Publicado el lunes, 05.21.12
Sin petróleo, no hay país
Miguel Cossio
Durante la mayor parte del siglo XX, los cubanos escuchamos una y otra
vez la misma frase: sin azúcar no hay país, atribuida a José Manuel
Casanova, quien definió así la dependencia económica de la isla con
respecto a la sacarosa.
El azúcar fue el principal producto de exportación y la mayor fuente de
riqueza de la nación, desde sus orígenes, como los describió
magistralmente Manuel Moreno Fraginals en El Ingenio, hasta varios años
después de la revolución castrista. A partir de 1959 hubo una intensa
dedicación gubernamental por incrementar la zafra azucarera, incluida la
movilización de cientos de miles de trabajadores voluntarios para la
cosecha y la aspiración de introducir mejoras tecnológicas, como la
utilización de máquinas cortadoras de caña (en lo que la industria
soviética fracasó una vez más). Y el mayor "esfuerzo decisivo" fue la
famosa Zafra de los Diez Millones, para la que Fidel Castro apostó nada
menos que su propio nombre, la barba y lo que colgaba.
Tras el fracaso de la susodicha Zafra, Castro reaccionó como es propio
de su naturaleza: si algo no se le da, hay que destruirlo. De modo que
empezó una campaña inversa. El azúcar era la ruina de la economía
cubana. Había entonces que erradicar el monocultivo, destruir la vieja
estructura agrícola-industrial, y buscar otras fuentes de ingreso para
levantar a la nación. Con el azúcar no hay país, fue entonces su
consigna, y ensayó los muy numerosos planes fracasados del Cordón de La
Habana, las vacas F2s y Ubre Blanca, la producción de cítricos y quesos
que inundarían al mundo, y muchísimas otras utopías que jamás
aterrizaron en la vida real.
Finalmente quedaron dos recursos naturales: el turismo y el petróleo. En
cuanto al turismo, el gobierno cubano ha encontrado una buena respuesta,
porque las playas y los incentivos colaterales son aceptables. Aun así,
tiene que competir con otros muchos destinos caribeños y, en la gran
cuenta nacional, nadie puede vivir del turismo exclusivamente, como lo
ha demostrado nada menos que el caso de Grecia.
La otra posibilidad, milagrosa, como todo lo que supone Castro, era
encontrar petróleo en las aguas territoriales. Durante decenios ésa no
había sido preocupación del gobierno castrista; la ex Unión Soviética
cubría las necesidades de su colonia ideológica. Pero su desaparición
complicó el escenario y llevó al régimen a depender de un carismático
jugador, pero siempre efímero en términos históricos, llamado Hugo Chávez.
El petróleo es la gran y última utopía gubernamental. Como en la fábula
de la lechera, gracias al dinero que se obtendría, el castrismo
resolvería los problemas económicos que generó y podría sobrevivir,
quizás, otros cincuenta años, bajo la dirección suprema de un inmortal
Fidel Castro. De tal forma que el oro negro representaría la salvación
de un régimen condenado ineludiblemente a la desaparición.
Sin petróleo no hay país, pensarán los dinosaurios castristas. Vaya
balde de agua que les ha caído en sus calenturientas cabezas, ahora que
Repsol ha anunciado que el pozo "Jagüey", donde buscaba crudo a miles de
metros bajo las aguas cubanas, está más seco que una caña pasada por
trapiche.
No hay petróleo allí, aunque probablemente se encuentre más allá o
acullá. El problema es que la empresa española y sus socios deben
decidir si siguen apostando por el tesoro escondido o abandonan la
aventura, sobre todo con la incertidumbre adicional que generó la
nacionalización argentina de la filial YPF de Repsol, por cierto
aplaudida por el régimen cubano. ¿Y si hay petróleo en Cuba, pero luego
el gobierno lo declara exclusivo patrimonio castrista?
Más allá de esas especulaciones, la noticia del fracaso, tal vez
momentáneo, tiene un doble filo. Por una parte, es un golpe a la
aspiración castrista de encontrar una salida para su mantenimiento a
corto y mediano plazo. La demora es como el jarrón que se le cayó a la
lechera cuando iba al mercado, rompe la ilusión de conseguir una opción
al fracaso económico, político y social.
Por otro lado, la noticia genera un ambiente de incertidumbre entre las
compañías extranjeras que arriendan 22 de los 59 bloques destinados a la
exploración petrolera en la llamada Zona Económica Exclusiva, en aguas
cubanas. Aleja además en largas millas náuticas la ilusión óptica del
castrismo de acceder a jugosos créditos internacionales, eludiendo las
regulaciones del embargo.
http://www.elnuevoherald.com/2012/05/21/1208954/miguel-cossio-sin-petroleo-no.html
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