que esos tanques pensantes ambientalistas no encuentran un modo
mejor de entretenerse que despilfarrar su presupuesto anual de 3,9
millones de dólares en la repartición de una inexistente felicidad entre
los pobres de la tierra.

Quisiera que esos señores compartieran nuestra cochambrosa felicidad.
Pero no de vacaciones, en algún hotel Meliá o en Varadero. No. Los
quiero aquí a tiempo completo. Con libreta de abastecimiento, carnet de
identidad y permiso de entrada y salida del país en manos del MININT.
Apuntados en un registro de dirección en Cambute, El Moro o Centro
Habana, tan bravía y folklórica. Rodeados de mugre, virosis desconocidas
para los médicos, escaseces, apagones, palabrotas de grueso calibre que
la gente grita porque si no lo hacen revientan de rabia, ladrones que
no saben –no pueden- hacer otra cosa que robar, putas hambreadas,
chivatos patéticos y largas colas para cargar agua de un camión-pipa que
envían cada varios días.

Imagino su admiración por los llega y pon y los solares habaneros que
tan bien se ven en los video-clips de timba y reguetón, con muchachos
musculosos con pinta de pingueros, rubias teñidas como se pueda y
mulatas sandungueras que se van por encima del nivel.

Veo sus bocas abiertas de pasmo ante los arbustos que crecen en las
derruidas paredes, los edificios en estática milagrosa...hasta un día.
El placer por la mezcla de olores de nuestra capital: el olor a
fritanga, a picadillo de soya y pescado podrido, a la comida subsidiada
y mal cocinada de los pobres de solemnidad, a basura sin recoger desde
hace varios días, al kerosén ligado con petróleo que sale por el tubo
de escape de los pintorescos almendrones y que se nos mete en los ojos y
nos hace llorar, a alcohol de reverbero –lo mismo para cocinar que para
beber-, la peste a amoniaco que despiden los improvisados meaderos
–escaleras, árboles, columnas, tantas como son- en una ciudad donde
apenas hay baños públicos, la peste a mierda que nos sale al paso en
cada esquina y nos acompaña, ligada con la sempiterna peste a grajo, en
cada atestada guagua que montamos.

Luego de esquivar los paquetes de basura y los papeles cagados que
lanzan por ventanas y balcones a punto de derrumbarse, los veré sortear
por nuestras calles, con pasos ágiles, cual bien calzados bailarines,
los baches llenos de agua verdosa, las corrientes de aguas albañales que
corren de cualquier parte, a cualquier lugar, o simplemente se acumulan
en una esquina, represadas por los escombros, y hacen un lagunato que
crece y crece...

Ya me parece ver sus sonrosadas pieles, irritadas por el sol y con
muchas ronchas y picazones, porque Cuba se ha convertido, a pesar de las
fumigaciones con petróleo aguado y del insecticida Lomaté que fabrican
los presos para la empresa PROVARI del MININT, en el reino de los
mosquitos, las santanillas y los piojos. La mala noticia para los
ecologistas es que el insecticida, además de reventar los pulmones de
los reclusos que lo producen, al combinarse con las fumigaciones, han
hecho aumentar el número de asmáticos y ha acabado con las mariposas,
los cocuyos, las libélulas, las ranas, con todo, excepto con los
mosquitos y las santanillas.

Pueden olvidarse del paraíso ecológico que se imaginaron. Los delirios
faraónicos del Máximo Líder casi acabaron con el medio ambiente. Los
embalses a tutiplén arruinaron la red fluvial y erosionaron y
salinizaron los suelos. Y menos mal que no logró desecar la Ciénaga de
Zapata para sembrar arroz. La reforestación todavía no logra compensar
el daño que hizo hace más de 40 años aquella brigada Che Guevara que
dinamitó las arboledas y nos dejó sin frutas y con pájaros que invadían
la ciudad –ay, Alfred Hitchcock- porque no tenían donde guarecerse.

Y no fueron solo los caprichos del Comandante, sino también de alguno de
sus montunos comandantes históricos, como Guillermo García, que además
de experimentar con reses y caballos, introdujo, como si fuera Noé, lo
mismo búfalos vietnamitas que deambulan por arrozales y marabusales que
voraces clarias que han proliferado hasta en las mojoneras y que están a
punto de extinguir la fauna fluvial autóctona.

Creo ver la decepción en sus rostros ante las costas llenas de refugios
para una guerra que afortunadamente nunca llegó pero igual nos
arruinó, los bancos de corales que se acaban, la arena que va en
retirada en casi todas las playas excepto en las cayerías para turistas...

Que den un paseo, por ejemplo, por las orillas del río Bélico, que cruza
la ciudad de Santa Clara, donde hasta hace poco más de medio siglo
navegaban embarcaciones menores y la gente nadaba. Ahora sus aguas
arrastran desechos tóxicos, ramas, tablas, cartones, animales muertos, y
bolsas de nylon con basura, mucha basura...

¿Y qué decir de los perros y gatos muertos en las cunetas, quemados o
putrefactos, las gallinas prietas sacrificadas a los santos, los
caballos hambreados y apaleados que tiran de carretones bajo un sol de
penitencia, a punto de caerse muertos en plena calle? Pero, ¿qué van a
tener derechos los animales donde casi no los tienen las personas? Y
suerte que se salvaron los gatos y no los devoraron a todos durante el
periodo especial. Ahora hay que preocuparse también por los perros, no
solo porque dicen que algunos degenerados en Guamá se los tiran vivos a
los cocodrilos para alimentarlos y divertir a los turistas, sino también
porque la policía investiga qué se hizo con la carne de decenas de
perros cuyos cabezas han aparecido tiradas en Mayabeque y Artemisa, no
vaya a ser que ciertos desaprensivos cuentapropistas hagan croquetas y
hamburguesas con ellos...

Los manatíes, las jicoteas, las caguamas y otras decenas de especies se
extinguen porque resulta insólito que los hambrientos respeten las
vedas. Y las polimitas, las cotorras y los corales los venden a los
turistas.

Pero a pesar de tanto desastre, supongo que los que repartieron
felicidad para confeccionar el Happy Planet Index aleguen, además de la
huella ecológica casi imperceptible que deja Cuba –por la escasez de
petróleo, no importa la leña consumida para cocinar- que las escuelas y
los hospitales son gratis, aunque cada día den más grima.

También tendrán en cuenta la dicha inmensa de vivir sin Internet –esa
babélica confusión- ni Publix, Mc Donalds o Wall Marts. Sin
derrochadores anuncios lumínicos, sin comerciales de TV ni vallas
publicitarias. Sólo las que exijan la libertad para Los Cinco o pregonen
a los que no se han dado cuenta todavía que "vamos por el camino correcto".

Malagradecidos que somos por no regocijarnos de ser eternamente pobres y
virtuosos buenos salvajes. Incapaces de apreciar el goce de ver arder
nuestras esperanzas en una fogata de basura sin recoger. De
enorgullecernos por vivir en el número doce de los países más felices
del mundo.

Para Cuba actualidad: luicino2012@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/4519-el-pais-feliz-numero-doce.html

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